El ejercicio de una cinefilia responsable

El primer señalamiento posible sobre “El Prófugo” es la evolución de su directora con respecto a su ópera prima, “Muerte en Buenos Aires» (2014). Su primera película era un policial excesivamente genérico reposado sobre el ejercicio de estilo amplío que representa la recreación de los 80′. Siete años más tarde, Natalia Meta regresa para plantarse en la antítesis de ese cine plano sin vuelos narrativos y vacuo de ideas más personales. Su segunda obra puede considerarse como la película argentina que se inscribe en una corriente mundial de “cine de género hecho y protagonizado por mujeres”.

En el siguiente recorrido veremos algunas conexiones posibles de “El Prófugo” con un cine reciente y, también, otro que puede ser considerado clásico y/o de culto.

«Censor» (2021) de Prano Bailey-Bond

La relación de “El Prófugo” con esta primera película de la galesa Bailey Bond es la más transparente, por varias razones. En ambas historias, las protagonistas son mujeres con un trauma que deben acarrear y que, además, afecta en su cotidianeidad laboral. Otra similitud está en la percepción y el punto de vista: ¿hasta qué punto las situaciones pertenecen al orden de la realidad y desde dónde se trata de una reconstrucción mental distorsionada de ciertos hechos?

El cine dentro del cine también es otro casillero que se puede llenar en las dos películas. En “Censor” es la época más feroz del “thatcherismo” con la censura cinematográfica más dura de Occidente por aquellos tiempos, lo que se conoció como las “videonasties”. Una lista de películas que afectaban la moral, las buenas costumbres y la institución familiar, según el gobierno de la época en Reino Unido. Inés (Érica Rivas) es una doblajista de películas orientales de corte BDSM, que se le pegan por la yuxtaposición de su figura con las de las imágenes que se proyectan en el estudio donde trabaja. También, pero de otra forma, las películas se le impregnan a la protagonista de “Censor” en un descenso a los infiernos de su vida laboral y personal, a la vez.

«Saint Maud» (2019) de Rose Glass

Después de varios cortometrajes, Rose Glass realizó su primera película. La palabra casualidad no es pertinente para pensar en primeras películas de realizadoras interesadas en el cine de terror, thriller o géneros, otrora asociados solo a hombres. Si profundizamos, existe otro punto de conexión que es el de la realidad aumentada, deformada o (por lo menos) borrosa, sufrida por un personaje protagónico femenino. En “El Prófugo”, “Censor” y “Saint Maud” son mujeres que padecen un arrebato perceptivo como consecuencia de hechos traumáticos sufridos. Las particularidades, los tonos y los intereses de cada una de las directoras son las que definen la singularidad de sus películas. En “Saint Maud”, la protagonista es una joven enfermera religiosa que se obsesiona con la mujer que debe cuidar: una exbailarina que tiene una enfermedad terminal con un estilo de vida que ella juzga por sus valores cristianos. Desde ese encuentro, su vida se verá subsumida en una espiral descendente de locura.

«Berberian Sound Studio» (2012) de Peter Strickland

Otra segunda película, inglesa y sobre el mundo del cine, en esta oportunidad ubicada en los gloriosos 70′ del cine italiano de terror. Un ingeniero de sonido es contratado para realizar la postproducción de una película de brujas realizada por un director italiano, símil Darío Argento en la etapa de “Suspiria”. El juego del doble o del doppelganger es también la recurrencia que utiliza Natalia Meta en “El Prófugo”, un lugar común para desplegar una serie de ideas que pueden bifurcarse en diferentes caminos posibles. La frontera difusa entre lo real y lo imaginario es otro tópico que ambas películas, la de Strickland tanto como la de Meta, presentan aunque en sentidos dispares. El sonido es un aspecto que también comparten, en un sentido narrativo, ambas historias. Mientras Inés padece una alteración de su voz para poder retomar su vida normal, el ingeniero de sonido de «BST» es puesto a prueba en las distorsiones visuales a partir de lo escuchado.

«Blow Out» (1981) de Brian De Palma

Una de las mejores películas de “el cine sobre el cine”. De Palma hace un contra plano sonoro de “Blow up” de Michelangelo Antonioni al plantear la duda de una realidad contada a medias. En el cine, el sonido no es suficiente para creer porque se precisa de una legitimidad visual. Esa idea pre configurada de “ver para creer” es deconstruida conceptualmente en “Blow Out”, porque “el cine es la mentira 24 cuadros por segundo”. “El Prófugo” también transita la senda de la distorsión visual o, al menos, de una duda con respecto a lo que se muestra. Todo lo expuesto puede demolerse, la ilusión y el desencanto de una óptica errada aparecen en las dos películas. La gran diferencia está en el sabor amargo del final de la película de De Palma, porque de todo el caso policial solo queda un efecto de sonido para una película slasher, mientras que en la película argentina hay un cierre eufórico para entregarse a lo carnal y visceral, ausente de un arrepentimiento para abrazar con todas las manos posibles a una locura que ya está enraizada en lo más profundo.