Cómo cambió el morir

Hasta el Siglo XII en Occidente, el rito de la muerte se desarrollaba en el interior de la casa y alrededor de la cama. Había naturalidad frente a ella y la presencia de niños, parientes y vecinos junto al moribundo era común. Los cuerpos, luego, solían ser acumulados anónimamente en fosas o iglesias.

Durante la Edad Media, un concepto empieza a tener cada vez más importancia: el de la individualidad. Y hacia fines del Siglo XVIII, se instala la necesidad de conservar la memoria e identidad de cada cuerpo (tumbas, placas) y de dejar trascender los deseos del fallecido (testamentos).

La familia burguesa, a lo largo del Siglo XIX, establece socialmente prácticas sobre el morir, como la de no hablar de la situación ante el moribundo y la de mostrar abiertamente el dolor. Las emociones se exteriorizan dramáticamente (gesticulaciones, rezos, llanto, ayunos, desmayos, etcétera). Se ve al sufrimiento y al sacrificio como una demostración de amor hacia la persona que murió.

En el siglo pasado se entró en una nueva etapa

El morir, que antes se vivía como evento social y familiar, ahora se oculta. Las emociones son contenidas y, si aparecen, se miden y controlan. La muerte es censurada, no se habla de ella y se suele esconder lo que genera (a vecinos, colegas y hasta a la propia familia). Mencionarla puede causar climas de incomodidad y vergüenza, por lo que el duelo se transita muchas veces solo.

Las ceremonias suelen ser discretas y el hogar ya no es el lugar para morir: lo son los hospitales e instituciones. Nacen prácticas que parecen olvidar y denegar la muerte. Se generaliza el embellecimiento de los cuerpos, la cremación y surgen modificaciones arquitectónicas en los cementerios (pasando del mausoleo al modelo de “prado verde”).

A partir de los años 80 (sociedad pos infecciosa), nuevos desarrollos farmacológicos llevan a una disminución de las muertes por enfermedades. La esperanza de vida y la experiencia de la vejez se extienden. Se toma a la muerte más como un desenlace de la ancianidad que como producto de enfermedades, pudiendo ser mayormente anticipada.

Los cuidados intensivos en hospitales generan discusiones sobre los modos de tratar a los moribundos y sus familiares. Surgen críticas por la deshumanización en el cuidado del paciente y la falta de respeto en cuanto a los deseos de la persona sobre su cuerpo. Tengamos en cuenta que, por primera vez, las tecnologías hacen posible que un individuo respire artificialmente y se mantenga a su cuerpo con vida, sin percepción alguna de actividad cerebral.

Aparecen nuevos debates y derechos (suicidio, eutanasia, aborto, contracepción, trasplantes, células madre, etcétera). ¿En qué momento empieza la vida dentro de un embarazo? ¿Qué es una agonía? ¿Cuándo se la debería parar?

La muerte es una de las realidades que más interroga al ser humano a lo largo de la historia y, paradójicamente, es hoy una de las que tienen mayor tabú. Con los siglos, se fue pasando de una época en la que morir era un proceso público y acompañado, a la modernidad, donde se trata de alejar su experiencia perceptible.

Pero al ocultar la muerte y sus procesos, se promueve el aislamiento, se olvida que la misma es parte natural de la vida y que le da sentido a la existencia. Por eso es esencial hacerla visible, principalmente mediante el diálogo: hablando y testificando. El tabú se desarma comunicando.

Artículo elaborado especialmente para puntocero por María Florencia Matute.

Deja una respuesta