Nuevos trenes y viejas costumbres en el Sarmiento

Con el tren en el ojo de la tormenta en cuanto nos acercamos cada vez más a las elecciones de octubre 2015, la dimensión técnica del asunto se ha hecho eco en los diferentes medios como un hecho político, mas lo que realmente debería estar enfocado es el hecho humano del usuario regular, por lo que decidimos investigar el impacto de las nuevas medidas en la rutina de los viajeros del ex Tren Sarmiento.
Todos estamos al tanto de las mejoras que la presidente Cristina Kirchner introdujo hace 3 semanas con las 7 formaciones nuevas embarcadas desde China y el proceso de renovación de vías que, junto a nuevas medidas de seguridad, apuntan a generar viajes más frecuentes, mayor vigilancia interna y externa y mayor espacio en las formaciones para solucionar el problema de los viajes en este tren.
Sin embargo, como toda nueva tecnología, requiere un período de transición para ser completamente absorbida, no solo en costumbres sino en nuevos valores que posibiliten la convivencia. La comunidad usuaria del tren se adapta lentamente a las nuevas medidas de seguridad que vienen aparejadas con las nuevas formaciones, como el mecanismo de las puertas que deben cerrar para que arranque el tren, con acento en el pago del pasaje y la limpieza de los vagones.
Según datos de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT), la cantidad de pasajeros pagos mensuales muestra una tendencia a la baja: desde 2011 disminuyó de 7.000.000 a 2.000.000 en 2013, en relación directa con la calidad de servicio y los accidentes, siendo el más grave el ocurrido el 22 de febrero de 2012. A pesar de esto, la demanda no fluctuó significativamente en horarios pico debido a la rapidez del tren como medio de transporte primario y la evolución del precio del boleto se movió inversamente, aumentando de un rango de 0,80-4,30 a uno de 1,10-5,80 con SUBE, según la Resolución 975/2012 que no fue actualizada.
Durante la mañana, en el horario de las 8 a las 11, es común la utilización de formaciones viejas hacia Miserere, que realizan el tramo Moreno-Caballito con las mismas normas de los trenes viejos: amontonamiento, empujones y la presencia de los fumadores y viajeros colgados de siempre, ya que las puertas de estos trenes no poseen sistema de seguridad.
En la estación Caballito se realizaron cambios de tren desorganizados que generaron una odisea para la gente que tuvo que descender de los vagones y esperar para entrar en el siguiente tren a empujones.
Es importante la introducción de una mayor cantidad de empleados de limpieza y guardas, además de la presencia de gendarmes en estaciones de elevada afluencia de pasajeros como Morón, Liniers y Once. Sin embargo, nadie controla la organización en el ingreso y egreso de los pasajeros a los vagones para evitar enfrentamientos y forcejeos mientras unos tratan de salir y otros entrar, todos al mismo tiempo.
Durante las tardes (desde las 13 a las 16 horas, aproximadamente), las puertas de la mayoría de las estaciones se liberan: los pasajeros no pagan pasaje en la estación de Morón, en la de Liniers ni en la de Villa Luro o Floresta porque las puertas accesorias se dejan abiertas posibilitando la entrada de los no-usuarios del tren en las estaciones.
A pesar del logro en la disminución del tiempo de los intervalos entre un tren y el siguiente, de 20 a 10 minutos en promedio, y una mejoría en la calidad de los viajes, el uso del tren Sarmiento necesita de nuevas normas de convivencia que mejoren la organización y el respeto hacia el otro que parece haberse perdido cuando se viaja desde o hacia el trabajo. Es necesario que a toda innovación se agregue un mecanismo de educación. Para ello el Estado, la institución, el personal del tren y los usuarios deben participar en conjunto instruyendo y observando buenas conductas que posibiliten el cuidado del tren y la limpieza pero, por sobre todo, la solidaridad con el pasajero de al lado. La renovación que necesita el Sarmiento no es solamente política o técnica, sino fundamentalmente social y humana.