En la revolución contra la depresión, los psicodélicos lideran el camino, especialmente la psilocibina. Respaldada por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, Food and Drug Administration), esta tendencia científica busca desentrañar la conexión entre los psicodélicos y la flexibilidad mental, explorando la microdosificación como práctica prometedora. Sin embargo, la falta de estudios sólidos y las preocupaciones sobre la seguridad a largo plazo plantean desafíos cruciales. Más que una moda, la terapia psicodélica exige una mirada crítica y ética para convertir estos compuestos en herramientas efectivas en la lucha por la salud mental.
La depresión constituye un significativo problema de salud pública a nivel global, siendo uno de los principales contribuyentes a la carga de enfermedades en todo el mundo y generando un costo sustancial para Estados Unidos, superando los 200 mil millones de dólares anuales. Aunque los medicamentos antidepresivos y la terapia cognitivo-conductual demuestran eficacia en algunos pacientes, aproximadamente el 20% no responde a ninguna intervención y, entre aquellos que sí responden, son comunes las recaídas.
Las disfunciones en la salud mental, entre las que se incluyen la depresión y los trastornos de ansiedad, tienen su origen en una reducida flexibilidad psicológica. Este concepto se define como un conjunto esencial de procesos que facilitan la capacidad de las personas para gestionar factores estresantes, desarrollar habilidades para reconocer y adaptarse a diversas demandas contextuales, modificar su pensamiento o comportamiento durante experiencias individuales y sociales, mantener el equilibrio en áreas fundamentales de la vida, y aprender a estar abiertos, conscientes y comprometidos con comportamientos coherentes a sus valores, según lo señalan Davis, Barrett y Griffiths en un estudio publicado en la Revista de Ciencias del Comportamiento Contextual.
En relación con lo anterior, el nexo entre los psicodélicos, especialmente la psilocibina presente en ciertos hongos, los adaptógenos utilizados en la medicina herbolaria para estabilizar procesos fisiológicos y promover el equilibrio mental, y su conexión con la depresión y la ansiedad, es un tema extenso y complejo. De hecho, a lo largo de la historia, los pueblos indígenas de América han empleado plantas psicodélicas, como el peyote y los hongos alucinógenos, en ceremonias religiosas y rituales.
Particularmente, en las últimas décadas, resurgió el interés científico y terapéutico en estas sustancias. La FDA otorgó en 2018 la designación de «terapia avanzada» a la psilocibina para el tratamiento de la depresión resistente al tratamiento (DRT) y, tras la pandemia de COVID-19 y el aumento de la ansiedad y la depresión a nivel mundial, creció el interés en alternativas terapéuticas como esta.
Considerando lo expuesto, se observó que la intensidad de las experiencias místicas se correlaciona con una mayor flexibilidad psicológica. Esta mayor flexibilidad permite a los individuos reconsiderar perspectivas estereotipadas y superar patrones de pensamiento habituales, lo que conduce a una disminución de la depresión, según se explicó en septiembre en la Revista de Práctica Psiquiátrica.
Psilo startup
Así, en 2020, Davis, Barrett y Griffiths respaldaron la noción de que los psicodélicos aumentan la flexibilidad psicológica, posiblemente explicando la reducción de la depresión y la ansiedad después de experimentar con estas sustancias.
En específico, algunos estudios preliminares sugieren que la microdosificación con psilocibina, que implica tomar dosis muy bajas durante un tiempo prolongado, podría tener efectos positivos en la reducción de la ansiedad y la depresión, según planteó Goldberg junto a colegas (2020) en otra revisión. Se menciona un aumento en la creatividad, la concentración y el bienestar emocional como posibles efectos, aunque estos resultados son anecdóticos y se requieren investigaciones más rigurosas para confirmarlos.
Paralelamente, Polito y Liknaitzkyotra sugieren que estos efectos podrían ser considerados placebos, pero la falta de estudios grandes y bien controlados no permite definir esto con certeza. La dificultad para estandarizar las dosis también plantea la posibilidad de que algunos efectos se atribuyan al placebo.
Tagen y colegas, en una publicación de mayo de 2023 de la Revista de Psicofarmacología, señalan también que la seguridad a largo plazo de las microdosis crónicas está poco caracterizada, sugiriendo la valvulopatía cardíaca como un riesgo potencial, aunque aún no ha sido exhaustivamente evaluada y no hay estudios clínicos o en animales al respecto.
Además, la subjetividad de los resultados y la influencia de las expectativas personales y el contexto complican la interpretación de los efectos de la microdosificación. Se necesita más investigación a gran escala y a largo plazo para comprender de manera concluyente su eficacia y diferenciarla de posibles efectos placebo.
Entonces, a pesar de la falta de evidencia científica adecuada para respaldar el uso de psicodélicos en el tratamiento de trastornos psiquiátricos, excepto dentro del contexto de estudios de investigación aprobados, la psilocibina y su potencial terapéutico están experimentando un resurgimiento y crecimiento en interés. De hecho, el Instituto Nacional de Salud Mental y el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos reconocen la importancia de agregar psicodélicos a las intervenciones psiquiátricas actuales para enfermedades difíciles de tratar.
Más que moda, problema de salud pública
Así, no comprender los efectos de la psilocibina, la importancia de la psicoterapia asistida por psicodélicos junto a la experiencia con las drogas, y la necesidad de estar en un ambiente seguro y controlado durante estas experiencias, puede llevar a resultados negativos que desalienten el uso. Hay varias cuestiones relacionadas con el consentimiento informado en medio de las vulnerabilidades y riesgos asociados con los estados alterados de conciencia provocados por psicodélicos.
Conjuntamente, la influencia de los medios de comunicación hoy está moldeando la percepción pública y las expectativas sobre la terapia psicodélica. En este contexto, Azevedo, Oliveira Da Silva y Madeira, en su artículo «Ética del uso de psicodélicos en psiquiatría y más allá: aprovechando los desafíos legales, sociales y clínicos» (agosto de 2023), comentan que hay que mejorar los protocolos de investigación y contrarrestar la cobertura mediática sin evidencia para promover información precisa. Es crucial el análisis para garantizar prácticas basadas en evidencia, conducta ética, seguridad del paciente y acceso equitativo al tratamiento.
Por lo tanto, existen desafíos éticos, sociales y clínicos considerables para comprender el probable beneficio futuro de los psicodélicos, como interpretar los datos de la investigación clínica, lidiar con la publicidad comercial y navegar por el entorno regulatorio confuso. Aunque en muchos lugares se legalizó su uso en contextos controlados, la prescripción por psiquiatras para el tratamiento del trastorno de estrés postraumático (TEPT) y la depresión resistente al tratamiento (DRT) está en evolución. La seguridad del paciente durante experiencias psicodélicas se maximiza en entornos cuidadosamente diseñados, con protocolos y sesiones de preparación y de integración/información.