Los tiranos que vivieron de sangre y rapiña

Todos los viernes de abril a las 20 horas en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) se proyectará «El juicio» de Ulises de la Orden, el documental sobre el juicio a las juntas militares hecho exclusivamente con el archivo registrado en ese momento por el canal público Argentina Televisora Color (ATC).

177 minutos condensan 560 horas de material estudiado durante nueve meses por el equipo de la película, más precisamente por Alberto Ponce (editor), Gisela Peláez (asistente de dirección y directora de producción) y el propio Ulises.

La forma que encuentra la película para abordar ese enorme volumen de material no es mediante el orden cronológico de los hechos sino la agrupación de porciones de archivo en grandes bloques que contienen conceptos, y estos son anunciados por títulos que separan cada acto. Los títulos son, a su vez, extractos de las voces del propio archivo. Estas características nos guían a encontrar la mano de la dirección en el moldeo del ordenamiento y la estructura para que todo ese material genere nuevas conexiones.

Esa base de archivo trae, además, consigo una connotación muy fuerte: el cuarto perfil negativo con el que están encuadrados los testigos mientras estos narran sus historias de tortura y terror, colabora con la construcción de la idea del acecho a las espaldas de estas personas. La gestualidad oculta del rostro le da indefectiblemente una importancia a la enunciación de la palabra que, a su vez, trae todo el poder del sonido para evocar imágenes mentales, quienes escuchan los testimonios no tienen más remedio que «el descenso a zonas tenebrosas del alma humana», como lo describió el fiscal Julio Strassera en su alegato.

«El juicio» refuerza el ejercicio de memoria, cada historia particular aporta nueva información sobre la magnitud de la crueldad que implicó y la cantidad de facetas que tuvo el plan sistemático de secuestro, tortura y desaparición de personas. Para sentenciar una vez más y aún con mayor vehemencia en los tiempos que corren que «el sadismo no es una ideología política ni una estrategia bélica sino una perversión moral».