En continuidad con el análisis e investigaciones compartidas en la nota previa acerca del control de insectos plagas en nuestro país, el ingeniero agrónomo Javier Araujo de la Asociación Correntina de Plantadores de Arroz (ACPA) plantea que desde hace varios años trabajan para promover las buenas prácticas agrícolas (denominadas BPA) y con ellas el manejo integrado (cuyos temas de interés son la producción de semillas, utilización de químicos y control biológico de plagas).
«Es política de la ACPA acompañar a los investigadores, colaborar y sacarse dudas. Además, consideramos que el trabajo interdisciplinario es muy importante porque tanto productores, técnicos, como investigadores se beneficiaran con los resultados» agrega. Paralelamente, conocer sobre BPA y utilizarlas lleva a obtener certificación del Instituto Argentino de Normalización y Certificación (IRAM) en torno a calidad alimentaria. Esto ya sucedió en un establecimiento productor y esperan sumar mayor cantidad de empresas en 2019.
Arroz, uno de los cultivos que aporta al PIB de Argentina
En el Nordeste de Argentina (NEA) donde el arroz es un cultivo regional, se concentra el 85% de la producción nacional, en su mayoría con fines de exportación, lo cual posiciona al país como uno de los principales exportadores de arroz de Sudamérica. La provincia de Corrientes es la principal productora de arroz de exportación en Argentina y en esta zona es considerado como un cultivo de tradición.
Además, las arroceras aportan a la economía regional con la generación de muchos puestos de trabajo, lo que las convierte en la principal fuente de ingresos para muchas familias.
Conflicto de intereses: ciencia vs «plagas»
Cobra relevancia salirse de la mirada de la chinche como «la mala de la película», el insecto plaga sobre el arroz. Cabe recordar que el arroz es una planta exótica, la chinche es nativa.
Entonces combatimos a la especie nativa para conservar a la introducida. A pesar de que en palabras de la investigadora Daniela Fuentes Rodríguez «se busca comprender los factores biológicos y ecológicos que hacen que un insecto se convierta en plaga y, de esta manera, la reducción de las poblaciones de chinches adentro del cultivo», surgen incógnitas como: ¿cuál será el umbral de acción (UA)? Es decir, ¿cuál será la densidad de las poblaciones de chinches que dará la señal para aplicar medidas correctivas o curativas? ¿Investigadores y productores tienen los mismos objetivos? ¿La percepción del riesgo de pérdidas económicas es la misma entre los diferentes actores?
Investigadores de la Universidad de California en Berkeley plantean que es crucial que los científicos involucrados en la búsqueda de tecnologías agrícolas sostenibles se interesen en quienes finalmente se beneficiarán con ellas. Qué se produce, cómo se produce y para quién se produce son preguntas clave que necesitan ser contestadas si se quiere que emerja una agricultura socialmente justa.
En paralelo, una persona informada confía en que la ciencia es capaz de enormes contribuciones al bienestar humano, mejorando la calidad y expectativa de vida de las personas, buscando una comprensión más sabia del entorno y el comportamiento humano. Si se espera eso, ¿también se puede esperar que busque un equilibrio entre los intereses económicos y el conservacionismo?
La ciencia como productora de conocimiento resuelve numerosas incógnitas relativamente sencillas, mientras que aquellas que atienden a niveles superiores de complejidad y que prometen al futuro del hombre se encuentran irresueltas en gran medida.
Por lo tanto, debemos dejar de pensar en la ciencia en términos de sus espectaculares éxitos. Más allá de su reconocido poder de pronóstico y control en torno a lo inanimado y animado, tiene limitaciones al abordar sistemas complejos.
De esta manera, ciertos problemas exigen conciliar. Se espera que el trabajo de años de investigaciones encuentre a los productores atentos y permeables para lograr propuestas de manejo sostenibles aportando a la reducción de plagas como la chinche del tallo de arroz, como la aplicación de insecticidas y contribuyendo a las buenas prácticas agrícolas.
La productividad agrícola sostenida requerirá más que una simple modificación de las técnicas tradicionales. El desarrollo de agroecosistemas autosuficientes, diversificados y económicamente viables nace de nuevos diseños de sistemas de cultivo y/o ganadería manejados con tecnologías adaptadas al ambiente local que están dentro de las posibilidades de los agricultores, también afirman investigadores de la UC Berkeley.
Numerosos factores (conservación de energía, la calidad ambiental, salud pública y desarrollo socioeconómico, entre otros) deben considerarse para tomar decisiones sobre especies de cultivo, rotaciones, fertilización, cosecha y control de plagas y enfermedades.
En este contexto, muchos plantadores no se cambiarán a sistemas de trabajo alternativos si no hay unas buenas perspectivas de beneficio económico, generado por una mayor producción o por menores costes de producción. Las diferentes actitudes dependerán, principalmente, de la percepción de los agricultores de beneficios económicos a largo y corto plazo de la agricultura sostenible.
Artículo elaborado especialmente para puntocero por Evangelina Minuzzi Fahn