Nos queda el fuego

Este 25 de junio murió el ícono por excelencia del deseo popular: la actriz Isabel «La Coca» Sarli, quien estaba sufriendo una serie de sucesos que afectaron su salud.

Hace poco, vimos a una mujer que superaba los 80 años, de cabello azabache y labios rojos que se encontraba con John Waters y recordaba una enorme cantidad de veces al amor de su vida y su carrera. El director que se declaró fanático de sus películas la entrevistó con una enorme ternura y ella le correspondió, además, con su sensualidad innata. Al final del video y en las circunstancias de un día como hoy quizás alguna lágrima se escape.

Nació un 9 de julio en Concordia y en el año 1955 fue elegida como Miss Argentina. En esa misma época conoció a Armando Bó, quien sería su director y pareja del que nunca se quiso separar profesional ni personalmente, a pesar de varias ofertas que tuvo para trabajar en Hollywood. La relación tenía términos tanto creativos como personales que siempre fueron vanguardia en su tiempo. Entre ellos no había contratos pero Isabel, que había estudiado inglés, firmaba los acuerdos en el exterior y la convertían en socia. En lo personal, resulta ser que Armando Bó no se separó legalmente de su esposa pero ambos aceptaron la situación e, incluso, sus hijos crearon un vínculo con la Coca.

Dentro del universo profesional, aunque siempre marcado por el amor, la dupla entre el director y la actriz estalló con «El trueno entre las hojas» en la que incluyeron, nada menos, que el primer desnudo real de la historia del cine argentino.

En esta escena, que siempre será la primera de su clase, la Coca según un punto de vista fue víctima de un engaño por parte de Armando Bó, quien le dijo que la toma era a distancia y se sorprendió al ver sus pechos en primer plano. Varias anécdotas entre mitos y verdades, algunas confirmadas por ella misma, insinúan una relación difícil, que en retrospectiva la pintan como una mujer tan querida como usada y a veces maltratada, que permitió que su amor hiciera de ella «un producto», en sus propias palabras. Sin embargo, también es un hecho que fue coproductora de todas las películas que interpretó para él y aparentemente reclamó serlo, lo que también habla de un entendimiento del negocio.

Su ilusión porque Armando se divorciara se sostuvo cuanto pudo, hasta asumir que eso no sucedería y sostener el acuerdo antes mencionado. A tal punto que el 8 de octubre de 1981, cuando Bó daba sus últimos alientos, Isabel se quedó a su lado mientras la esposa del director esperaba en otra habitación su momento para despedirlo.

La Coca Sarli pareció ser un cóctel compuesto de sencillez, ternura, ingenuidad y erotismo, al mismo tiempo que fuerza. Quedarán en el imaginario colectivo las anécdotas que la pintan dándole un cachetazo a un cura en un evento, haciéndolo caer en una mesa llena de comida luego de haberla juzgado por su forma de vestir.

Otra de las historias repetidas sobre su vida es sobre su madre, su otro gran amor, quien le pidió hasta el cansancio que deje de desnudarse en las películas. «La primera vez que María Elena Sarli vio lo que había hecho su hija le dio una golpiza memorable», comenta el libro «Mujeres, Cámara, Acción» que añade, también, una descripción de su casa que incluye a sus dos hijos adoptivos, una enorme cantidad de animalitos y un microcine en el garaje donde le pasaba a su madre sus películas, cortando sus desnudos.

Vivieron también momentos de censura, víctimas de la hipocresía y la pacatería. Sus películas se recortaban acá y allá o se prohibían según el gobierno de turno. Sus filmes fueron más valorados en el exterior y luego, con los años, nuestro país lo revalorizó y lo transformó en cine de culto.

«Por su nefasta influencia sobre el Pueblo Argentino y su accionar inmoral, obsceno, disolvente y promarxista, que ataca las bases occidentales y cristianas de nuestra sociedad», decía la carta que recibió la Asociación Argentina de Actores en el año 1974 y ordenaba dejar el país en un plazo de 72 horas, de lo contrario la Triple A procedería a ejecutar «en el lugar en que se los encuentre, siguiendo la depuración iniciada» a once de sus integrantes, entre los cuales se encontraban Isabel Sarli y Armando Bó… por los desnudos, siempre por los desnudos.

Entre las despedidas, la del historiador Fernando Martín Peña revela un detalle magnífico que termina de cerrar el imaginario de esta mujer impresionante en un nuevo aspecto, una cinéfila apasionada. «Le gustaba mucho el cine a Isabel y sabía mucho más de lo que suponen los que no la conocieron. Cada tanto me llamaba para comentarme tal o cual película de Filmoteca y para pedirme que programara películas que quería volver a ver. En particular ‘El jardín de Alá’ con Charles Boyer. Ya he contado que cuando lo nombraron papa a Jorge Bergoglio me llamó muy entusiasmada: -¿Te enteraste, Peñita? Ya sabés cuál tenés que pasar ahora, ¿no? -¿Cuál, Isabel? -¡’Francisco, juglar de Dios’ de Rossellini!».

«Carne» (1968), «Fuego» (1969), «Fiebre» (1971), «La Mujer De Mi Padre» (1968) y una enorme cantidad de películas sello del cine erótico kitsch, el porno soft de la época, convierten a Isabel Sarli en una «obrera del deseo popular», como se la describió maravillosamente en una de las incontables despedidas perdidas por el mar de las redes.