Por todos es sabido que el uso de la bicicleta goza de múltiples propiedades beneficiosas para la salud de los usuarios y del ecosistema. En los últimos años, la bicicultura se abrió camino en las principales urbes del mundo. Bajo lemas como «por una ciudad sostenible», los ciudadanos se suman a la moda del pedaleo urbano. Una moda, por cierto, muy chic.
Es una tendencia que en países como Holanda, donde la bicicleta representa el 26 por ciento del tráfico, o en Dinamarca, donde este medio de transporte se ha convertido en un modo de vida, gracias a las adaptaciones que sus gobiernos han implantado en estos lugares y al civismo de sus habitantes. Un ejemplo significativo es que en Copenhague los ministros y gerentes circulan en bici como cualquier ciudadano. Además, en esta hermosa ciudad, cuando nieva se da prioridad de limpieza a las ciclo vías antes que a las veredas.
Partiendo de este estado de perfección del ciclismo urbano, Buenos Aires se ha subido al sillín creando en los últimos años 90 kilómetros de ciclo vías, que pretenden unir los principales puntos de referencia de la ciudad, como las universidades y los centros de transbordo.
Existe un carril exclusivo para el uso y disfrute de los ciudadanos que quieran moverse en bici. Se trata de un proyecto que en la plantilla del mapa de los arquitectos queda genial, pero que en su adaptación real al tránsito de Buenos Aires no tiene cabida, donde el reloj de los transeúntes no marca el tiempo para paseos en bici en hora punta. Al exceso de tráfico se le suma el poco civismo de algunos vecinos que pasan olímpicamente por encima de los derechos de los ciclistas y utilizan esta vía para depositar las bolsas de basura y para aparcar sus autos.
A pesar de ello, la capital de Argentina no ceja en su empeño, creando en 2010 el primer sistema de transporte público de bicicletas del país, conocido como Bicing, un programa que cuenta en la actualidad con 58.000 usuarios, 23 estaciones y 850 vehículos disponibles, y cuyo único requisito para disfrutar de su uso es presentar el documento de identidad y una factura que certifique el domicilio del usuario, además de una fotocopia de ambos.
Los ciclistas de Buenos Aires no se sienten protegidos en sus espacios habilitados, ya que un obstáculo en la ciclo vía puede acabar en tragedia al obligarlos a infringir la norma de separación con el resto de trasportes. De los 138 muertos en accidentes de tránsito que hubo en el 2011, el 5,8 por ciento iba en bicicleta. En este sentido, los barrios más peligrosos en relación a la seguridad vial son Montserrat, San Nicolás, Balvanera, Constitución, San Cristóbal y San Telmo, zonas de abundante concurrencia tanto de peatones como de vehículos a motor.
Sin duda, yo no me atrevería a circular en bicicleta fuera de las sendas protegidas, pues como peatón puedo observar que los semáforos y las normas de circulación para los que pedalean brillan por su ausencia. Por no hablar del quebradero de cabeza que debe suponer decidir dónde guardar la bici tras una parada en el supermercado o en cualquier establecimiento. De todas maneras, todo es planteárselo. Es una tarea que nos corresponde a todos llevar a cabo, aunque sea cuesta arriba y haya que dar todavía muchas pedaleadas.
Artículo elaborado especialmente para puntocero por Lourdes Fajardo Aguado.
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