¡Santos caracoles!

Luego de una década desde su aparición por primera vez en Puerto Iguazú, nuevamente el norte argentino se encuentra en vilo por la presencia del caracol gigante africano.

Este espécimen, denominado achatina fulica, puede alcanzar los 20 centímetros de largo y proviene del este africano. Su llegada al continente americano se debió al accionar comercial para la cría como alimento, principalmente. Además, otra de sus características, a diferencia del caracol blanco, es que tiene un caparazón cuasi partido de forma helicoidal y habitualmente posee un color violeta oscuro.

El pasado 22 de diciembre y por reiteradas denuncias de los habitantes de alrededores de la localidad de Eldorado, Misiones, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) rastreó la zona y capturó 15 ejemplares, los cuales fueron declarados por el Ministerio de Ambiente como plaga, dañinos y perjudiciales para la conservación de la biodiversidad, además de ser peligrosos para las personas. Esto último se debe a que su baba suele ser huésped de parásitos y gusanos que afectan directamente a frutas y verduras, y provocan enfermedades en el humano y animales de origen zoonótico.

«Este tipo de caracol puede ser portador de nematodos que son perjudiciales para la salud. Por eso se recomienda no tocarlos y manipularlos con precaución. Desde el punto de vista del medio ambiente, también son muy nocivos porque, debido a su velocidad de reproducción y su falta de predadores naturales, pueden constituirse en una plaga en muy poco tiempo. Y como tienen un crecimiento muy rápido y comen cualquier cosa, pueden constituirse en un peligro para los cultivos», detalló Emilio Rey, perteneciente al organismo de control antes mencionado.

Al respecto de los cuidados y recomendaciones para tener en cuenta, desde SENASA aconsejan no tocarlos; evitar el contacto con la baba (especialmente con ojos, nariz y boca); lavar con agua potable las verduras; y, en caso de haber estado en contacto con uno de ellos, lavarse inmediatamente las manos y todas las superficies cercanas; por supuesto, no ingerirlos ni utilizarlos como carnada. Finalmente, al movilizar plantas revisar en forma exhaustiva para evitar su propagación.