Panfleto torpe e inmaduro

Finalizó la cuarta temporada de «True Detective», denominada «Night Country», protagonizada y producida en parte por Jodie Foster, dirigida por Issa López y acompañada en el guion por el creador Nic Pizzolatto. Los seis capítulos ya se encuentran disponibles luego de estrenarse uno cada domingo en Max (que hasta recién era HBO Max).

Sobre la historia podemos decir que sus disparadores son más que singulares: se ubica en una ciudad ficticia llamada Ennis, en Alaska, durante los largos «días de noche» que transcurren cada año. Un día se pone el sol y por semanas no vuelve a salir, la nieve los rodea y el frío recrudece. En ese contexto, la primera noche desaparece un grupo de científicos que luego encontrarán desnudos a la intemperie y congelados con un gesto de horror. El caso será afrontado por la jefa de Policía, Liz Danvers (Jodie Foster), y una agente de bajo rango llamada Evangeline Navarro (Kali Reis).

En el primer episodio nos ofrecen algo de información sobre el carácter de los personajes y la magnitud del conflicto que se asoma. Danvers es extremadamente hostil y guarda rencor por algo de su pasado, Navarro aparentemente trabajó con ella antes pero algo las separó y este personaje, además, tiene una violencia contenida que brota con facilidad, lo que pone en riesgo su trabajo.

Asimismo, conocemos al pueblo cuyo mayor conflicto se relaciona con los reclamos de los originarios de la zona que luchan contra una minera a la que responsabilizan por la contaminación. Estos viven su vida cotidiana mezlcados entre otros pobladores que solo están en Ennis porque huyen lo más lejos posible de sus propios problemas pero no se involucran en un sentido comunitario. La soledad, lo individual y los secretos son parte fundamental de su identidad, junto a un condimento extra: las apariciones sobrenaturales de muertos son moneda corriente y se repite como un mantra «nadie se va realmente de Ennis».

Muy rápidamente, se pueden notar los cambios de perspectiva para afrontar una nueva historia policial. El giro es de 180° en oposición directa a la primera temporada: mientras allí teníamos a dos hombres que investigaban los asesinatos de mujeres, aquí tenemos una pareja de investigadoras develando el misterio de la muerte de un grupo de hombres.

Esta búsqueda está muy en sintonía con otras producciones audiovisuales contemporáneas, ya sea de cine o televisión, que también exploran personajes femeninos desde otra óptica y revisan los roles masculinos. En «True Detective: Night Country», además, tenemos que añadir una mirada ambientalista y sobre el racismo. Pero si todo eso es el punto de partida, la pregunta es hacia dónde va el desarrollo, y esta serie ofreció un punto de llegada muy pobre en términos narrativos pero también en el debate simbólico de estos temas.

La inversión de roles no implica de por sí una «nueva verdad» si no hay profundidad en la reflexión. Danvers y Navarro solo replican como personajes un modelo de violencia institucional eternamente encarnado por los varones en lugares de poder. Es cierto que en el género policial los protagonistas usualmente luchan contra demonios internos y los límites de la ley, pero su estructura no negocia personajes con un corazón atormentado principalmente por la injusticia y los errores propios, con acciones controladas por un guion que no los deja descarrilar por fuera de las posibilidades de empatizar.

Componer a estas protagonistas desde la violencia, apañadas por un guion que simplemente justifica sus crueldades, implica una lectura errónea del género mismo. Que Danvers sea incompasiva al borde de lo sádico en su trabajo tanto como en su hogar o que Navarro tenga el gatillo más rápido del condado y descargue violencia hacia otros para liberarse de tensiones son características fuertes que merecen un arco narrativo contundente de aprendizaje o redención, no alcanza con «entender que sufren» para dar sustancia a esos personajes.

Lo mismo sucede en la primera temporada con la que busca espejarse: tenemos al equivalente de Navarro, Marty Hart (Woody Harrelson), que purga miserias mediante la violencia y que la serie claramente busca exponer a un punto de dificulte verlo, la voz autoral se hace cargo de poner en riesgo la posibilidad de empatizar con el personaje, no busca atenuar o justificar sus acciones y debe laboriosamente ponerlo a prueba para ver su sutil arco de transformación.

Entre tanto, mientras grita su aleccionadora verdad sobre las poderosas empresas que contaminan el medio ambiente con obscena impunidad, se cuela constantemente la poco sutil publicidad a productos de PepsiCo en pantalla, una de las multinacionales más contaminantes del mundo.

Ojo, acá van algunos spoilers

Para el capítulo 6, parece que Issa López buscara constantemente la salida fácil a la encrucijada que armó. En esta instancia ya era demasiado tarde, como si se hubiera olvidado de esparcir las pistas en la puesta en escena y ahora solo quedaba apurarse a cerrar a los tumbos la narrativa de una investigación que nunca desarrolló. Y así aparecen la casualidad y lo sobrenatural como puente hacia las respuestas, ejemplo de esto es la caída accidental hacia el laboratorio, que recuerda al chiste de «The Nice Guys» en donde el personaje de investigador que hace Ryan Gosling encuentra las pistas de esa manera, cayendo sobre ellas.

También la huella que aparece con el luminol y que le falta un dedo para hacerse distintiva «o ojo» porque, lógicamente, ya estamos en la última media hora y no hay tiempo narrativo para tener que estudiar esa pista de manera formal, estamos en la curva final y todo tiene que encadenarse de un tirón aunque sea groseramente.

No hay tiempo tampoco para preguntarse cómo se libera Navarro de Raymond Clark cuando estaba desmayada y siendo arrastrada por él, porque ese momento está elipsado y, para cuando Danvers llega a la habitación, «ya está todo resuelto y él está inmovilizado». Y así a cada momento, en montones de detalles.

El caso y el pasado de Danvers finalmente se esclarecen mediante diálogos y flashbacks. Los conflictos periféricos quedan sepultados o resueltos en una escena sin resistir el peso de su propia construcción y de las expectativas que contenían en sí mismas, el ejemplo más claro es todo lo que le sucede al personaje de Peter Prior (Finn Bennett) que, con un beso, resuelve su situación familiar y con una tumba el asesinato a su padre. Y listo.

«True Detective: Night Country» se cerró como un panfleto torpe e inmaduro (y quizás un poco hipócrita) sobre la impunidad, además, opacado por su mediocre despliegue técnico y estético. Solo queda sentarse a contar como ovejas cuántas veces aparece un producto de PepsiCo en pantalla.