«Dudo que se pueda vivir de la escritura»

El escritor Federico Baggini editó «Las tres mitades del trauma», su sexto libro, conceptualizado en una conjunción de poemas cortos que van bien al hueso y que se insertan desde diferentes lugares en las entrañas de los lectores.

Un detalle sobresaliente de la estructura de venta reside en la preventa a la gorra, muy coherente a un autor muy arraigado a lo social. “Principalmente, la idea responde a un fin benéfico”, resalta Ballini. “En general, se hace para cubrir el gasto de impresión, pero en mi caso fue para recaudar fondos y así poder asegurarle un ingreso a los diferentes comedores para los cuales estaba difundiendo esa preventa”.

¿Cómo viste la respuesta de la gente?

«Fue realmente buena, se vendieron casi 200 libros, lo cual en el contexto actual es algo bastante importante, simbólico y a la vez paradójico. Recibí muchos mensajes de afecto, de apoyo, de empuje. Se celebra desde ese lugar.»

Hay armado un estilo de poemas cortos, directos.

¿Fue algo que se conceptualizó o de repente te encontraste con este estilo?

«Su concepción de poemas cortos tiende a ser una conceptualización. En principio, no iba a ser un libro de poesía, yo trabajaba con textos más largos. Pero cuando lo fuimos trabajando con las diferentes personas con las que interactúo en cuanto a corrección, revisión de textos y opiniones, me fui dando cuenta de que muchos de los textos estaban compuestos por partes que no terminaban de ensamblarse. Entonces, ante el forzamiento de un intento de amalgamar un texto y la posibilidad de que cada texto funcionara de forma autónoma, me llevó a entender que podía ser poesía breve.

No necesariamente tengo que corregir todo para que funcione un texto largo sino que si funciona cada parte individualmente, tiene un contenido y tiene un impacto, los poemas pueden ser breves. Me incliné por esta opción y surgió un libro que interpela pero es de impacto, se lee muy rápido y tiene una diversidad importante en lo interno. Hay poemas accesibles, otros más codificados. Sé a qué público le va a gustar cada poema.»

La impronta social que se ve en los hechos y acciones de Baggini también se impregna en sus libros, desde aquel debut en prosa con «Acariciapájaros» (2012) hasta muchos poemas de esta última obra. “Creo que tiene que ver con mi experiencia histórica”, reconoce, y nos adentra más en su vida: “A los 13 años me fui de la casa de mis viejos a vivir a una villa, en la Zavaleta del barrio porteño de Barracas. Después viví en Colombia, también en villa, y cuando volví me instalé en Villa Parque Quirno en Villa Tesei, Hurlingham”.

Te atraviesa desde siempre

«Toda esa experiencia de haber vivido y desarrollado diferentes proyectos e iniciativas en contextos vulnerados me lleva a que eso esté impregnado en mi literatura sí o sí. Es algo que me atraviesa de lleno. Eso va a estar inherentemente afectando a mi escritura, generándose una interacción entre lo literario y lo social. Es complejo que una experiencia de veinte años de vivencias de villas, de ser un vecino más, no termine influyendo a la hora de la producción literaria.»

¿En qué aspectos sentís que más evolucionaste desde aquel debut en 2012?

«Creo que uno va creciendo, se va desarrollando, adquiriendo recursos, herramientas, realizando lecturas que se van puliendo más. Como cambio significativo y hasta simbólico, mi primer libro era uno muy barroco, de una búsqueda muy poética pero desde los recursos y herramientas equivocadas. Ha sido un libro muy ornamentado y no es capaz de adaptarse a una contextualidad, ni en el registro vocal ni en el registro verbal, léxico, semántico de una actualidad en la que las lecturas tienen que ser más rápidas, tienen que tener otro sentido, ser más accesibles. Permitirle a la gente una libre interpretación pero sin tanta codificación. Hoy soy mucho más consciente de eso, de trabajar con la forma, con la profundidad del lenguaje y todas sus posibilidades, además del contenido. Creo que ser consciente de eso marca una gran diferencia con respecto a lo que fue aquella primera obra publicada.»

¿Qué nos podés contar de «Sesiones de Poesía Compartida», el ciclo audiovisual que generaste en 2017 y ya va por su tercera temporada?

«Es una iniciativa mediante la cual invito a una persona a escribir un texto en conjunto y después ponemos una fecha de grabación y lo hacemos con la productora Solaris Fotografía. Es un ciclo audiovisual de poesía y literatura contemporánea en el que dos personas nos juntamos, coescribimos un texto y luego nos graba la productora interpretando esa lectura. Está en las distintas redes sociales y tiene la impronta de dejar un registro de diferentes voces contemporáneas relacionadas a la literatura, con una búsqueda muy específica y sesuda en relación a la calidad estética, imagen, audio, contenido que se propone a nivel literario, como así también la edición de las tomas.

Está todo muy curado, hay una curaduría que empieza con la pre producción de las personas invitadas y así sucesivamente. Entendemos que proyectos que difundan y hagan videos de poesía hay un montón, pero los que tengan la impronta que tiene ‘Sesiones de poesía compartida’ en cuanto a calidad de producción no hemos encontrado. Eso es lo que queremos hacer, que en relación a la poesía haya un proyecto de mucha calidad, que no sea un arte que queda librado al azar de las posibilidades.

Asimismo, existe también el proyecto de ‘La Jerga Ajena’, otro ciclo audiovisual relacionado a lo literario en el que se me ve a mí leyendo e interpretando textos de dos autores, une contemporáneo y une fallecido, que por algún motivo ha sido muy representativo y significativo su aporte en lo literario a nivel nacional, pero por otros motivos no ha sido muy popular o mediático. Trazamos diferentes paralelismos, y también se leen las biografías de les autores para explicar de quienes hablamos. Queremos que la historia de las personas también sea importante.»

¿Cómo es la vida de un escritor independiente en Argentina?

«Es muy complejo ser escritor, ya sin mencionar el calificativo independiente. De hecho, dudo que haya personas que puedan vivir de la escritura. Les autores más conocides no viven de la venta de sus libros, pueden tener un par de meses en los que con el viento de cola de un libro que se estrenó tiene una gran cantidad de ventas repentinas pero después pasan cuatro meses y ese ingreso ya se licúa. Tenemos que vivir de muchas cosas en paralelo: escribir para medios, revistas, dar clases, formar parte de espacios de educación, ser editores, correctores, impresos, gestores culturales. Son muchas y muy variadas las actividades y los oficios que desarrolla una persona que escribe para intentar sustentarse.»

En ese contexto, ¿la independencia termina siendo por convicción, necesidad o consecuencia?

¿Un poco de cada cosa?

«Es claro que es por convicción, pero muchas cosas son por consecuencia: no hay en este país una legislación alrededor de lo que es la profesión y el oficio de escritor. Las legislaciones en torno a la producción literaria son muy escasa y antiguas, los límites son muy difusos en torno a la venta de libros, en torno al escritor como trabajador y sus derechos, beneficios y responsabilidades.

Ahí radica otra cuestión: hay cierta ausencia estatal. Lo que me parece interesante de la autonomía tiene que ver en que uno no está atado a ceder los derechos a nadie o a tener en su libro una marca comercial que lo único que tiene son las facilidades para poder publicar un libro. Como yo trabajo en una imprenta me lo puedo auto publicar, entonces prefiero no tener una marca comercial que aparezca en mi libro sin haber hecho nada del contenido intelectual.»