Mariana Gabor, una artista sin límites

Mariana Gabor es una talentosa e inquieta artista que, además de pintar sobre tela, papel y paredes, hace esculturas y da talleres. Sus días se reparten entre el principal núcleo urbano del país y la tranquilidad de una ciudad cordobesa.
Desde hace 14 años vive en su casa taller de San Cristóbal, barrio ubicado en la Ciudad de Buenos Aires. Una o dos veces al mes invita a un grupo reducido y selecto de personas a presenciar «Secuencias Reales». Se trata de una forma diferente de mostrar sus obras en ese espacio y es una experiencia que involucra todos los sentidos. Esta multidisciplinaria artista, además de exponer en nuestro país en muestras individuales y grupales, presentó sus obras en museos y galerías de Japón, Colombia, Honduras, Inglaterra, Francia y Colombia, entre otros países.
Gabor viaja con mucha frecuencia a Icho Cruz, Córdoba, donde compró una casa para conectarse más con su trabajo y la naturaleza. En este lugar también planea dar seminarios y generar residencias para entendidos en la plástica. Una de sus grandes realizaciones fue «El Aplauso», monumento que realizó en homenaje a los actores desaparecidos y asesinados durante la última dictadura y que fue declarado Patrimonio Histórico de la Ciudad de Buenos Aires. Esta asombrosa creación de 500x200x100 centímetros se inauguró en el 2003 y llevó más de un año ininterrumpido de trabajo. «El Aplauso me pareció el nombre perfecto para resumir ese acto. El momento en el cual culminaba un qué hacer y, en este caso, la vida de las personas. Los actores dieron todo sobre el escenario y hay un montón de gente que los aplaude por su esfuerzo y ese dar todo por el arte».
Mariana comenzó en el mundo de la plástica a los 6 años, en el taller de su abuela. Ella fue su primera maestra y fue con quien aprendió técnicas para trabajar la cerámica, aunque fue más adelante cuando decidió dedicarse completamente al arte.
Antes de ser artista visual era gimnasta y estaba casi decidida a ser profesora de educación física, pero al alcanzar los 15 años, luego de participar de los Torneos Juveniles Bonaerenses y llegar a la final, se dio cuenta que más le interesaba formarse como artista. Esta decisión la llevó a especializarse en escultura en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y, al mismo tiempo, hacer un taller de pintura con Carlos Gorriarena, a quien considera su gran maestro.
La búsqueda de Mariana consiste en aprender de sí misma a través del hacer. «La plástica me permite conocerme más y entender el porqué de lo que sucede. Trabajar con la imagen me ayuda a aliviar el peso de tantas dudas, la angustia de no saber hacia dónde vamos, quiénes somos y para qué estamos acá», expresa. Su obra es autorreferencial, «estoy todo el tiempo hablando de mí y buscándome a través del arte. Todas esas mujeres que ven en mis obras soy yo en distintas instancias. Pinto conectándome con lo que me está pasando, con lo más profundo y oscuro mi ser». Los cuerpos suelen aparecer desnudos en sus creaciones y ella manifiesta que hace «esa elección porque las personas sin ropa se encuentran más permeables, frágiles, más sensible a la exposición, no solo su cuerpo está descubierto sino también su alma».
Además, un elemento frecuente en sus trabajos son las mutaciones, porque «tiene que ver con lo que voy sintiendo en mi cuerpo, situaciones que me atraviesan cotidianamente o algo puntual que estoy experimentando. Lo simbolizo a través de objetos o personas que están en transformación».
A lo largo de su carrera la artista hizo diversas series, cada una habla de las diferentes etapas de su vida pero es muy frecuente ver en ellas animales que tienen una fuerte simbología. «La loba, por ejemplo, alude a lo salvaje, poder gritar, aullar y expresar lo que queremos decir. Hay que volver al origen para liberarnos, descubrir lo bello de lo simple y así poder ser un poco más felices». Otros animales que aparecen en sus obras son el búho, que para Mariana representa la sabiduría y su intención es reivindicar el conocimiento de las culturas originarias, que fue pisoteada y ninguneada por la cultura occidental por mucho tiempo; y el pájaro, que es un emblema de la libertad, pero también de la liviandad. «Desde arriba se puede tener una visión panorámica y no quedarse en lo pequeño y así tomar decisiones más sabias».
En estos días se encuentra trabajando en una muestra multidisciplinaria en la cual se abordará el tema de la trata de niñas y mujeres. En esta exposición se verán esculturas y pinturas de Gabor y video instalaciones, fotografías y otros trabajos de artistas como Cecilia Antón, relacionadas con esta problemática social. Esta exhibición surgió a partir del relato de Susana Trimarco sobre la desaparición de su hija y su lucha. «Como artista y ser social pretendo, a través de mi trabajo, ser una voz más exigiendo atención al tema, ya que la trata de mujeres y la explotación sexual son una problemática actual y, a la vez, histórica, terrible y urgente».