«Armar un festival lleva un año, José Martínez Suárez decía todos los años que cuando terminaba un festival, al día siguiente comenzaba el otro». Con esta frase comienza Pablo Conde, programador del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, a contarnos sobre los procesos que se llevaron a cabo este año de pandemia para realizar una nueva edición de este evento argentino que pertenece a los más grandes del mundo. «Llevamos casi un año de trabajo para esta edición sorteando todos los inconvenientes que han surgido, estamos muy contentos con la forma que fue tomando todo, era necesario que el festival se haga por un montón de motivos pero, sobre todo, porque creo que la gente lo necesita».
Además, nos adelantó que puede haber sorpresas en el curso del festival entre el 21 y 29 de noviembre respecto de la presencialidad, nuevas actividades y articulaciones para sostener el espíritu de la famosa «Hora Cero» y las películas de trasnoche en el Ambassador que él mismo presentaba. Probablemente haya streaming previo a estas presentaciones como una especie de «Esperando Hora Cero». «El gran protagonista de esas presentaciones de medianoche en el Ambassador es el público. Después de un arduo día de visionado de película de introspección, de corte más cerebral, para después dejarse llevar por las bajas pulsiones y la adrenalina en esa situación comunitaria. La idea es sostener eso y hacer un correlato con esa experiencia». También presentó un posible recorrido cargado de recomendaciones de los títulos fuera de competencia que no hay que perderse.
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