Una historia de superación

A los 54 años sufrió un terrible accidente mientras trabajaba en una empresa gráfica, lo que provocó que perdiera su brazo izquierdo. En un principio costó retomar su vida, la vergüenza que le generaba no tener su brazo y que todos miraran su muñón en lugar de mirarlo a los ojos lo ponían muy mal. Pero él decidió seguir adelante y buscar la forma de llevar una vida normal. Dos años después, luego de una intensa recuperación, nos cuenta su historia.

Luego del accidente y de no saber bien cómo seguir con su vida, en enero de 2013 decidió internarse en el Centro Médico Integral Fitz Roy para comenzar su Terapia Ocupacional. “Durante las sesiones aprendí a atarme los zapatos con una mano, cortar la comida con un cuchillo tenedor, antes de eso sentía ser un inútil”, sostiene. Además, nos contó que la clave fue tener metas concretas cada día, practicaba en su casa lo que sabía que la terapista iba a pedirle y así sorprendía a todos.

Foto: María de las Mercedes TorreEl segundo paso fue el comienzo de la utilización del guante cosmético y gancho. Para aprender a usarlo necesitó de entrenamiento para poder adaptar la prótesis a las actividades de la vida diaria como vestirse, comer o bañarse. Con el tiempo llegó a preparase solo la comida, limpiar, hacer compras y hasta manejar dinero. “El primer día me sentí incómodo, cuando llevé la prótesis a mi casa no se querían acercar, le tenían miedo”, pero de a poco todos se fueron adaptando, aunque le costaba salir a la calle y mostrarse. A pesar del calor, él siempre se abrigaba para esconder la prótesis.

La terapista ocupacional de la clínica lo ayudó a comprender que había sufrido un accidente, que no debía tener vergüenza y que la prótesis lo iba a ayudar para lograr independencia.

Dos años después del accidente, y ya con la mente cambiada y abierta, siente que la prótesis es parte suya, que si no se la coloca al levantarse es como que le faltara algo.

“Le doy gracias a Dios (…) se han cruzado en mi camino personas que me han atendido y me han hecho bien. Me sentí cómodo desde el primer día, ahora que no vengo los extraño, extraño las bromas”, dice al recordar el tratamiento de rehabilitación en el establecimiento.

Ahora quiere ser un emprendedor y abrir su propio negocio cerca de su casa para estar con su familia y, además, asegura: “Ya no me importa si me miran, perdí la vergüenza, yo ya estoy adaptado”, porque la recuperación no debe ser solo física, sino también mental.

Foto: María de las Mercedes Torre.