Fin de año incierto

A la luz de los relativamente recientes anuncios, por parte del actual presidente Javier Milei, del Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) y la «Ley Ómnibus», cuyo tratamiento en el Congreso se prevé en breve, y habiendo analizado los nefastos efectos que los mismos tendrán, de aprobarse, en la cultura en general y en el cine argentino en particular, resultando perfectamente entendible el propósito de aniquilamiento cultural que esta gestión se propone, surgen algunas pocas reflexiones en estos momentos tan aciagos.

En primer lugar, los legisladores deberán demostrar que son genuinos representantes del pueblo y que en nombre de él deberán ejercer una cerrada y categórica defensa de las garantías constitucionales mancilladas y de los derechos adquiridos pisoteados. Es la última oportunidad que los representantes populares surgidos del voto tienen para demostrar su legitimidad y su honestidad.

Tanto el DNU como la «Ley Ómnibus» fueron redactados por grandes estudios jurídicos, los que deberían ser denunciados y querellados ante la Justicia por el delito de traición a la patria. Asimismo, las matrículas profesionales de estos indignos profesionales deberían ser dadas de baja por todos los Colegios de Abogados del país, ya que constituyen un agravio y una afrenta para quienes defendemos el derecho por encima de cualquier apetencia personal.

Luego, el rol de la prensa debe ser más comprometido que nunca, denunciando los atropellos, esclareciendo a la sociedad, informando, constituyéndose en la voz de los que no tienen voz, desenmascarando a los “ensobrados” de siempre que, a cambio de prebendas, hablan loas de esta oprobiosa actual gestión a espaldas del pueblo, mientras el caos y el desconcierto se apoderan de todo el cuerpo social.

Son momentos de alerta, pero también de organización.

Debemos organizar la resistencia cultural. Los derechos que tanto esfuerzo costaron consolidar, deben ser intocables, para lo cual debemos emerger como garantes de los mismos, en los barrios, en los diversos centros sociales, en los medios de comunicación, en cuanto rincón se considere útil la labor.

La cultura no se negocia ni se entrega, cueste lo que cueste, y en preservación de las futuras generaciones que deben recoger este esfuerzo y llevarlo como bandera de lucha y de compromiso.