Hace un tiempo que me vengo preguntando qué es trabajar en equipo y, siempre que quiero saber algo sobre el tema, la respuesta me la da la misma mitología con sus cuentos o fábulas tan misteriosas.
Y sobre esta pregunta, que hace tiempo ronda en mi cabeza, recordé cuando me encontré con Pol Gonzalez, uno de los integrantes del grupo Cabernet.
Si hay alguien generoso con su casa es Pol y, si bien es de géminis (igual que su hermano que, dicho sea de paso, es el fundador y director de .cero) tiene una energía acuariana muy marcada, no hace distinción de razas ni ideas, ni color, ni años, ni posición política y menos económica. Todos somos iguales y bienvenidos, todos podemos estar y ser.
Al estar en su hogar ese día trató, a través de sus palabras y de su trabajo (ya que es profesor de música y canto), decir que un equipo es sonido y que debemos ser instrumentos afinados para que la música pase a través nuestro, que el piano no es mejor que la guitarra y que el trombón no es más importante que el violín.
Además, explicó que el director de una orquesta lo que hace es dar unidad, coordinación e intención a las partes separadas (los músicos) y que el único objetivo individual parte de la partitura, haga su función como corresponda y lo mejor posible para que el director pueda, a través de su arte, amalgamar todas las partes.
Ahora pregunto: ¿qué crees que el Gran Director Celeste hace con sus mundos? Fue tal la emoción que me surgió con este comentario, que en un flash visualicé a Eru, más conocido como Ilúvatar (El Vacío) con sus vástagos del pensamiento (Los Sagrados). Y la historia, en el Silmarillón, cuenta que El Vacío le propuso a Los Sagrados que tocaran música para él. Durante mucho tiempo cada uno de ellos cantó solo, mientras el resto escuchaba, porque cada uno solo entendía aquella parte de la mente del vacío de la que provenía el mismo. Después de escuchar la música, Eru fue por más y les propuso hacer juntos y en armonía una Gran Música Celestial y así, sentado en su trono y complacido con lo que había creado, escucho la música de las esferas, la música de los mundos.
Pero… siempre hay un pero. A medida que el tema prosperaba y llenaba los espacios del universo, uno de sus vástagos (Melkor) tuvo un deseo: entretejer asuntos de su propia imaginación que no acordaban con el tema de su creador. Con frecuencia iba más allá del confín del universo a buscar la llama imperecedera y en su pensamiento creía que Ilúvatar no se preocupaba de los espacios vacíos donde la música no llegaba, y esa desnudez lo impacientaba.
Melkor entretejió algunos de estos pensamientos con la música celestial y en donde hubo armonía comenzó a haber discordancia. Ilúvatar, sentado, dejó que las cosas transcurrieran y luego de un tiempo les mostró la creación de sus propios pensamientos a sus hijos.
Con este relato mitológico quiero destacar que el equipo se forma cuando cada uno hace su parte sin pensar que el otro es mejor que uno, que el otro tiene mejor posición, que el creador de cualquier empresa, cualquier emprendimiento, si es realmente “creador” no improvisa porque se pone en concordancia con el Creador Divino que tampoco crea o compone a los tumbos. Nada en el universo se ata con alambre, la mejor manera de ver la energía de un creador con sus hijos creadores es la mesa redonda del Rey Arturo. Redonda porque, si bien había alguien que representaba la realeza y tomaba en definitiva las decisiones, la redondez indicaba que en cualquier momento cada uno de esos 12 integrantes podía tomar el lugar del rey.
Si le tuviéramos que dar una figura al equipo es el símbolo del sol. Un punto en el medio y su circunferencia, la redondez como símbolo de perfección y como mensaje que cada uno de aquellos que quiere ser parte de ese grupo puede entrar cuando quiera, porque el círculo no se rompe, siempre se mantiene perfectamente redondo. Así es la verdad, así es la perfección, circular, redonda y sin aristas.
contamos con vos