El mundial no es para todos

Falta poco, apenas días para que se inicie la mayor cita futbolística, la Copa Mundial de la FIFA. Y el país anfitrión no es otro que el máximo galardonado en esta competencia con 5 triunfos: el pentacampeón Brasil. Pero no todo es felicidad y alegría en el país organizador.
Las protestas contra la organización del Mundial o, más precisamente, contra los gastos que genera realizar dicho certamen, genera marchas de repudio y reclamos de que ese dinero sea destinado a necesidades más importantes para el país como educación o salud. Sumado a esto hay grandes quejas por los costos para construir o refaccionar estadios o diferentes obras de infraestructura como rutas, aeropuertos, etc. Los valores estarían incrementados por la corrupción que habría hecho que se necesitara más dinero del presupuestado originalmente para las canchas disminuyendo el monto disponible para las demás tareas que, de acuerdo a los manifestantes, son más necesarias y servirían más a la población una vez que el torneo sea historia.
El año empezó con marchas
En enero de 2014 en varias ciudades de Brasil como Sao Paulo, Río de Janeiro, Belo Horizonte y la capital Brasilia se realizaron manifestaciones contra la organización del evento. Miles de jóvenes llevaban carteles con leyendas como «Si no hay derechos, no hay Copa», «Si no hay transporte, la Copa se va a detener» o «FIFA go home». La mayoría de las protestas fueron pacíficas, a excepción de Sao Paulo, la más multitudinaria. En dicha ciudad hubo ataques contra bancos, concesionarias de autos, incendios y rotura de cristales. En Goiania, centro de Brasil, las personas cuestionaron los excesivos gastos y los manifestantes bloquearon el tránsito vehicular.
El objetivo de las manifestaciones era denunciar lo precario que es el funcionamiento de los servicios públicos como salud y transporte y la calidad de la educación, contra los gastos que se están haciendo para la Copa del Mundo. «Las manifestaciones públicas forman parte del régimen democrático. En caso de vandalismo, las fuerzas de seguridad serán activadas», informaron desde la Secretaría de Seguridad Pública del estado de Rio de Janeiro.
Al mes siguiente, en febrero, las protestas por el precio del transporte público se efectuaron en Río y miles de personas se manifestaron contra el alza del boleto y criticaron el gasto para el Mundial y que el mismo sea financiado con este incremento en el transporte y aumentos en impuestos. Las subas de 10 centavos en el valor del pasaje se efectuaron en el medio de quejas de la FIFA por las demoras en las obras en los estadios.
Ese mismo mes en Sao Paulo manifestantes anarquistas del grupo Black Bloc, vestidos de negro, con los rostros cubiertos y custodiados por un fuerte contingente militar, gritaban “No va a haber copa”. La marcha fue convocada a través de Facebook y hubo enfrentamientos entre la gente y la policía.
En la página de Facebook contra la Copa 2014 se denunció que Brasil vive en un caos por la falta de inversión en salud, educación e infraestructura, y se cuestiona al Estado y al gobierno de Dilma Rousseff por desembolsar recursos para la organización del torneo de fútbol. «El gobierno quiere hacer creer que Brasil es alegría y carnaval, pero no es así. Vine para protestar contra el Mundial. Se gastaron millones en estadios y no nos dan salud o educación», dijo Fernanda Moreira, de 19 años. «Es un país muy desigual», señaló Lucas Souza, de la misma edad.
El monto previsto de inversiones es de unos 11.000 millones de dólares en la organización del Mundial 2014, la que se llevará a cabo entre el 12 de junio y el 13 de julio de este año. Se trata de la mayor inversión en la historia de estos eventos.
Los aborígenes se suman a las protestas
Este pasado mes de mayo, a menos de un mes del partido inaugural del Mundial, la capital de Brasil fue sacudida por manifestaciones de un grupo de indígenas que intentaban ingresar al Estadio Nacional (donde la copa de oro se encuentra en exhibición). Los manifestantes fueron reprimidos con gases lacrimógenos mientras que la policía fue agredida con piedras. Los aborígenes, vestidos con sus ropas tradicionales y armados con arcos y flechas, critican una ley en el Congreso que amenaza con reducir el tamaño de sus reservas y se sumaron a una manifestación convocada por el movimiento Trabajadores sin Techo, que cuestiona las obras de los estadios para el Mundial porque alegan que fueron demasiado costosas, lo que obligó a un alza precios de los bienes raíces y forzó a familias humildes a dejar sus hogares.
El estadio de Brasilia costará 1.900 millones de reales (850 millones de dólares) cuando quede completamente finalizado, señalaron auditores de la ciudad en un informe publicado la semana pasada, casi tres veces superior al presupuesto inicial.
Aproximadamente medio millar de líderes indígenas de cien etnias de todo Brasil (incluido el jefe indígena Raoni, de 84 años, gran defensor de la Amazonia) subieron al techo del Congreso en reclamo de políticas para sus pueblos. Luego se bajaron de forma pacífica y, tras recorrer la gran avenida donde se encuentran los ministerios, se sumaron a la protesta de los Sin Techo.
«¿La Copa es para quién? ¡No es para nosotros!», manifestó Tamalui Kuikuru, de la región del Xingú de Mato Grosso, poco antes de los enfrentamientos con la policía y un manifestante con un altavoz gritaba «¡La Copa no la quiero, quiero ese dinero para salud y educación!». Los indígenas comenzaron su protesta con rezos tradicionales al ritmo de maracas en la plaza de los tres poderes, flanqueada por los edificios de la Presidencia de la República, el Congreso y la Corte Suprema.
Un periodo complicado
El tiempo transcurrido desde la elección de Brasil como país sede hasta la fecha, a pocos días del comienzo del Mundial, dejó un saldo de protestas en el gigante sudamericano que han sido casi constantes y en las últimas semanas casi diarias. Salvador, en el estado de Bahía, ha sufrido paros de conductores que afectaron a un millón de personas, en Río hubo dos huelgas de ese tipo y han sido dañados 700 colectivos.
La educación también ha sido perjudicada por las protestas y más de 500 profesores paulistas realizaron un paro de un mes en reclamo de mejores sueldos. Sus colegas cariocas bloquearon el mes pasado la salida del colectivo que transportaba a la selección brasileña hacia su centro de entrenamiento. Trabajadores de la salud carioca evalúan entrar en huelga y los vigilantes bancarios de Río paralizaron sus actividades hace casi un mes.
Por otra parte, los empleados del subte de Sao Paulo podrían parar el próximo 5 de junio, con lo cual perjudicarían a los casi 5 millones de pasajeros que lo utilizan diariamente. Esta huelga ocurriría a una semana de iniciarse el Mundial en dicha ciudad. Durante 2013, cuando se realizó la Copa Confederaciones, Brasil fue convulsionada por graves manifestaciones y marchas en protesta para reclamar que el gasto público en los estadios fuera destinado a la salud, la educación y el transporte.
En Brasil el fútbol es casi una religión, pero las cuestiones sociales también tienen su peso y se hacen notar en un evento que concitará la atención mundial. Los brasileños quieren que el torneo le deje algo más que el sexto título mundial.