¿Qué tesoros bibliográficos guarda la Academia Nacional de Ciencias desde 1869? Su digitalización revela un legado crucial para comprender nuestro pasado y futuro científico.
La Biblioteca de la Academia Nacional de Ciencias (ANC) alberga un patrimonio bibliográfico de inestimable valor, que incluye libros antiguos que se remontan al Siglo XVI, primeras ediciones y ejemplares autografiados, como «El origen de las especies» de Charles Darwin. Su acervo también comprende obras fundamentales para la Historia y la Filosofía de la Ciencia, tales como Annalen der Physik und Chemie (Anales de Física y Química, conocidos como Anales de Poggendorff) desde 1824 y el Journal der Pharmacie und Apotheker (Revista de Farmacia y Farmacéuticos, desde 1794), entre otras publicaciones de similar trascendencia en su Hemeroteca. Estas joyas bibliográficas constituyen el legado científico de pensadores relevantes y representan una fuente de conocimiento primordial para investigadores y estudiantes.
Consciente del valor intrínseco de su patrimonio bibliográfico, la ANC implementó medidas para su adecuada preservación y divulgación. En colaboración con el Centro Regional de Preservación y Conservación del Patrimonio Cultural, se capacitó al personal de la biblioteca para asegurar el manejo y almacenamiento apropiado de los ejemplares que propiciaría la digitalización. En este sentido, la ANC se erige como un centro de excelencia que contribuye al desarrollo, progreso y difusión de las ciencias, albergando un repositorio de libros antiguos de valor incalculable.
La digitalización del patrimonio bibliográfico de la ANC reviste una importancia fundamental por diversas razones. En primer lugar, asegura la preservación a largo plazo, salvaguardando las obras originales del deterioro. En segundo lugar, facilita el acceso a este tesoro cultural y científico a investigadores, estudiantes y al público en general a nivel global, reconociendo la labor de pioneros en diversos campos de estudio, incentivando a las nuevas generaciones a seguir sus pasos en la investigación científica y promoviendo la democratización del conocimiento. Claramente, se eliminan barreras geográficas y económicas para el acceso a la información, abriendo nuevas perspectivas para la investigación, la educación y la divulgación científica.
Recientemente, desde la coordinación de Patrimonio Cultural de la Nación, se destacó la relevancia de la conservación preventiva del Patrimonio Cultural y la concienciación sobre el soporte digital como una herramienta patrimonial que ofrece una serie de beneficios cruciales en contextos de recursos limitados. La digitalización patrimonial presenta beneficios sustanciales, cuya materialización requiere la obtención de financiamiento. No obstante, persisten desafíos significativos, inicialmente, la priorización de elementos patrimoniales de alta vulnerabilidad o valor cultural e histórico para su digitalización. Subsecuentemente, es crucial fomentar la colaboración interinstitucional entre entidades culturales, gubernamentales y privadas para optimizar recursos, conocimientos y experiencias. Adicionalmente, la selección de tecnologías accesibles y de bajo costo, junto con la capacitación en el manejo de herramientas y técnicas de digitalización, así como en la gestión y difusión de recursos digitales, resulta fundamental. A pesar de los avances logrados, la insuficiencia de recursos financieros continúa limitando la digitalización y publicación integral en línea del patrimonio bibliográfico, dejando un volumen considerable de material pendiente de procesamiento. En este contexto, es fundamental que se asignen recursos adicionales para completar este proyecto de gran valor cultural y educativo. La digitalización del patrimonio bibliográfico de la ANC no solo permitiría su preservación a largo plazo sino que, también, abriría nuevas posibilidades para el desarrollo científico, la educación y la cultura en Argentina.
Existen muchas preguntas sobre cómo definir el pasado, cómo estudiarlo y sobre los materiales con los que cuenta el historiador para hacerlo. En este sentido, la ANC es un centro de excelencia que contribuye al desarrollo, progreso y divulgación de las ciencias que cuenta con un repositorio de libros antiguos invaluable.
Promotoras del bien común
«Las academias de ciencia acopian memoria». Esta afirmación, extraída del libro «La Academia Nacional de Ciencias: 150 años acompañando la ciencia en Argentina», subraya la trascendencia de estas instituciones. En su seno, se atesora conocimiento y experiencia, lo que les confiere una posición estratégica para anticipar el futuro, analizar problemáticas complejas y abordar desafíos críticos que enfrenta la humanidad.
Más allá de ser meros centros de conocimiento científico, las academias de ciencia actúan como verdaderos impulsores del progreso social y tecnológico. Tal como lo expresa Miguel de Asúa, la ciencia en su dimensión cultural es una actividad humana arraigada en instituciones, difundida a través de redes de comunicación, sustentada en recursos materiales, objeto de aprendizaje y transmisión, y plasmada en discursos que estructuran formas de expresión. Sus aplicaciones se vinculan estrechamente con intereses profesionales, económicos y políticos.
De esta manera, mediante la colaboración a nivel nacional, regional e internacional, se promueven iniciativas en áreas fundamentales como la salud, la educación científica, la biotecnología, la bioseguridad, el acceso al agua potable, la alimentación y la nutrición, la energía, la participación de las mujeres en la ciencia y el estímulo de vocaciones científicas. Estos programas, que involucran a múltiples naciones, adquieren una importancia creciente y establecen interacciones con diversas instituciones científicas, operando en red tanto a nivel gubernamental como no gubernamental. Se evidencia la sólida concepción de la ciencia y sus resultados como un bien público, custodiado por instituciones que los protegen de la apropiación privada exclusiva, según la perspectiva de Dominique Pestre.
Más que papel, reservorios de información desde el Siglo XVII
¿Por qué prácticamente todos los gobiernos occidentales, desde el Sacro Imperio Romano hasta la Mancomunidad de Pensilvania, fundaron una sociedad científica? La respuesta principal radica en la utilidad percibida de estas instituciones. En un intercambio recíproco entre el Estado y la institución, las sociedades científicas proporcionaron conocimientos técnicos en apoyo de la gobernanza. A cambio, recibieron reconocimiento, asistencia y un grado de autonomía para administrar sus propios asuntos. La Academia de París, por ejemplo, evaluó las solicitudes de patentes, mientras que la Royal Society of London ofreció asesoramiento especializado ocasional al gobierno británico en temas como la protección de edificios contra rayos. En general, las sociedades también gozaron de libertad para elegir y controlar a sus miembros, publicar sin restricciones e iniciar proyectos científicos.
El número de sociedades científicas oficiales experimentó un crecimiento exponencial después de 1700, como parte de un movimiento institucional europeo que consagró al Siglo XVIII como «La era de las Academias». Dentro de ciertos círculos urbanos, la formación de sociedades eruditas representó una manifestación de la sociabilidad contemporánea. Complementando a las organizaciones de élite, numerosas organizaciones no oficiales ampliaron el conjunto de instituciones formalmente establecidas. Es crucial ubicar a las sociedades científicas del Siglo XVIII dentro del contexto más amplio de las organizaciones eruditas de la época. Si bien las sociedades científicas más destacadas se dedicaron principalmente a las ciencias naturales, muchas, especialmente las de carácter provincial, también incorporaron otros intereses disciplinarios, como las bellas letras.
Coincidiendo con estos desarrollos, en el Siglo XVII surgieron nuevos mecanismos para la comunicación científica. Anteriormente, el libro impreso, la correspondencia privada y los viajes personales constituían los principales medios de intercambio de noticias e información entre las comunidades científicas. Sin embargo, la creación de redes institucionalizadas de correspondencia, vinculadas a las sociedades científicas emergentes, representó una innovación aún más trascendente. La aparición de la revista científica en la década de 1660 marcó una novedad final en la «revolución organizacional» del siglo XVII. El Journal des Sçavans se publicó en París en 1665, seguido en el mismo año por las Philosophical Transactions de la Royal Society of London. Las publicaciones científicas ofrecieron una difusión más oportuna que los libros y un acceso más amplio que la correspondencia. De hecho, las revistas establecieron el artículo científico como la unidad estándar para la publicación de los resultados de la investigación científica.
Entonces, la ciencia se popularizó por primera vez en el Siglo XVIII. Si bien para algunos fue una fuente de entretenimiento, lo que a menudo lleva a subestimar la seriedad del trabajo científico realizado, formó parte de un proceso educativo general. El amplio interés popular en la nueva ciencia produjo dos resultados significativos. En primer lugar, el comercio de fabricación de instrumentos recibió un apoyo tan sólido que pudo producir nuevos instrumentos de investigación. En segundo lugar, la presión del interés popular estimuló el patrocinio de la ciencia por parte de gobiernos, sociedades científicas e individuos acaudalados, proporcionando los recursos necesarios para impulsar la investigación científica.
Tesoros científicos para el futuro
La Academia Nacional de Ciencias (ANC), fundada en 1868, se erige como un faro en la historia del progreso científico y tecnológico de Argentina. Su trascendencia radica en haber sido hogar de mentes pioneras como Germán Burmeister, Florentino Ameghino y Francisco Moreno, figuras que marcaron el inicio y desarrollo de disciplinas como la zoología, la paleontología y la exploración científica del territorio, entre muchas otras áreas del conocimiento.
Al navegar por la historia de la ANC, se revela la visión de Domingo Faustino Sarmiento quien, más allá de su pasión por la educación, impulsó con determinación el desarrollo científico, incluso, manifestando sus propias concepciones sobre la ciencia. El calibre de sus ideas se vislumbra en discursos como el de la inauguración del Observatorio Astronómico de Córdoba, una iniciativa vanguardista para su época, a pesar de las críticas iniciales que la consideraban prematura o superflua para un país en desarrollo. Sarmiento argumentaba con claridad: «Es anticipado o superfluo, se dice, un observatorio en pueblos nacientes y con un erario o exhausto recargado. Y bien, yo digo que debemos renunciar al rango de nación, o a título de pueblo civilizado, si no tomamos nuestra parte en el progreso y en el movimiento de las ciencias naturales».
Él percibía con nitidez la necesidad de iniciar y cultivar disciplinas científicas en un país con escasa infraestructura y una limitada disponibilidad de personal capacitado en ciencias exactas, físicas y naturales. Esta ambiciosa visión enfrentaba la incomprensión de una intelectualidad local mayoritariamente formada en humanidades. No obstante, la figura y la visión de Sarmiento, asociadas al progreso y la modernidad, resonaban con las «sorprendentes aplicaciones de la ciencia al trabajo», mientras que una educación inclusiva facilitaba la expansión del mercado interno y la formación de una ciudadanía competente para adoptar innovaciones tecnológicas. Así, la Academia, acompañando los avatares de la historia nacional, perduró como un centro de investigación de vanguardia e incubadora de talento científico.
De hecho, fue Burmeister quien, en sintonía con el entonces presidente Sarmiento, concibió con ambición la integración de la Academia en la Universidad Nacional de Córdoba. Estas gestiones culminaron en la Ley 322, promulgada por el presidente el 11 de septiembre de 1869, que autorizó la contratación de profesores extranjeros y se considera la fecha fundacional de la Academia Nacional de Ciencias.
Más que un simple edificio, la ANC se erigió en testigo de la rica historia científica y cultural de Argentina. Su sede histórica, con una extensión aproximada de 6.500 metros cuadrados, fue el primer espacio de trabajo para los pioneros que exploraron el territorio argentino y para aquellos que avanzaron en química, física y matemática. Alberga una diversidad de espacios adaptados para distintos fines, desde ceremonias y conferencias hasta presentaciones de libros, clases y demostraciones prácticas, resaltando su valor arquitectónico singular, que desafía el estereotipo tradicional de una academia de ciencias.
Hoy en día, a través de diversos programas, actividades y concursos, la ANC se presenta como un espacio que fomenta el aprendizaje y la creatividad, un punto de encuentro entre el arte y la ciencia. La organización de congresos, simposios, conferencias, muestras y exposiciones facilita el intercambio de conocimientos entre investigadores, la difusión del saber científico a la sociedad y la promoción de la cultura científica. En definitiva, es un espacio dinámico que inspira a las nuevas generaciones a explorar el mundo de la ciencia y a contribuir al progreso del país.
En el ámbito de la historia natural, la ANC alberga cuatro museos de la Universidad Nacional de Córdoba: el Museo Botánico, el Museo de Zoología, el Museo de Mineralogía y Geología y el Museo de Paleontología. Estos espacios ofrecen al público un recorrido fascinante por la riqueza natural y científica del país, desde la diversidad de la flora y fauna hasta los enigmas del mundo prehistórico. Se organizan actividades conjuntas, como la Noche de los Museos y el Día de la Fascinación por las Plantas, que acercan la ciencia y la naturaleza a personas de todas las edades.
En esencia, más que una estructura física, la ANC constituye un universo de aprendizaje y descubrimiento que invita a la exploración, la reflexión y la creación. Un espacio donde la historia, la ciencia, el arte y la creatividad convergen para inspirar y transformar. La digitalización del patrimonio cultural se presenta como una herramienta indispensable para su preservación, investigación, educación y difusión, especialmente en contextos de recursos limitados. Al implementar estrategias adecuadas y aprovechar las tecnologías disponibles, se puede asegurar que el patrimonio argentino, del cual la ANC es un custodio fundamental, se conserve y valorice para las generaciones futuras. Por lo tanto, digitalizar el patrimonio documental es una tarea crucial que permite también preservar la memoria y fortalecer la identidad nacional.