Blinken y la tensión china

La visita que realizó a China el lunes pasado el secretario de Estado de los Estados Unidos de América, Anthony Blinken, podría decirse que en cierto punto es histórica.

Se trata del primer viaje de una comitiva diplomática oficial estadounidense a China desde el año 2018, época en la que Donald Trump había decidido acelerar con la llamada “guerra comercial” contra el gigante asiático, en una disputa frontal que ya se avizoraba desde la época de Barack Obama. Cinco años después de aquellos acontecimientos, este encuentro bilateral refleja una decisión tomada por parte de Estados Unidos que tiende a desescalar, al menos relativamente, en sus rispideces geopolíticas con China, para concentrarse, en estos tiempos de guerra europea, en el gran mal que Occidente en su auto arenga se enorgullece en combatir: Vladimir Putin.

El secretario estadounidense comenzó reuniéndose con el ministro de Relaciones Exteriores de China, Qin Gang, y después con el presidente, Xi Jinping.

A la salida del encuentro entre cancilleres, Gang le pidió a su par “que lo que hablamos se cumpla. Sabe la importancia de la palabra de dos hombres en nuestra cultura. Espero que luego de esta reunión no digan lo contrario a lo hablado. Porque este canal de diálogo puede modificarse”, y agregó: “La cuestión de Taiwán está en el centro de los principales intereses de China, el asunto más importante en las relaciones chino-estadounidenses y el riesgo más notable”.

Posteriormente, Blinken aclaró: “Estados Unidos no estudia ni hará ningún cambio sobre Taiwan. No apoyaremos ninguna declaración unilateral eventual de independencia de la isla, porque iría en contra del status quo defendido por las Naciones Unidas”, en referencia a la política de la llamada Una Sola China, opuesta a los intereses taiwaneses.

El encuentro de Blinken con Xi Jinping fue cordial y estuvo en sintonía con la búsqueda de distender políticamente la relación bilateral entre Estados Unidos y China. Sin embargo, horas después, el presidente Joe Biden llamó “dictador” a su par chino, en lo que para muchos fue una extrañeza, justamente porque en simultáneo había enviado nada menos que a su secretario de Estado a Beijing con el objetivo de generar un escenario opuesto al que sus declaraciones provocaron.

Tras difundirse esos dichos, pronunciados cuando mencionaba el incidente de los globos espía, en el marco de un discurso en una campaña de captación de fondos, la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China respondió con dureza: “Los comentarios de los Estados Unidos son extremadamente absurdos y completamente irresponsables. Van totalmente en contra de los hechos, violan gravemente el protocolo diplomático e infringen la dignidad política de China. Es una provocación política flagrante. China expresa una fuerte insatisfacción y oposición”.

Desde el pico de tensión que produjo, en agosto de 2022, el viaje a Taiwan de la entonces presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, se venían acumulando acontecimientos conflictivos entre ambos países. En febrero de este año había ocurrido el mencionado episodio de los globos espía que sobrevolaron territorio estadounidense. Recientemente, a fines de mayo y a principios de junio, ocurrieron los de mayor rispidez. Primero, un incidente entre un avión militar de vigilancia norteamericano y un avión de caza chino, en la zona del Mar de China Meridional; y luego, un episodio entre dos buques militares en la costa de la isla taiwanesa.

El balance del viaje del secretario de Estado, Anthony Blinken, deja como logro un “entendimiento en varios puntos específicos”, según afirmó Xi Jinping, contándose entre otros ítems la promesa de lucha conjunta contra el narcotráfico. Sin embargo, según dijo el propio Blinken, es un “trabajo en progreso”, que Estados Unidos plantea en forma gradual y por etapas, en lo que constituye, al menos discursivamente, el anuncio de una nueva política bilateral con China.

Está por verse si en este contexto internacional sumamente convulsionado y con la creciente influencia de China tanto en América Latina como en África o Medio Oriente (en detrimento de la expansión estadounidense), esta desescalada es una alternativa viable o no pasará de una formal carta de intención, cuando no, de una fachada.