Emergencia ambiental en Brasil

Mientras todo gira en torno a la pandemia que encerró a la humanidad, los ecosistemas sufren las consecuencias de la tala indiscriminada y el avance de los empresarios que ven la oportunidad de mejorar su rentabilidad a costa de un desastre ambiental. La poca injerencia y protección del gobierno hizo que, durante los últimos años, Brasil se convierta en una alarma constante de incendios, deforestación y pérdida de ecosistema. La autoridades locales luchan para contener las llamas, pero el problema persiste y se enciende la alerta roja.

Los ambientalistas están perplejos por el grado de destrucción en el Parque Estatal Encontro das Águas, que cuenta con la mayor concentración de jaguares del planeta. El pantanal de Mato Grosso continúa incendiándose y se estima que el 15% del área ya fue devastada en lo que sería uno de los mayores incendios de los últimos 20 años. El ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, afirmó que ”adquirió proporciones gigantescas”. El Estado de Mato Grosso do Sul, el más afectado, suma más de 1.400.000 hectáreas quemadas y cerca de 80 municipios afectados, por lo que las autoridades decretaron el Estado de Emergencia.

El humedal más importante del mundo es compartido por los Estados de Mato Grosso y Mato Grosso do Sul y se extiende hasta las fronteras con Bolivia, Argentina y Paraguay. El pantanal en Brasil es un bioma con una superficie de 2,2 millones de hectáreas, donde el fuego devoró hasta un 15% del territorio. Los incendios comenzaron hace dos meses y son considerados los mayores de la historia en esa zona, cuya dimensión equivale al Estado de Israel.

Efecto Bolsonaro

El gobierno de la región de Mato Grosso no duda: el desastre se debe a la acción humana intencionada y con el propósito de «crear áreas de pastoreo para el ganado».

Las devastaciones crecieron desde el comienzo de la era Bolsonaro en Brasil. El Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) contabilizó, días atrás, que solo durante agosto fueron destruidos 1.359 kilómetros cuadrados de la foresta de la Amazonía, frente a los 1.714 kilómetros cuadrados récord de agosto del 2019.

A lo largo de los primeros ocho meses del 2020 se perdieron allí 6.099 kilómetros cuadrados. El propósito siempre es el mismo: expandir las actividades agropecuarias.