Encontrar formas de expresarnos que den cuenta de la composición de la diversidad social es una demanda de los tiempos. Se trata de dar identidad, de nombrar a quienes fueron y son objeto de una invisibilización histórica. Es parte de un proceso de desnaturalización de conceptos y quiebre de los paradigmas que nos rigen. Con todas sus particularidades y urgencias, forma parte del mismo proceso que rescata el valor de los pueblos originarios o de las comunidades afrodescendientes, reconociéndoseles como parte imprescindible y necesaria de la construcción social.
El estudio de la lengua y de sus transformaciones deben ser abordadas en su relación con las estructuras sociales. La lengua, nuestro vehículo para comunicarnos, muta y se transforma, se trata de un espacio sensible donde se reflejan los cambios de época. A la vez de darnos identidad, individual y colectiva, supone también la forma en que nos plantamos y relacionamos en el entorno social.
Con especial fuerza durante la última década, se emprendió el camino que permite ir desnaturalizando conceptos, situaciones, acciones, hechos que, producto de un lenguaje tan rico en conceptos como pobre -ya en la boca de los usuarios- en la individualización de identidades, requiere de transformaciones que interpelen a cada componente social, dándole la identidad necesaria y requerida. Las críticas se renuevan de manera constante porque hay un status quo que se ve amenazado. Más allá de las cuestiones estructurales, desde la reacción como acto político frente a la transformación, es posible identificarla como el rechazo a la otredad.
De la mano del feminismo, las transformaciones en el lenguaje toman nuevos bríos en el proceso de reconocimiento de la diversidad de componentes de nuestras sociedades.
En los principales medios de comunicación del país, ligados a sectores conservadores, el tratamiento sigue las estructuras tradicionales. La figura de «editora de género» habilitada en varios medios de comunicación, por ejemplo, sigue encontrándose de frente con un murallón basado en una estructura androcentrista y binaria.
En la vereda de enfrente, aquellos espacios comunicacionales independientes, nacidos muchos precisamente al alero de las transformaciones de la última década, toman e incorporan las demandas sociales y culturales. A su vez, dan cuenta de un periodismo renovado, de crónicas y ensayos, donde la persona es el elemento central ya no a partir de su sufrimiento y el morbo aparejado sino a través de las vivencias y experiencias que le dan identidad propia y le individualizan.
En una entrevista aparecida en Página12 hace algunos meses atrás, Santiago Kalinowski (lingüista, doctor en Estudios Hispánicos y lexicógrafo argentino) señaló que las reacciones ante estos cambios tienen que ver con la profundidad de los posicionamientos ideológicos. «Hay una reacción que uno puede ver que es adversa, pero que no es tan violenta, que tiene que ver con ideologías lingüísticas, con la idea de que la lengua es una cosa que no se puede tocar, que no se mueve, que no se modifica, que está escrita en una especie de código eterno y no evoluciona y no debe evolucionar», dijo Kalinowski.
Del otro lado, agregó, está la reacción visceral, más violenta, que proviene de quienes se oponen a hechos como el matrimonio igualitario o el derecho al aborto legal.
Para el lingüista, el uso de la letra «e» es un «intento de crear en el otro la conciencia de una injusticia que persiste, de pronunciarse políticamente, de interpelar a un otro y de reclamar que ciertas cosas cambien y mejoren».
Las transformaciones estructurales profundas que vengan de la mano del lenguaje inclusivo estarán dados por su uso. Quizás sea una obviedad. No obstante, se trata de entender la forma en que se desenvuelve y su alcance. Cabe entender, desde lo estructural, el impacto que puede causar en los procesos de lectoescritura ya que, sin negar su carácter inclusivo, las transformaciones gramaticales pueden tener efectos no deseados en quienes muestren algún grado de dificultad en su proceso de aprendizaje.
Retomando las reflexiones de Kalinowski, quizás podamos encontrar el quid del asunto: «No estamos buscando que la gramática cambie sino que cambie la sociedad».
Artículo elaborado especialmente para puntocero por Felipe Bäuerle Fuchser.