Las mil y una noches del akelarre

Esta semana se estrenó la nueva película de Pablo Agüero tras su paso por la última edición de los Premios Goya, en la que obtuvo 5 distinciones que reconocieron la calidad de su despliegue en la puesta en escena (mejor vestuario, maquillaje y peluquería, efectos especiales, música y dirección artística). El estreno se realizó bajo la premisa de la articulación entre los cines, la TV y las plataformas: contó con una sala en el cine Gaumont, otra en la provincia de Santa Fe, en canal televisivo y la plataforma de CINEAR de forma gratuita, además de Netflix.

País Vasco, 1609. Los hombres de la región, pescadores, salieron al mar y no volverán hasta pasada la luna llena. El juez Rosteguy de Lancre, encomendado por el Rey para purificar la región, arresta a un grupo de jóvenes y las acusa de brujería. Ellas, que saben que su destino es la hoguera sin importar lo que digan, deciden comenzar una serie de relatos para ganar tiempo.

«Los textos de los inquisidores son completamente delirantes, son sus propios fantasmas eróticos, sus represiones, sus propias prohibiciones las que proyectan en las mujeres para condenarlas por hechos imaginarios, por crímenes imaginarios de brujería. Entonces, lo más loco es que la gente los haya interpretado de manera tan literal que incluso las ficciones que se han hecho al respecto, incluso las películas más recientes y las que se pretenden más progresistas, en realidad interpretan literalmente el delirio de los inquisidores. Es decir que imaginan que esas brujas pueden haber existido, por eso me pareció tan importante hacer una primera película sobre la caza de brujas donde no hay brujas. Es algo que grandes historiadores dicen, que cuando uno lee una fuente histórica debe hacerlo en contra del autor para intentar descifrar la realidad que se esconde detrás del texto. Para lograrlo hice un gran trabajo de investigación, no me basé en un solo texto sino que fui componiendo ese rompecabezas de lo que ha sido la realidad del Siglo XVIII», nos cuenta Pablo Agüero.

La composición de los personajes se erige audaz, propone un grupo de mujeres con voluntad de vivir y con una pulsión de disfrute que se enfrenta a los hombres que solo pueden aplacarlo mediante el sometimiento. Uno de los aspectos particulares es el uso del lenguaje de ellas. La película fue rodada en Euskadi, con actrices locales que hablan en euskera y, sin importar lo romántico de sus textos, son interpretados como palabras de conjuro por quienes no las entienden. En palabras del director: «Hace años caminando solo por las calles de Madrid escuché a alguien decir que los argot son lenguajes de ocultación y esa frase me quedó tanto en la cabeza que veinte años después la incluí en esta película. Y es porque, efectivamente, todo lo que sean dialectos o idiomas diferentes, lunfardos, argots, ponen incómodos a los sistemas de poder que quieren controlarlo todo, saber lo que toda persona dice en todo momento. Tal vez por eso se encarnizaron tanto en prohibir idiomas y hacerlos desaparecer de la faz del planeta».

Muchas de las escenas cuentan con un carácter fuertemente performático que entra en una dinámica lúdica con la idea de ritual. La reproducción de época impecable, la fotografía y la música completan una puesta en escena sin fisuras, transitadas por los cuerpos de un grupo de actrices maravillosas: Amaia Aberasturi, Yune Nogueiras, Garazi Urkola, Irati Saez de Urabain, Jone Laspiur, Lorea Ibarra. En tanto, en los personajes masculinos cabe resaltar la energía lasciva de Alex Brendemühl y el gesto de Daniel Fanego y la dureza de sus rasgos.

Por último, Agüero agrega que «el trabajo de investigación ha sido enorme, tengo toda una biblioteca ya de libros sobre la caza de brujas, así como tuve una biblioteca también sobre la Guerra Fría y el peronismo para escribir ‘Eva no duerme’ (2015), pero toda esa información no es para volcarla directamente en el contenido de la película, es primero para entender de qué estoy hablando en los detalles y conceptualmente. Y una conclusión a la que fui llegando confrontando fuentes, es que aquello que llaman ‘el rigor histórico’ es extremadamente relativo porque todas las fuentes, inclusive los historiadores o los mismos testigos en el caso de ‘Eva no duerme’, dan una versión subjetiva o tendenciosa de los hechos porque cada uno quiere hacerles decir algo. Por eso, al final de una investigación tan grande, yo termino haciendo mi propia interpretación de los hechos y mi propia ficción, y esa ficción es en el fondo mi visión de lo que vivimos hoy, es decir, en qué esta historia a pesar de ser de otra época nos habla de lo que estamos viviendo hoy», una invitación a pensar cómo encaja esta pieza audiovisual en nuestro contexto, y por qué nos moviliza aún en la distancia temporal.

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