«Llevar ‘La Gloria’ al cine es un sueño muy caro»

Javier Torre, director de películas como «Un Amor de Borges», «El Almuerzo», «Fiebre amarilla», «Las tumbas» y «El juguete rabioso», entre otras, acaba de publicar una novela titulada «La gloria», que planea llevar al cine el próximo año.

«La gloria» narra un hecho atípico en el mundo del cine: en 1961, dos películas habladas en español obtuvieron los máximos galardones en el Festival de Cine de Cannes: la Palma de Oro para «Viridiana» del español Luis Buñuel y el Premio Internacional de la Critica para  «La Mano en la Trampa», del argentino Leopoldo Torre Nilsson. Pudimos conversar con el autor Javier Torre sobre algunos puntos de su trabajo en la escritura.

¿Cómo fue el proceso de investigación y de selección, y para definir qué contar y cómo hacerlo?

«Es una muy buena pregunta, pero difícil de responder porque no hubo un proceso claro ni continuo para escribir esta novela. Fueron muchos años de recuerdos intermitentes, encuentros a veces casuales con personas (muchas que ya no están), lecturas, viajes a festivales de cine, diarios y revistas de aquella época, archivos en la web y lugares a donde tuve la suerte de volver: Cannes, el Hotel Martínez, Londres (la pequeña ciudad de Eaton, donde se crio mi abuela paterna), Madrid que conozco casi tanto o más que Buenos Aires, y también Paris, donde viví momentos bastante irreales pero que utilicé como fondo de la historia de Buñuel, además de un Buenos Aires que en parte ya no existe pero que tengo muy presente porque me causa verdadera fascinación: el antiguo Belgrano, los caserones, las calles empedradas y muy solitarias, Adrogué, la Avenida de Mayo y el llamado «barrio del cine», esas calles Ayacucho, Lavalle, Viamonte, etcétera.

Por lo demás hay testimonios periodísticos extraordinarios, por ejemplo, la entrevista que Horacio Verbitsky le hizo a Beatriz Guido siendo él muy jovencito y que está en la web, o las anécdotas que me contó en San Sebastián Monsieur Bague, un hombre muy anciano que había sido el distribuidor en Francia de La Casa del Ángel y se acercó a mí muy emocionado al saber quién era yo. He tenido el privilegio de conocer gente muy fascinante, la mayoría enamorados del cine.

Fui entonces reconstruyendo momentos de recuerdos, de lecturas, de viajes. La novela tiene inclusive algunos mensajes secretos, pequeños mensajes que hay que estar muy atento para descifrar, por ejemplo, hay mensajes de amor que están cifrados o intrigas secretas respecto de las cartas, los muebles, el destino de las propiedades, las debacles económicas y el paso impiadoso de la fortuna. En el fondo ‘La gloria’ es, básicamente, una novela de amor, de diferentes clases de amor. Inclusive, un querido amigo me llamó muy asustado por todo esto.»

¿Cómo definió la voz que narra los hechos? El lenguaje, el tono…

«Muy interesante esta segunda pregunta: el tono. Es en realidad lo que más me seduce de la novela, lo que más placer me provoca. El tono (o los varios tonos o tonalidades) fueron apareciendo muy desordenadamente en mi memoria, que es muy buena pero bastante caótica. Tengo, por lo demás, una gran memoria auditiva, tengo la sensación de todavía escuchar voces de personas que ya no están, y no es que escuche esas voces sino que es, a veces, como una brisa que me roza y que las trae. Y, además, sueño y escucho palabras nítidamente, muy de vez en cuando. Puedo escuchar (insisto en que no es la palabra adecuada, quizás debiera decir ‘percibo’) voces de personas que amé o que me amaron. Por ejemplo, las voces de mis padres, la risa de Beatriz Guido, los murmullos en los sets de filmación, etcétera. Como creo ser muy observador y también muy memorioso, también puedo recordar gestos casi imperceptibles y pequeños detalles o anécdotas, inclusive cosas que estuvieron por decirme pero que no me dijeron. Con todo ese panorama, se fue configurando el tono o los tonos de la novela. Fue así, entonces. Creo que tiene algo de reencuentro también, de confesión familiar, de abrazo final, pero no fue forzado, salió solo, lo fui escuchando y lo escribí.»

Pensando en la idea de llevar esta historia al cine…

¿Escribió pensando en que este libro funcionara como base para un audiovisual?

«Llevar ‘La Gloria’ al cine es, por supuesto, un sueño, pero es un sueño muy caro y de un despliegue inmenso y casi inabordable. Imaginar un rodaje en la Croisette en 1961 transitada por Sofía Loren, Claudia Cardinale, Anthony Perkins y Alain Delon, por ejemplo, o la función de estreno de ‘La Mano en la Trampa’ o el rodaje de ‘Viridiana’ con esa escena de la Última Cena que es el momento cumbre del cine de habla hispana, o reconstruir el barrio de Belgrano de mi infancia… no sé. Tampoco creo que los Hermanos Maristas (a los que quiero mucho) me presten el colegio Manuel Belgrano para filmar… ¿usted se atrevería a ir a pedir el permiso para filmar?»

¿Cuál es su vínculo personal y como espectador respecto de ambas películas?

«Mi vínculo con ‘Viridiana’ y ‘La Mano en la Trampa’ es de admiración, o más aún, de veneración. Vi ‘Viridiana’ más de 15 veces, conozco de memoria cada secuencia y he estudiado todo el proceso de la censura franquista que permitió filmarla. También estudié la relación de Franco con la película, cómo volvió a verla, averigüé qué le gustaba secretamente y que veía muchas películas en el Palacio El Pardo. Está documentado que Franco vio más de tres mil películas allí, le gustaba el cine al tirano, hay una fotografía de él filmando vestido con ropa militar.

Por otra parte, ‘La Mano en la Trampa’ es diferente, es como de la familia. Conocí mucho a Elsa Daniel ya de grande, fue muy afectuosa conmigo, me impresionó verla tan cambiada, tan frágil, y nunca me atreví a preguntarle cosas que me hubiera gustado saber (o no). Con Favio lo mismo, lo conocí muchísimo, a él y a Carola, que era un ser muy mágico y generoso. Beatriz -que era bastante inmanejable e irónica- una vez me llevó aparte y me dijo que mi padre lo quería más a Leonardo Favio que a mí y a mi hermano. Bueno, Beatriz decía a veces cosas políticamente incorrectas (ver reportaje de Verbistky para más datos, revista Primera Plana, año 1966). Tenia una verdadera corte que la seguía y la veneraba.

Y a Rabal también lo conocí mucho y convivimos unos o dos meses en un rodaje en Salta, cuando ya no era el galán deslumbrante que fue en los 60′. Pero, por sobre todas estas cosas, está el recuerdo perdurable, el respeto, la admiración incondicional que yo siento por todos y cada uno de los personajes de ‘La Gloria’, una veneración para siempre que me acompaña, muy en particular por los que ya no están.