En el mes de los enamorados, qué mejor que homenajear a la pareja más efusiva, explosiva y representativa del amor pasional: Venus y Marte.
Primero presentémosla a ella, la más hermosa y cautivante de todas las diosas. Venus nació de las tres gotas de sangre que cayeron en la espuma blanca del mar a causa de la castración de Urano. Apenas fue dada a luz fue llevada a la morada de los inmortales y sus nodrizas fueron las estaciones. Tuvo muchos pretendientes, pero se caso con Hefesto, el Dios de la forja, el artesano del Olimpo, el señor del elemento fuego. Sus talleres fueron los volcanes y sus ayudantes los cíclopes (los de un solo ojo). Fue en uno de esos talleres donde Hefesto le regaló el “cinturón de Venus”, que la hacía más irresistible aún y por eso todos los dioses se volvían locos por ella. Pero fue Zeus quien decidió que se casara con Hefesto, porque veía que había mucha disputa entre los varones del Olimpo. Ella era la amante ideal, porque si bien se había casado, buscaba siempre compañía en los brazos de otros dioses: el más conocido y más apasionado fue con Marte.
Ahora presentémoslo a él: Marte (Ares griego), el guerrero, el que en su pecho llevaba un escudo con la cabeza de la medusa, el que iba montado en encendidos caballos y en su escudo se leía: «Completo, fuerte y fértil». Su instrumento de guerra era una lanza y con eso le bastaba, porque si hay que hablar de coraje, valentía e intrepidez, siempre vamos a nombrar a Marte.
El encuentro
Hefesto era un dios muy solitario y muy abocado a su trabajo, era el artesano del Olimpo, nada más ni nada menos. Además, acarreaba una cojera que lo hacía más introvertido. Él podía crear belleza pero no la tenía, era oscuro y sombrío, pasaba mucho tiempo en las profundidades de la Tierra extrayendo piedras preciosas para sus obras. Venus tenía una naturaleza totalmente diferente, entonces comenzó a tener amoríos con Marte.
Al principio los encuentros entre ambos eran por las noches, pero era tal la pasión que sentían mutuamente que no dudaron en encontrarse más seguido y así comenzaron a verse a la luz del día. Fue así como Helios (el sol) al hacer su recorrido, los vio y no dudó en contarle a Hefesto. Ante tamaña traición, Vulcano (nombre romano) pergenió una trampa: les hizo una cama matrimonial con una red invisible en la misma, cuando los amantes se acostaron y terminaron su acto amatorio, al querer salir del lecho se dieron cuenta que estaban atrapados por una red invisible a la vista de todos, porque Hefesto convocó a los Dioses para que vieran tamaña traición. Les hizo prometer delante de todos que de la única manera que los dejaría en libertad era si prometían que no se verían jamás. Por supuesto que ellos prometieron que así sería, pero apenas liberados se escaparon y no cumplieron su promesa.
Ellos representan los dos arquetipos importantes dentro de nosotros: amor y pasión, querer y deseo. Yin y Yang, femenino y masculino, armonía y combate, creación y destrucción. Con estas dos fuerzas en constante encuentro tenemos que estar atentos a no ser engullidos por una de ellas. La mejor manera es encontrar el equilibrio justo, el camino del medio, en otras palabras: el discernimiento.
Mitología solo para enamorados
Un comentario sobre “Mitología solo para enamorados”
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Excelente nota!