Ecos del festival: dos propuestas atrayentes

La 38° edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata contó con dos destacados exponentes.

Por un lado, «La Chimera» de Alice Rohrwacher (presentada en la sección Autores), una eterna mimada del Festival de Cannes, y algunas de cuyas películas integraron la programación del festival en ediciones anteriores («Le Meraviglie» y «Le Pupille»).

En esta oportunidad, la realizadora nos presenta la historia de un arqueólogo inglés que, a poco de salir de la cárcel, se reencuentra en su pueblo natal con sus compañeros “tombarolis”, con quienes saquean tumbas con el fin de encontrar tesoros de la época etrusca.

El film se constituye en una apuesta hacia lo romántico (Arthur, su personaje principal, va en busca de su amada muerta, quien se le aparece en sueños y hasta en otro plano), y la preservación de los espacios de tierra, siempre en tono de fábula, con su consabido toque melancólico y de añoranza y el deseo de una vida mejor.

Con toques fellinianos, y caricaturas siempre queribles merodeando en espacios abiertos, exhumando el pasado para resignificar el presente, la propuesta de Rohrwacher demuestra que la misma se consolida película a película.

Otra propuesta de la misma sección es «La Bestia» de Bertrand Bonello, que fue adquirida para su distribución local, y se presenta luego de su desembarco en la sección Oficial del Festival Internacional de Cine de Venecia.

Este opus se centra en la historia de Gabrielle y su búsqueda del amor a lo largo de distintas épocas. Para ello debe purificar su ADN desde una tina bañada de negro.

La conjunción de géneros en Bonello es notable: melodrama, película de terror, ciencia ficción y todas las múltiples alternativas creativas que este universo fusionado ofrece.

Su protagonista, Lea Seydoux, ofrece su variedad de recursos interpretativos en las distintas heroínas que le toca componer.

La mirada de este eficaz realizador es compleja y logra amalgamar un multiverso creativo que se agradece, en el que las pulsiones del deseo y de la violencia se debaten en una pulseada en la que tal vez, la bestia interna que todos llevamos dentro intente salir de su caparazón.