La catarsis postergada

En el marco de la edición número 22 del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI), se presentó «Implosión», la segunda película de Javier Van de Couter («Mía», 2010). La misma forma parte de la Competencia Argentina y se basa en el tiroteo escolar sucedido en Carmen de Patagones en el año 2004, en el que murieron tres adolescentes y 5 resultaron heridos.

En los primeros minutos el registro documental de los hechos nos introduce en lo que fue la primera masacre escolar de nuestro país, algo que escuchamos de forma ajena y distante cuando llega alguna noticia, con frecuencia desde Estados Unidos. Los chicos explican con sus palabras el terror, la sensación del cuerpo al recibir los disparos, las consecuencias que tuvo en cada uno a largo plazo. Pablo Saldías Kloster y Rodrigo Torres son sobrevivientes reales, luego de ese pequeño prólogo de archivo, ellos le ponen el cuerpo a una ficción que propone una posible catarsis.

Luego de una jornada reflexiva por el aniversario, años después del hecho, Rodrigo y Pablo deciden seguir el débil rastro de su compañero, Junior, el que empuñó el arma ese día y de quien nadie supo nunca más nada. No saben bien por qué, por momentos quieren preguntarle si se arrepiente, o saber por qué, también miran la escopeta de reojo. Llevan lo puesto y debajo de lo puesto las cicatrices, nada más.

En el viaje se van a encontrar con algunos personajes opuestos y desprejuiciados que los acompañan y por momentos los desvían de su objetivo, estos a veces parecen más desvíos narrativos en los que la película se pierde un poco pero hasta que algo la hace volver. Es en los instantes de pausa e intimidad en donde van a darse el tiempo para procesar aquello que aún está abierto y, a través de esas escenas, se filtra lo real, la catarsis postergada por los rituales de la masculinidad que no permiten la apertura angustiosa, las lágrimas.

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