El cielo se va a reir

Tuve la suerte de verlos en vivo más de una vez y, pese a eso, con chistes sabidos de memoria la risa brotaba una y otra vez, tal era la habilidad del grupo para renovar aún sus más conocidos sketches.

Hablo de Les Luthiers, que este viernes se quedó con un integrante menos: Daniel Rabinovich, quien falleció a los 71 años por problemas cardíacos, según la versión oficial. Ya en las presentaciones del grupo en Mendoza no había estado presente por su estado de salud y en el año 2012 había sufrido un preinfarto durante una gira por Uruguay, por lo que estuvo lejos de los escenarios por un tiempo. En marzo de 2015 su salud volvió a desmejorar, lo que le impidió seguir formando parte de los shows programados de Les Luthiers.

Rabinovich era escribano pero se dedicó al espectáculo, a la música. Era guitarrista y también tocaba el violín. Claro que en un conjunto como Les Luthiers también hay que ser experto en instrumentos exóticos como los que siempre utilizaron. En el caso de Rabinovich sus predilectos eran el «bass-pipe a vara» o el «calephone».

Daniel Abraham Rabinovich Aratuz, tal su nombre completo, nació el 18 de noviembre de 1943 en Buenos Aires. Apodado Neneco, en la biografía oficial que aparece en el sitio de Les Luthiers dice: «De chico me crié en el Palacio de los Patos, un complejo de viviendas ubicado en Ugarteche y Las Heras, en Buenos Aires, donde viví hasta los 18 años. Allí había varios folkloristas, que me dejaban asistir a sus reuniones. Fue donde por primera vez escuché cantar a voces y tocar la guitarra».

Tanto su padre como su madre eran aficionados a la música, la madre había estudiado piano mientras que al padre, también abogado penalista, le encantaba silbar y cantar tangos. Rabinovich estudió violín desde los 7 a los 13 años y al año siguiente empezó guitarra. Su sueño por entonces era ser folklorista y durante su adolescencia integró el grupo Los Amanecidos.

En 1967 formó junto a Gerardo Masana, Marcos Mundstock y Jorge Maronna el grupo Les Luthiers, a quienes conoció en el coro de la Facultad de Ingeniería de la UBA, donde además de recibirse de escribano estudió Derecho.

Con el tiempo fue ganando espacio en las funciones del grupo y se destacó por su protagonismo actoral. «Con los chicos ya somos como un monumento. Somos débiles, inseguros, pero somos un gol de media cancha como grupo humorístico y como espectáculo. Es un envase brutal para estar adentro. Es un muy buen matrimonio de cinco señores que en vez de parir chicos paren espectáculos», era su explicación de acerca de la química del conjunto.

«Nos sentamos a hacer un espectáculo y tratamos de que nos salga lo más lindo posible. Convengamos que no es un humor trillado, es un humor inteligente, por decirlo de alguna manera. Lo que nos interesa es que la gente se muera de risa y sonría», describía el escribano las actividades de Les Luthiers durante los más de 40 años de trayectoria.

Además de la música le gustaba jugar al billar o al bridge, y pasar tardes con sus nietas.

También incursionó en el séptimo arte y participó en las películas «Espérame mucho» (1983), «¿Quién dice que es fácil?» (2007), «Mi primera boda» (2011), «Extraños en la noche» (2012) y «Papeles en el viento» (2015). La televisión lo tuvo entre sus protagonistas en las series «Tiempo Final» (2002), «La familia potente» (2003) y «La Dueña» (2012) y las miniseries «Los gringos» (1984) y «La memoria» (1985). Tambien participó de los ciclos televisivos de humor «Peor es Nada», conducido por Jorge Guinzburg y Horacio Fontova, «Juana y sus hermanas» en 1991 y «La Argentina de Tato» en 1999.

Su última pasión fue la escritura. «En Les Luthiers soy cantante, payaso, actor, pero no escribo. Las ideas son de los demás. Un día me puse a escribir una idea, de un divorcio de una pareja y me gustó mucho ese poder de hacerles hacer a los personajes lo que yo quería. Yo no creo en Dios, pero era un poco como ser Dios. Me empezaron a llegar ideas y empecé a escribirlas, y a sentir el poder que yo veía en mis compañeros. Pero no me siento escritor. Me siento actor, payaso, músico a veces, pero escritor todavía no»,  explicaba Rabinovich, autor de los libros «Cuentos en serio» (2003) y «El silencio del final, nuevos cuentos en serio» (2004).

Casado con Susana y padre de Inés y Fernando, su familia era el refugio preferido. «La críticas no me pesan, la vida me pasa por otras partes. Por actuar bien, por estar con mis hijos, mis nietas, mi mujer», sentenciaba.