Sobre la marcha. Con esta expresión podríamos definir el suceder del aprendizaje y conocimiento acerca del COVID-19, que roza los 27 millones de casos positivos en todo el mundo con un triste saldo de casi 900.000 muertes.
Pero, así como quienes acatan las medidas preventivas y protocolares para evitar la propagación del virus, también están las personas irresponsables que prefieren ir contra la corriente de las recomendaciones sanitarias de Estados y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Si bien se puede criticar el accionar de la entidad durante la pandemia, no es cuestionable que se trata de la palabra autorizada en materia de salud.
En mi caso personal, casi la mitad de las personas que observo en la vía pública en los acotados trayectos que me llevan de casa al supermercado o el trabajo, no utilizan bien el tapabocas o barbijo: por debajo de la nariz, en la pera como si fuera un protector del cuello y, en algunos casos, ni siquiera cuentan con uno. Lamentable. Sobre todo si pensamos que nuestro país contabiliza 461.882 casos positivos totales con 9.685 pérdidas de vidas humanas en un semestre a causa del coronavirus.
Pero, como si no fuera suficiente para aportar a este caos informativo y de desobediencia de los consejos de los organismos responsables, esta semana un equipo de científicos en Estados Unidos demostró que las mascarillas y las pantallas no sirven de mucho como única medida para prevenir la transmisión y propagación del COVID-19.
Los especialistas de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Informáticas de la Universidad Atlántica de Florida (FAU) utilizaron iluminación con láser y agua destilada y glicerina para crear una niebla sintética que haga las veces de las gotitas que circulan al toser o estornudar.
El procedimiento les permitió observar que la protección sobre el rostro bloquea el avance inicial del líquido, pero este circula con facilidad por sobre la superficie de la pantalla y se extiende con menor o mayor celeridad según la condición climática. En el caso de los tapabocas y barbijos (incluso el modelo N95), las gotas abarcan mucho más de lo que el protector cubre.
«Estamos viendo una tendencia creciente a que las personas sustituyan las máscaras de tela o las quirúrgicas normales por pantallas de plástico transparente o mascarillas con válvulas de exhalación», detalló Siddhartha Verma, autor del artículo que salió publicado en la revista Physics of Fluids y profesor del Departamento de Ingeniería Oceánica y Mecánica de la universidad. «Sin embargo, las pantallas faciales tienen espacios notables a lo largo de la parte inferior y los lados, mientras que las mascarillas con válvulas restringen el flujo de aire cuando se inspira, pero permiten la salida libre de aire», advirtió Verma.
Por su parte, Maria Van Kerkhove, epidemióloga y líder técnica de la OMS en la lucha contra el coronavirus, manifestó que el uso de tapabocas o barbijos en sí mismos no es suficiente para combatir la pandemia. Al respecto, la especialista aseguró que debe ser acompañado, fundamentalmente, del distanciamiento social.