Parodia que no moleste

Los cines sumaron a su cartelera «La panelista» de Maxi Gutiérrez. La película protagonizada por Florencia Peña se ubica entre los pasillos de un canal de televisión y propone una comedia negra que tensa al extremo los códigos salvajes del ambiente. El resultado es una comedia que ataca con una espada invisible el establishment de los medios.

La panelista

Marcela Robledo (Florencia Peña) se estira la cara con las manos frente un cirujano plástico en un gesto para conservar algo que se le escapa a través del tiempo. Esta búsqueda por retener algo que se le escurre como agua entre los dedos va a ser la pulsión que la atraviesa durante toda la película.

Es panelista de un típico programa de chimentos llamado «Imprudentes», aunque sabe que está a punto de perder su lugar. En medio de esta crisis, aparece una primicia que puede ayudarla a recuperar protagonismo, pero para que sea solo suya tiene que sacar del medio a un compañero, y allí sucede la tragedia que se convertirá en una bola de nieve cada vez más difícil de detener.

En cuanto al tono, podemos observar una tragicomedia que adopta la forma paródica del universo de la farándula: la exuberancia, la estridencia y el narcicismo. Los personajes son calcos rigurosos de aquello, y quienes los interpretan ejecutan una mímesis muy precisa. El elenco compuesto por Florencia Peña, Favio Posca, Martín Campolongo, José Luis Gioia, Soledad Silveyra, Laura Cymer y Diego Reinhold, entre otros, es notablemente un conjunto de trabajadores con piel para la comedia. Sin embargo, la película parece esperar que el efecto humorístico se produzca por sí solo, sin proponer una retórica ingeniosa en el montaje ni en los diálogos, por ejemplo, que caen en resoluciones planas y lineales.

Además, la falta de cantidad de subtramas o hilos temáticos (ya que la única es la principal y apenas se desliza otra), al igual que la falta de densidad de personas en los espacios, provocan una sensación de vacío y sabor a poco que le quita el realismo del vértigo de los pasillos de los canales donde mucha gente va y viene y hay múltiples temas en circulación constante. Por supuesto que aquello lleva elaboración, pero una vez más se cortó por lo simple y fácil que concluye como una construcción de universo incompleta y hace que la trama principal se agote bastante antes de que termine la narración.

Criticar con moderación

El tema que escoge es una crítica a las dinámicas laborales de la industria televisiva, puesto que el punto de vista de la narración se ubica casi siempre desde el detrás de cámaras, aunque no se abandona el halo respetuoso y prudente que hace que cada ironía sea medida y cuidada para no ofender demasiado.

La mayor crítica a «la picadora de carne» no es lo que dice la película sino la evidente moderación con la que trata el tema. La pregunta, entonces, sería para qué sirve el humor y la parodia que no incomoda a nadie.

En otros ejemplos (pocos, por cierto) podemos ver algunas representaciones más incisivas y arriesgadas de la televisión: la miniserie «Mundillo», varios sketches de «Cualca» o de «Peter Capusotto y sus videos» y salta rápidamente la diferencia entre la irreverencia de estos frente a la pleitesía sublimada de «La panelista», que parece creer que llevar al extremo el conflicto de la historia es equivalente al compromiso de su mensaje.

Del primer grupo se puede recordar cuando el propio programa en el que se emitía «Cualca» («Duro de domar») realizó un informe y un debate con reacciones duras por el sketch «Capocómicos» por aquello que estaba diciendo Malena Pichot sobre los históricos humoristas argentinos y su rol en la televisión hace unos nueve años atrás, mientras que es evidente que «La panelista» no forzó, por el momento, mayor ruido y aún menos una reacción reflexiva.