El mercado de la educación

Una de las mujeres que más conoce el mundo académico es Patricia Nigro. Su lectura sobre el escenario universitario siempre resulta reveladora para mí y desencadena una serie de pensamientos sobre este mundo, del que formo parte y en el cual el desamparo me atormenta.

Comparto aquí algunas de las reflexiones que surgieron tras leer una nota de su autoría publicada en Perfil este domingo, cuya lectura recomiendo.

La oportunidad es magnífica y el desafío es enorme, pero los docentes estamos solos. No hay políticas de Gobierno tendientes a garantizar el acceso a la educación, a las plataformas de contenidos académicos ni a la mejora en la calidad educativa. Las decisiones que se tomaron durante la pandemia nos tuvieron como una bola de pinball a todos: ciudadanos, casas de estudio, docentes y alumnos.

Las universidades privadas, ámbito en el cual me desempeño hace 15 años, son empresas educativas que demostraron en este contexto tener la vara muy baja y el bolsillo amarrete. Da lo mismo el que trabaja con compromiso y responsabilidad que el que no lo hace. No les importa que haya gente que trabaje de docente y no conozca nada de lo que enseña. Este es un gran problema, porque cuando alguien no conoce lo que sucede en el campo de lo que enseña, difícilmente pueda adaptar su técnica pedagógica al entorno virtual.

Dos cosas quiero aclarar sobre lo que digo. Hablar de empresas educativas no es despectivo sino la aceptación ineludible de que el mercado nos atraviesa. Y, si el valor diferencial de las universidades privadas es justamente la disponibilidad de recursos y la calidad de sus docentes, pues aquí estamos muy flojos.

Los gremios, en este contexto, ya no pueden ocultar sus hilachas. Se quedaron en el siglo pasado, demostraron que ni por las tapas están a la altura de la discusión que los actores de la educación nos debemos. Pegados a su ideología, ninguno fue capaz de identificar correctamente el problema y convocar a una mesa amplia de diálogo para avanzar sobre las variables que deben ser atendidas para defender a la educación.

Algunos de nosotros, decentes, vivimos esta transición como en el Quijote de Cervantes. Nos plantamos frente a un sistema que parece ser de una forma que no es. Nuestra batalla la libramos en el campus virtual y en las tantas videollamadas fuera de hora que hacemos para acompañar a nuestros alumnos.

Artículo elaborado especialmente para puntocero por Mariana Cabrera.