Se cumplieron 45 años de la última dictadura cívico-militar que accedió al poder por vías inconstitucionales en Argentina. Aquel 24 de marzo de 1976 dio inicio un proceso que cambió el paradigma social y económico del país, dado que muchas de las consecuencias son perceptibles hasta el día de hoy. Frente a esto, y como ocurre con el nazismo y otros genocidios, hay una respuesta negacionista de un grupo social.
Luego de las inmensas investigaciones llevadas a cabo, las intensas luchas por parte de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y la innumerable evidencia histórica que demuestra el daño causado por la Junta Militar, parece lógico pensar que podría haber unanimidad con respecto a la consideración sobre el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”. Sin embargo, no es así.
Transcurridos 37 años y 104 días de democracia ininterrumpida, el fenómeno del negacionismo sigue latente, de la misma forma que ocurre con el Holocausto, ante las condenas a los jerarcas nazis investigados en los Juicios de Nuremberg. Se repiten frases como: “Con los militares estábamos mejor” o “No fueron 30.000 desaparecidos”, etcétera. Lo que se esconde detrás de estas actitudes no solo es negar lo empíricamente verificable sino también reivindicar, hacer apología, relativizar y enaltecer a los culpables de los crímenes de lesa humanidad y genocidios cometidos en Argentina entre 1976 y 1983.
La gravedad del negacionismo radica en la posibilidad de cometer errores del pasado u olvidar enorme cantidad de violaciones a los derechos humanos que se cometieron. Se destruyó el Estado de Derecho y se comenzó a vivir un régimen totalitario, donde los militares decidían sobre los derechos de cada ciudadano de manera arbitraria e inhumana. Todo eso es lo que intenta olvidar, relativizar y justificar el negacionismo.
Uno de los legados que dejó el liberalismo del Siglo XIX, a través de la búsqueda de codificar a los Estados con la clara prioridad de proteger la autonomía de la voluntad, fue la idea de la garantía al derecho a la libre expresión. Sin embargo, salvando la importancia histórica de estos avances, ningún derecho es absoluto si se considera la posibilidad de que pueda existir un abuso por parte de quien lo ejerza. Es por eso que la condena al negacionismo, con todos los perjuicios que su divulgación implica al mensaje de “Memoria, Verdad y Justicia”, es una posibilidad que protege a la democracia, la libertad y el respeto hacia las víctimas de los crímenes de lesa humanidad y genocidios.
¿El negacionismo es un delito?
En Argentina, en el Código Penal, no existe esa figura jurídica. Lo más parecido es el concepto de Apología del Crimen, establecido en el artículo 213, con pena de un mes a un año. Sin embargo, el diputado nacional por la provincia de Córdoba, Eduardo Fernández (Frente de Todos), presentó el 19 de marzo un proyecto de ley que busca incluir la figura del negacionismo al Código Penal de la Nación de manera explícita, estableciendo penas de prisión leve o multas, según correspondiere.
Para tomar magnitud del caso, en países como Alemania, Francia, Bélgica y Suiza se considera delito la apología, reivindicación o minimización del genocidio y crímenes de lesa humanidad, así como hay jurisprudencia por parte de la Corte Suprema de los Países Bajos que considera la negación de dichos delitos como un insulto. Por otro lado, en España se declaró inconstitucional la penalización del negacionismo por considerarse una traba hacia la libertad de expresión.
El último gobierno de facto dejó distintas consecuencias (generalizadas) a nivel social, como la despolitización del pueblo (sobre todo de la juventud). Uno de los objetivos de la Junta Militar era evitar que la ciudadanía se involucrara o militara, labor en la que tuvo algo de éxito. La palabra “política” adquirió una connotación negativa, dado que involucrarse en dichas cuestiones o hablar de esos temas significaban un peligro o una incomodidad para la persona, dejando de lado la alta participación política de la juventud durante el Siglo XX en Argentina.
No hay que olvidar que existieron desapariciones forzadas en democracia. La lucha por la Memoria, Verdad y Justicia no terminó. Conocer la historia de un país es entender la importancia de no volver a vivir una de las mayores injusticias a la que puede ser sometida la sociedad. Que no te nieguen la historia.