Desde este jueves 4 de julio se puede ver «La Ruptura» en el Cine Gaumont, el primer largometraje de la actriz Marina Glezer, responsable también del guion del mismo, que narra la situación precaria de un pueblo en una ciudad costera del Uruguay.
Hay un grupo de costeros a punto de perder su vivienda por el inminente desalojo que se cierne en torno a ellos por intereses inmobiliarios que permitan concretar proyectos de modernización urbana, a costa del despojo de muchos.
Lo interesante de esta propuesta es el paralelo que la realizadora traza entre los intereses y derechos colectivos y la toma de conciencia de sus pobladores y su sentido de pertenencia a la tierra, con el proceso que vive una pareja que no encuentra un norte de referencia para poder consolidarse como tal.
En este sentido, «La Ruptura», lejos de interpretarse en el sentido literal al que el concepto alude, supone el necesario quiebre de estructuras internas para poder asumir nuevos compromisos, acordes con la esencia de cada uno. Es precisamente esa ruptura interna la que enmarca no solo ese despertar social sino la que da verdadero sentido a esta unión afectiva de Julia y Pablo (muy ajustados Alfonso Tort y Catalina Silva Bachino).
En consonancia con los salvajes tiempos del despojo y del necesario debate que nuestra sociedad se debe con relación a si la identidad cultural de muchos debe prevalecer sobre el interés económico de unos pocos, este film se constituye como un despertar necesario en este adormilado momento de reacción social para proponer un tejido más armónico y justo de sus criaturas y la clara noción que la salida nunca pasa por lo individual.
Además, el film se inspira en una historia real: en el año 1995 fueron demolidas todas las casas de la playa sur, alegando supuestos motivos ambientalistas.
El uso de las locaciones ennoblece la propuesta de la realizadora, sirviendo la localidad de Cabo Polonio de bello marco al relato.
Resulta acertada la decisión del guion de anclar la subtrama social y popular al devenir de la pareja protagónica en sus procesos de cuestionamientos y fortalezas amorosas y al permitir que lo colectivo se adentre en lo individual.