Historia, misterios y predicciones, 1° parte

«Aunque usted no lo crea», decía el actor Jack Palance cuando conducía el programa televisivo llamado como esa frase, dedicado a sucesos extraños o insólitos, ocurridos en distintos lugares del mundo. El papa Francisco, las bombas atómicas en Hiroshima y en Nagasaki, Hitler y el nazismo, los asesinatos de Lincoln y de Kennedy y las coincidencias entre ambos presidentes y entre ambos crímenes, además del hundimiento del “Titanic”, son algunos de los personajes y los hechos históricos, detallados en las tres partes en que serán publicada estas premoniciones, que fueron anticipadas por videntes, psíquicos, tarotistas o, simplemente, periodistas y escritores. «Aunque usted no lo crea».
El hundimiento del Titanic podría haberse evitado
TITANICEl “Titanic”, el barco a vapor construido por la compañía inglesa White Star y promocionado como la embarcación más grande, más lujosa y más veloz (además de insumergible) de la historia de la navegación mundial zarpó del puerto inglés de Southampton rumbo a la ciudad de Nueva York, en Estados Unidos, el 10 de abril de 1912, con 2.206 personas a bordo y solo 20 botes salvavidas para 1.178 pasajeros y tripulantes. “Iceberg justo adelante”, le advirtió el vigía que estaba de guardia a su capitán, la noche del 14 de abril, quien, convencido de las cualidades del transatlántico, ordenó seguir navegando a 22,5 nudos, una velocidad inapropiada para una zona con neblina.
Los pasajeros y la tripulación sintieron levemente el impacto del bloque de hielo contra el “Titanic”. El iceberg había golpeado la banda de estribor por debajo de la línea de flotación y había desgarrado cinco de los compartimentos supuestamente herméticos, que terminaron inundados. El insumergible comenzó a inclinarse verticalmente, sin posibilidades ya de detener su hundimiento, en la madrugada del 15 de abril. Los botes salvavidas cargaron a unas 700 personas, que fueron salvadas por el buque “Carpathia”, el único que estaba cerca del lugar de la tragedia. Las demás personas saltaron al agua helada por la borda o quedaron atrapadas en sus camarotes. Murieron más de 1.500 pasajeros y tripulantes.

Futility, el libro de
Futility, el libro de Morgan Robertson

¿Pudo evitarse? No. ¿Podría haberse evitado? Quizás. Morgan Robertson (1861-1915), un conocedor ineludible de barcos y de navegación que hizo su primer viaje como mozo de camarote, vivió embarcado como viajante de comercio durante una década y escribió 200 cuentos de marinos para periódicos ingleses y norteamericanos. Relató, básicamente, el hundimiento de un transatlántico lujoso, indestructible e inhundible, por chocar con un iceberg, a una velocidad de 23 nudos (demasiado veloz para las condiciones climáticas adversas descritas), en el Atlántico, durante un abril helado, en su novela “Futility” (“Futilidad”, en inglés, que significa inútil o de poca importancia), que fue editada en 1898, 14 años antes del hundimiento del “Titanic”.
La embarcación de ficción, denominada “Titán”, tenía una longitud de 240 metros, un peso de 45 mil toneladas, 3 mil pasajeros y tripulantes y 24 botes salvavidas. El “Titanic” medía 265 metros, pesaba 66 mil toneladas, transportaba 2.206 personas (aunque tenía capacidad para 3 mil) y llevaba 24 botes salvavidas. Los barcos de Robertson y de la White Star coincidían en la velocidad máxima de navegación (24-25 nudos) y las cantidades de hélices (3) y de mástiles (2), además de haber sido construidos con compartimentos herméticos que aseguraban, supuestamente, su condición de inhundibles. “Poderes parapsicológicos” (un especial de la revista “Conozca más”) y la nota “Titanic, premoniciones increíbles” (del blog “muchosmisterios”) afirman que el marinero devenido en novelista solía decir que su inspiración provenía de “un colaborador astral”, un espíritu que lo guiaba literariamente mientras estaba en trance.
 TITANIC
La White Star comenzó a construir el “Titanic” después de que Robertson publicara “Futility” y de que el periodista inglés William Thomas Stead instara, por medio de al menos dos cuentos y una conferencia de prensa, a que las compañías navieras equiparan a sus barcos con los botes salvavidas necesarios para la supervivencia de pasajeros y tripulantes en una tragedia marítima. “Esto, exactamente, podría pasar y pasará si los transatlánticos son enviados al mar faltos de botes”, sentenció en su relato de 1880, enfocado, como el de 1892, en las muertes que podrían producirse en el hundimiento de una de estas embarcaciones en medio del Atlántico. Luego de haberse puesto como ejemplo de un náufrago clamando en vano por ayuda durante una conferencia sobre las medidas de seguridad insuficientes, según él, vinculadas con la cantidad de botes salvavidas en los navíos, Stead murió, en 1912, en el “Titanic”, aunque dos videntes y un clérigo habían coincidido en que “viajar en mar en abril” era “peligroso” para él y que “un transatlántico se hundiría”.
“[…] En las décadas siguientes al hundimiento del supuestamente inhundible barco (el “Titanic”), muchos investigadores analizaron la multiplicidad de premoniciones. […] Quedaron en firme 19 casos impresionantes de precognición (conocimiento anterior) en sueños, trances, visiones y voces. […]”, informó también “Poderes parapsicológicos”.
De Bergerac y Verne fueron profetizadores
 COHETE ESPACIAL“El cohete está formado por varias etapas, que se queman sucesivamente hasta situar en órbita la cápsula tripulada. Una sensación de ingravidez se apodera del atrevido viajero del espacio cuando llega a la zona neutral situada entre la Tierra y la Luna.” La descripción de la nave interplanetaria y la Ley de Gravitación Universal, descubierta por el físico inglés Isaac Newton (1642-1727) y presentada en 1687 en su libro “Principios matemáticos de la filosofía natural”, ya habían aparecido en el viaje a la luna narrado por el poeta, dramaturgo y pensador francés Cyrano de Bergerac (1619-1655) en “Estados e imperios de la Luna” (1657), incluido en la obra “El otro mundo”, conformada también por “Historia cómica de los estados del Sol” (1662).
 JULIO VERNE Y PREMONICIONESLos viajes espaciales no fueron ¿invenciones? exclusivas de este intelectual criticado en su época por ser irrespetuoso ante las instituciones religiosas. Julio Verne (1828-1905), en su novela “De la Tierra a la Luna” (1865), describió al cohete espacial como una bala, disparada por un cañón, con una cápsula para viajeros. “Siempre baso mis invenciones en algún hecho real y uso, en sus construcciones, métodos y materiales que no están completamente lejos del alcance del conocimiento y de la habilidad de la ingeniería contemporánea”, explicó Verne durante un reportaje, según afirmó Cristian Tello en su nota “Los mitos de un escritor extraordinario”, publicada en la página web “Julio Verne, el más desconocido de los hombres”.
Los conocimientos de Verne, entonces, harían razonable y no sobrenatural que haya anticipado la llegada del tubo de oxígeno de los buzos y de la electricidad como fuerza motriz del submarino en “Veinte mil leguas de viaje submarino” (1869); del helicóptero en “Robur, el conquistador” (1886); de la bomba atómica en “Ante la bandera” (1896); del fax, de la calculadora, del control remoto, de la tortura por medio de descargas eléctricas, del láser, del noticiero, de la computadora, e incluso, de Internet en “La isla de hélice” (1895), “La impresionante aventura de la misión Barsac” (1918), “París en el siglo XX” (terminada en 1863 y editada recién en 1994) y en el cuento “En el siglo XXIX. La jornada de un periodista americano en el 2889”.
LIBRO PARIS EN EL SIGLO XXLos saberes del escritor francés, considerado masivamente como “el padre de la ciencia ficción”, no fundamentarían que, en “París en el siglo XX”, haya ¿predicho? “un mundo puesto al servicio del dinero, donde la gente viviría preocupada por las cotizaciones de la Bolsa; y la educación y la tecnología no estarían al servicio del conocimiento, sino de la acumulación financiera”, de acuerdo con la nota “Las predicciones” de Cristian Tello. Tampoco argumentarían que el protagonista alemán, adicto a su “trabajo” y belicista de “Los quinientos millones de la Begún” (1879), llamado Herr Schultze, crea, como Adolf Hitler en la realidad, en la superioridad de la raza germánica y en su derecho de imponerla aniquilando a los demás. El texto original, en verdad, lo hizo André Laurie, que le vendió los derechos de autor a los editores del escritor de “Veinte mil leguas de viaje submarino”, que, a su vez, rehizo la obra sobre una de las líneas argumentales de Laurie, la de dos ciudades enfrentadas en Estados Unidos, fundadas y dirigidas por dos herederos millonarios; uno francés, utopista y pacifista; y Schultze.
Cyrano de Bergerac
Cyrano de Bergerac

Es posible que Robertson, Stead, De Bergerac y Verne desconocieran o, al menos, no tuvieran la certeza de sus capacidades premonitorias plasmadas en sus novelas y cuentos. ¿Es posible también que el libro que estás leyendo, que hayas leído o que vayas a leer contenga predicciones? Es posible. Será cuestión de apuntar los datos que llamen tu atención para compararlos después con los personajes y los hechos futuros y, por qué no, estar alerta a la eventual posibilidad de evitarlos, como hubiera sucedido con el “Titanic”.
Nota elaborada especialmente para .cero por Jimena López.