«El prejuicio es inevitable para parte de la sociedad»

En lo profundo del monte pampeano, un cazador pasa sus días persiguiendo el rastro del ciervo colorado, esperando que el viento traiga el eco de sus bramidos. Este hombre solitario persigue a su presa y el sueño de ser un integrante más del monte. Cazar, para Mansinelli, se volvió una actividad de tiempo completo, quizás una excusa para estar en el monte, permanecer en silencio, en un estado entre la contemplación y la adrenalina, entre el letargo y la acción. A propósito del estreno de «La espera» conversamos con sus directoras Ingrid Valencic y Celeste Contratti.

Lo primero que hicimos fue consultar cómo trabajaron con el material para intentar que se despierte una reflexión genuina sobre el tema de la cacería y evitar que el prejuicio interpele de lleno a sus espectadores.

Celeste expresó: «Creo que el prejuicio es bastante inevitable para cierta parte de la sociedad. Cada vez que decimos que es una película que trabaja el tema de la cacería, lo primero que aparece es el prejuicio. Lo que intentamos hacer fue, justamente, trabajar con ese prejuicio, ponerlo en evidencia en el inicio de la película para después ir desarmándolo a medida que empezamos a conocer y profundizar en nuestro protagonista, Daniel. Al conocerlo nos damos cuenta de cómo es verdaderamente su vínculo con el entorno y cómo es su vínculo con el consumo de carne, particularmente. Eso hace que cuando el prejuicio hacia él cae, por lo menos a nosotras nos surgen ciertos interrogantes. ¿Cuál es nuestro vínculo con el consumo de carne y cuál es nuestro vínculo con el entorno? Qué es lo que más queda en evidencia con Daniel. ¿Cuán inmerso está él en ese mundo? Conocerlo a él en profundidad es lo que creemos hace que el prejuicio caiga».

Por su parte, Inga manifestó: «La estructura narrativa trabajada desde el montaje apunta a deconstruir ese prejuicio a lo largo de la película, es por eso que al comienzo hay un tono más misterioso si uno lo quiere ver de ese modo, para después mostrar la parte más realista de su actividad. El día, las largas caminatas, la espera, la lluvia, la naturaleza. La propuesta refleja un camino personal también desde la mirada más crítica a Daniel hasta la verdad que al menos yo encontré, es decir, mi forma de consumir carne está lejos de ser tan respetuosa del animal y el entorno como la del protagonista».

¿Cómo pensaron el tratamiento del sonido de la naturaleza y la forma en la que se relaciona con el soporte visual?

Celeste: «El tratamiento de sonido fue algo que buscamos un montón. Desde el rodaje es un elemento que percibíamos como muy interesante desde dónde construir la película. Hay algo del sonido que nos damos cuenta de que nos transporta a ese espacio. Entonces le prestamos suma atención en el rodaje, de hecho, en el último viaje que hicimos llevamos un micrófono estéreo para exclusivamente grabar sonidos ambientes, fuimos a buscar eso. Después, gran parte del presupuesto de la película se fue en la postproducción de sonido, hay más personas trabajando en la post de sonido de las que fuimos a rodaje. Sentíamos que era el último factor que iba a hacer que, en una sala de cine, el espectador pueda trasladarse de lleno a ese lugar.

Además, si no poníamos el foco ahí sentíamos que la película no se iba a sostener. Hay algo que se sostiene cuando uno puede llegar a percibir todos esos insectos y pájaros y sonidos que suenan en la película. Ocupan realmente un espacio, un fuera de campo que hace que el paso del tiempo sea placentero. Si no estuviese todo eso diseñado, probablemente sería una película mucho más difícil de transitar.»

Inga: «Creo que en cualquier película el sonido es clave pero particularmente en ‘La Espera’, la construcción sonora era la clave para que la naturaleza fuera también protagonista, y no hay entorno natural sin sonido. La capacidad que tiene el sonido de trasladarnos a esos espacios a veces es mayor, inclusive, que la imagen. Luego hay algunas sutilezas, momentos donde está trabajada para enrarecer el ambiente y otras donde es el reflejo de la realidad. Además, el trabajo hecho por Sofía Straface en la postproducción de sonido es un trabajo maravilloso que logró potenciar lo que ya habíamos trabajado en rodaje».

¿De qué forma esta película las interpeló a ustedes como narradoras?

¿Tenían prejuicios, tenían una idea de película que luego cambió?

Celeste: «Yo particularmente, por un lado, no tenía demasiados prejuicios porque sé que en las provincias esto es algo muy habitual, mi padre ha cazado, es algo que no me queda demasiado lejos. Y como comentaba antes, en cuanto lo conocí a Daniel, me di cuenta de que él pasaba a representar a un cazador bastante prototípico, pero el cazador prototípico como de los inicios de cuando la humanidad pasó a ser cazadora-recolectora. Y me gustó que él representara ese tipo de cazador y me gustó para construir una película que se aleje de la película más obvia que iba a ser la película sobre la cacería deportiva. Por otro lado, soy vegetariana hace 17 años, y me interesaba exponer ciertas imágenes. La duración de la escena de la faena no es casual. Faenar un animal a puño y cuchillo puede llegar a tomar un día de trabajo y la gente no se entera, y los consumidores de carne no se quieren enterar. Hay una intensión ahí que pretende abrir el debate. De cualquier forma, me parece que la manera que tiene Daniel de realizar su práctica es de las más respetables. Mucho más respetable que levantar una bandeja de carne en el supermercado, como bien dice él. 

Así me parece que, tomándolo a él como protagonista, estamos construyendo una película que genera más interrogantes que bajadas de línea, ciertos cuestionamientos sobre nuestro vínculo con el entorno. Y creo que si algo cambió en mí es que me llevo de esta película la idea de seguir trabajando con materiales que presten a la contemplación, que presten a conocer nuevos paisajes, a conocer otras formas de vida y experiencias, sobre todo por fuera de lo que es Buenos Aires. Me parece que es súper enriquecedor y me gustaría seguir trabajando en ese camino.»

Inga: «En mi caso fue un trabajo intenso, lo más fácil fue desarmar mi propio prejuicio, pero la parte más compleja fue desprenderme de la ‘mirada ajena’. Terminé cursando un seminario de posgrado que se llama Antropología de las Moralidades porque buscaba herramientas que me ayudaran desde lo intelectual a darle respuesta a esas voces imaginarias y a veces no tan imaginarias. Le estoy muy agradecida al docente Gabriel Noel por lo transmitido y por haberse tomado el tiempo de conversar con nosotras y sugerirnos bibliografía específica.

La película fue mutando, principalmente porque la idea inicial era trabajar sobre la cacería deportiva y la crítica a la misma, el problema para hacer esa película es que habíamos elegido a Daniel como protagonista y él no encajaba en ese estereotipo, lo cual nos llevó a hacer esta otra película y agradezco muchísimo que haya sido así, creo que el proyecto se volvió mucho más interesante a partir de eso.»