Espejos rotos en la escuela

«Better Days» (2019) es una película dirigida por Derek Tsang. La historia se basa en la novela «In His Youth, In Her Beauty» de Jiu Yuexi. Es una propuesta sensible y honesta que confronta al espectador con la urgencia escolar que existe respecto a la violencia en las aulas y los altos niveles de presión social que alimenta dicha situación. Fue retirada por el gobierno chino de la sección Generations en la pasada edición del Festival Internacional de Cine de Berlín. El festival solo alegó ante el incidente que dicha decisión se debía a un inconveniente en la etapa de posproducción. Sin embargo, es de público conocimiento cuáles son los esquemas restrictivos de la nación asiática, ya que en el 2016 promulgaron una ley en la que se prohíben los contenidos que atenten contra la “dignidad, el honor y los intereses del país”. Tal y como lo hace, desde su punto de vista, un film como este en el que el sistema educativo chino -y el precario estado económico de un sector de la población- no es retratado favorablemente.

Sobre la contención

Las actuaciones de la película son maravillosas. El trabajo hecho por los protagonistas Zhou Dongyu, quien interpreta a Chen Nian -una joven que se prepara, al igual que el resto de sus compañeros para el gaokao, examen que funciona como filtro para los estudiantes de secundaria que desean ingresar en la universidad-, y por Jackson Yee, quien encarna a Liu Beishan -un delincuente de poca monta que, por azares de la vida termina protegiendo a la estudiante del acoso y maltrato que sufre a manos de sus compañeras en la escuela-, alternan balanceadamente los estados emocionales contenidos y, posteriormente, liberados con verosimilitud. Sin duda un gran logro desde la dirección de Tsang.

La escuela: un espejo sin retorno

En su libro «Navegar Entre Culturas» (2016), Silvia Bacher afirma que el paradigma de los sistemas educativos debe transformarse, pasar de una estructura autoritaria y punitiva a una más flexible en la que se tenga en cuenta la subjetividad del estudiante. Esto permite no solo que las trayectorias personales de cada alumna y alumno participen de manera directa en su proceso de formación intelectual y ciudadana sino que, además, promueve un espacio de construcción colectiva en la que la saturación informativa, y su notable relación con el diseño curricular, se resquebraja para favorecer las habilidades de comunicación, la inteligencia emocional y la capacidad para resolver problemas reales, propios de una sociedad sobrepasada por un sistema burocrático y restrictivo.

Por lo tanto, es completamente pertinente la presencia de películas como esta, ya que nos ayudan a recordar -y en muchos casos a reconocer-, que los viejos modelos de formación académica están pidiendo un cambio trascendental, uno en el que no se normalicen los suicidios ocasionados por la presión que producen evaluaciones como el gaokao -retratados con respeto en la película- ni la violencia impartida por los propios estudiantes entre sus compañeros como una herramienta para reducir la competencia a través del miedo -también expuesta en el film pero con mayor frontalidad-.

La escuela debe ser un ámbito de encuentro heterogéneo que refleje el verdadero rostro de aquellos que la conforman, y no a las paredes detrás de ellos. De lo contrario, los jóvenes ciudadanos, reconocidos en la actualidad como sujetos de derecho, seguirán rompiendo el viejo espejo en el que son forzados a mirarse, contra esa pared que los oprime, utilizando los pedazos para lastimarse a sí mismos y a cuantos les rodeen.

Conciencia y esfuerzo, las claves de la transformación

En este sentido, cabe preguntarse si ese es el mundo en el que deseamos vivir o si, más bien, debemos continuar apoyando un cambio de paradigma global en el que se les de visibilidad a producciones como «Better Days», no solo por su temática sino también por la excelencia en su realización: desde lo fotográfico a manos de Jing-Pin Yu, lo musical desarrollado por Varqa Buehrer o la edición y el montaje hecho por Yibo Zhang. Un equipo que supo contar de manera contundente la historia de una generación “perdida” que, todavía, si todos nos esforzamos lo suficiente, puede salvarse.