En una foto que hacía mucho que no se veía, el pasado martes 30 de mayo se celebró la cumbre de presidentes sudamericanos en Brasilia, capital brasileña, auspiciada por el jefe de Estado de nuestro país vecino, Luiz Inácio “Lula” da Silva.
Si bien no constituyó oficialmente un relanzamiento de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), cuya última reunión fue en 2014, sí fue una muestra de articulación política regional ausente desde las épocas de la primera oleada de “gobiernos posneoliberales”, al decir del filósofo y politólogo Emir Sader.
Estuvieron representados otros 11 países además del anfitrión. Diez mandatarios: Alberto Fernández (Argentina), Gabriel Boric (Chile), Luis Arce (Bolivia), Guillermo Lasso (Ecuador), Gustavo Petro (Colombia), Mario Abdo Benítez (Paraguay), Chan Santokhi (Surinam), Irfaan Ali (Guyana), Nicolás Maduro (Venezuela) y Luis Lacalle Pou (Uruguay). En el caso de Perú, Dina Boluarte no estuvo presente debido a que necesita autorización parlamentaria para asistir a actividades internacionales oficiales, por lo cual fue reemplazada por el premier peruano, Alberto Otárola.
El gobierno de Brasil difundió en un documento oficial las siguientes diez propuestas para avanzar con la pretendida integración de América del Sur.
Colocar al ahorro regional al servicio del desarrollo económico y social, movilizando bancos de desarrollo como la Corporación Andina de Fomento, Fonplata, Banco do Sul y el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social.
Profundizar nuestra identidad sudamericana también en el ámbito monetario, a través de mecanismos de compensación más eficientes y la creación de una unidad de referencia común para el comercio, reduciendo la dependencia de monedas extrarregionales.
Implementar iniciativas de convergencia regulatoria, facilitando los trámites y reduciendo la burocracia para exportar e importar bienes.
Ampliar los mecanismos de cooperación de última generación, con servicios, inversiones, comercio electrónico y política de competencia.
Actualizar la cartera de proyectos del Consejo Suramericano de Infraestructura y Planificación, reforzando la multimodalidad y priorizando aquellos de alto impacto para la integración física y digital, especialmente en las regiones fronterizas.
Desarrollar acciones coordinadas para enfrentar el cambio climático.
Reactivar el Instituto Suramericano de Gobierno en Salud, que nos permitirá adoptar medidas para ampliar las coberturas de vacunación, fortalecer nuestro complejo industrial de la salud y ampliar los servicios a las poblaciones necesitadas y pueblos indígenas.
Iniciar la discusión sobre la constitución de un mercado energético sudamericano, que asegure el abastecimiento, el uso eficiente de nuestros recursos, la estabilidad jurídica, los precios justos y la sostenibilidad social y ambiental.
Crear un programa de movilidad regional para estudiantes, investigadores y profesores de educación superior, algo que fue tan importante en la consolidación de la UE.
Retomar la cooperación en el área de la defensa con miras a dotar a la región de una mayor capacidad de educación y formación, intercambio de experiencias y conocimientos en materia de industria militar, doctrina y políticas de defensa.
Por otra parte, el líder brasileño avanzó en un acuerdo con su par colombiano, Gustavo Petro, para unir esfuerzos en el combate contra lo que denominaron los «crímenes ambientales» en el Amazonas, especialmente las actividades de madereros y mineros ilegales, las ocupaciones de tierras y el narcotráfico. “Hablamos de las futuras reuniones que tendremos para discutir la región amazónica. En julio estaré en Leticia, en la frontera entre nuestros países, y el presidente Petro confirmó su visita al encuentro entre países amazónicos en Belém, en agosto. También hablamos de nuestra voluntad de luchar juntos contra la minería ilegal y el narcotráfico”, escribió Lula en su cuenta de Twitter.
Tuvo importante repercusión el cruce que se generó por la «cuestión Venezuela», que desde hace años es un tema espinoso para la política latinoamericana en general y sudamericana en particular. “Ustedes saben muy bien cuál es la narrativa que han construido respecto de Venezuela”, afirmó el Presidente de Brasil, en ocasión de la llegada de Maduro a la cumbre, tras ocho años sin visitar este país.
Por otra parte, Boric y Lacalle Pou, mandatarios de Chile y Uruguay, respectivamente, fueron quienes se distanciaron abiertamente de esa aseveración. “Expreso, respetuosamente, que tengo una discrepancia con lo dicho por el presidente Lula, en el sentido de que la situación de los derechos humanos en Venezuela fue una construcción narrativa. No es una construcción narrativa, es una realidad, es grave y yo tuve la oportunidad de ver. Vi el horror de los venezolanos. Esta es cuestión exige una posición firme”, afirmó Boric. Lacalle sostuvo: “Quedé sorprendido cuando se habló que lo que sucede en Venezuela es una narrativa. Ya saben lo que nosotros pensamos respecto a Venezuela y al gobierno de Venezuela. Ahora, si hay tantos grupos en el mundo intentando mediar para que la democracia sea plena en Venezuela (…) lo peor que podemos hacer es tapar el sol con un dedo. Pongámosle el nombre que tiene y ayudemos”.
Es tan cierto que fue muy importante la concreción de esta cumbre (inédita en los últimos años de Sudamérica), como que los riesgos de la volatilidad política hacia el interior de cada país pueden implicar un veloz empantanamiento del proceso, y un regreso a la desintegración. Por lo pronto, Lula se posiciona como impulsor central de la iniciativa, y comparte con el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, la vocación aún más amplia de profundización de los lazos latinoamericanos en distintos aspectos del quehacer político. El momento es sumamente oportuno: nadie desconoce el potencial estratégico en materia de recursos naturales que tiene nuestra región, especialmente revalorizado a partir del estallido de la guerra entre Rusia y Ucrania.