Marea roja y pesca en aguas argentinas

El mar. Las olas y el viento (sucundún, sucundún). Los pescadores. El olorcito de la brisa marina. Es pintoresco. Tan pintoresco como visitar áreas de pescadores o caminar por la playa y recolectar diferentes elementos que deja la marea. Nada como adquirir productos frescos para las comidas familiares y, entre ellos, los moluscos bivalvos (almejas, mejillones, cholgas, berberechos y ostras) y, de la mano, intoxicaciones.

A nivel mundial se informan anualmente más de 2.000 casos en humanos, con un 15% de mortalidad asociada por el consumo de estos productos de mar contaminados, fundamentalmente, con marea roja.

El Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) define a las mareas rojas como las causadas por el aumento desmedido de algunas especies de algas microscópicas cuando determinados factores del medio ambiente se tornan favorables para su multiplicación.

Debido a que las microalgas poseen pigmentos, “su acumulación sobre la superficie del mar puede ser visualizada como manchas de extensión variable, tiñendo las aguas de color rojo, de ahí el nombre”, indica el licenciado Alejandro Pettovello (exdirector del Centro de Investigaciones de Puerto Deseado -CIPD-, Subsecretaría de Pesca y Actividades Portuarias de Santa Cruz, exmiembro titular de la Comisión Técnica del Convenio de Administración Conjunta del Golfo San Jorge, exdelegado de pesca de Puerto Deseado y exmiembro de la Comisión Asesora Municipal de Medio Ambiente de Puerto Deseado).

De artesanos a cultivadores

Según SENASA, la pesca en pequeña escala o pesca artesanal es una actividad extractiva realizada particularmente por pescadores manuales, sea en el ámbito familiar, individual o de pequeñas asociaciones de individuos. Ocurre con o sin embarcación (sea esta a remo o a motor) y su característica primordial es la baja capacidad de captura diaria y su poco tiempo de navegación y alejamiento de la playa.

En las costas argentinas, la pesca artesanal se desenvuelve en sitios puntuales vinculados a centros urbanos (San Antonio Oeste, Puerto Madryn y Península Valdés, entre otros) y a ciertos recursos (vieiras, pulpitos, mejillones, pejerrey, etcétera). Esto permite acceder a infraestructura (caminos, cámaras de frío, plantas de procesamiento) y a mercados minoristas (expendio en locales, restaurantes, venta directa). En este contexto, la pesca artesanal como actividad que se realiza a pequeña escala muchas veces es pobre en controles bromatológicos.

Una alternativa posible para revertir esta situación es recurrir al cultivo. Esta metodología está poco difundida actualmente, sin embargo, los cultivos de moluscos bivalvos y gasterópodos (mejillones, vieiras, almejas, caracoles de mar) cobrarán mayor importancia en los próximos años, plantea Pettovello. Los cultivos permiten disponer de ejemplares de tallas similares y de cantidades predecibles, lo cual favorece su comercialización frente a la imprevisibilidad de la cosecha silvestre.

Además, esto enraíza en que la capacidad de regeneración biológica de la biomasa marina se encuentra en una situación límite. La menor disponibilidad de recursos implica mayores costos para mantener los niveles de captura (más días de navegación, menores capturas por día, entre otros), con el consecuente efecto en la rentabilidad del sector y otorgando seguridad a la producción a través del cultivo. Entonces, uno de los desafíos en función del problema consiste en generar un esquema que permita aprovechar la capacidad de captura, a la vez que la actividad se desarrolle de manera sustentable para el medio ambiente.

Esto no implica que la captura artesanal deje de existir sino que se desarrollen nuevas formas de trabajo que otorguen estabilidad al sector, sustento de numerosas familias que actualmente dejan la pesca artesanal por falta de rentabilidad.

Difícilmente se abandonen los controles de toxicidad si se extendiera el cultivo, porque los cultivos marinos utilizan el agua tomada de la orilla o se ubican directamente en el mar. Los circuitos cerrados con agua controlada son muy onerosos y no se justificarían en el caso de los mejillones, que son moluscos de un precio relativamente bajo, continúa Pettovello, y agrega: “Creo que es viable siempre y cuando haya incentivos para hacerla (por ejemplo, ayuda estatal para capacitación en cultivos y créditos para las instalaciones) y el mercado pague más por un producto seguro”.

Paralelamente, en los últimos años los controles y monitoreos, los análisis de muestras, entre otras estrategias para la vigilancia de toxinas mortales de moluscos, se incrementaron, plantea Nora Montoya, perteneciente al Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP), pero se carece de métodos de control de toxinas validados localmente. Se utilizan técnicas provenientes de la Unión Europea, cuyas características distan de lo necesario para las necesidades particulares. Además, solo se pueden cuantificar aquellas toxinas para las que hay estándares disponibles, agrega.

A través de estas mejoras, «se anticipa que no solo disminuirá el número de afectados por marea roja sino que se podrán realizar vedas más eficientes, asegurando un equilibrio que proteja tanto la salud pública como el desarrollo de la industria pesquera», completa Montoya.

Marea roja e intoxicaciones

La toxina paralizante de los moluscos, siendo la saxitoxina del alga Gonyaulax la más conocida, es un fenómeno biológico incontrolable e impredecible, derivado de la proliferación en el plancton marino de algas unicelulares fitoplanctónicas, denominadas dinoflagelados.

En una revisión sobre el tema hecha este año, Montoya explica también que los moluscos bivalvos son organismos filtradores que se alimentan fundamentalmente de fito-plancton. Para estos organismos las especies que contienen toxinas son una parte más del alimento que ingieren, puesto que en la mayor parte de los casos estas toxinas no los afectan.

Además, la acumulación de toxinas en los bivalvos es parte de los procesos relacionados con su fisiología digestiva y es importante conocerlos para poder predecir su acumulación y pérdida. En la fase de pérdida es habitual la observación de importantes diferencias en los tiempos de detoxificación, dependiendo del tipo de molusco y del órgano en el que se acumulan las toxinas.

Desde la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) explican que las toxinas (altamente letales) no afectan ni les producen cambios perceptibles en el olor, color o sabor de los moluscos contaminados. Pero al ser consumidos por el hombre pueden ocasionar un cuadro de intoxicación, cuya gravedad dependerá del tipo de toxina y de la dosis ingerida. “Las toxinas no son inactivadas por la cocción, el agregado de vinagre o limón, o por el consumo de alcohol, tampoco existen antídotos”, afirma Pettovello.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la ingestión de estos mariscos contaminados por acumulación de toxinas causa en el ser humano la “intoxicación paralítica por mariscos” cuyos síntomas se presentan como entumecimiento o picazón leve hasta la parálisis respiratoria completa que, en casos fatales, ocurre entre dos y doce horas después de la ingestión.

Por lo tanto, “los problemas generados por estas algas no son para los moluscos sino para el organismo, generalmente el hombre, que los ingiere crudos o cocidos”, continúa Pettovello.

En este contexto, investigadores del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile (UACh), la Universidad de Magallanes (UMAG) y el Instituto de Fomento Pesquero (IFOP), realizarán la expedición a bordo del buque oceanográfico Cabo de Hornos. El grupo de 20 científicos chilenos y de otros países zarpará desde Puerto Montt rumbo a la región norte de Magallanes en noviembre próximo. Oceanógrafos biológicos, químicos y físicos, biólogos moleculares y especialistas en bio-óptica marina, entre otros, participarán en la campaña que tendrá como objetivo realizar
la investigación más completa sobre floraciones algales nocivas (FAN) que se haya hecho hasta la fecha en la zona de fiordos y canales.

Acuicultura en la Costa Atlántica

En Argentina, el consumo de pescado es bajo, pero es importante aclarar que el consumo mundial se incrementó y se espera que siga en aumento. Entonces, pese al poco rédito interno, el mercado externo fue el núcleo dinamizador de la cadena de valor y resultó un factor determinante para el desarrollo pesquero.

En línea con lo anterior, el desarrollo de la acuicultura permitiría ampliar la oferta total de productos pesqueros (marítima, continental y acuícola). Según FAO, el cultivo de organismos marinos abarca ostras, mejillones y vieiras junto a otras especies que se encuentran en una etapa de desarrollo tecnológico como lenguado, besugo y caballito de mar.

Además, la ostricultura en la provincia de Buenos Aires, basada en la ostra del Pacífico, se posiciona como alternativa económica viable para los habitantes locales, lo que se refleja en el crecimiento de la actividad, correspondiendo en su mayoría a extracción de ostras de bancos naturales. En Tierra del Fuego se cultiva la langosta en sistemas semi-intensivos y existe cultivo de mejillón y cholga.

Conjuntamente, la ostricultura tiene potencial productivo estimado de alrededor de 800 toneladas anuales en todas sus formas, ya sea como pulpa, fresco vivo y congelado.

Los valores de producción acuícola actual para el país no son aún relevantes. Esto tiene su origen en los costos de producción, básicamente alimento en el caso de salmónidos, el costo de insumos importados, limitaciones climáticas que reducen las posibilidades de cría en ciertas áreas donde no se cuenta con temperaturas óptimas para cultivo de especies de aguas cálidas, existencia de heladas ocasionales en áreas con clima subtropical, déficit hídrico, la predominancia de la agricultura y la ganadería como actividades tradicionales, etcétera.

En estas regiones, el sector productivo ve también como importante limitación la dificultad económica de mejorar la infraestructura (estanques, cámaras de frío, control de toxinas en torno a marea roja), precios de los alimentos y publicidad. En el caso de la acuicultura marina, la mayor limitación radica en la escasa inversión en el sector teniendo en cuenta que el Mar Argentino presenta condiciones oceanográficas poco favorables para el desarrollo de cultivos basados en mantener el equilibrio entre el aprovechamiento de las especies y su conservación a largo plazo o rancheo, afirman desde la FAO.

Pesca, estado del arte en Argentina

Según el Informe de Cadena de Valor 2017 del Ministerio de Hacienda de la Nación, en Argentina la importancia de la actividad de pesca de captura marítima radica en la contribución al desarrollo de centros pesqueros localizados a lo largo del litoral marítimo, donde es un importante generador de empleo y actividad, tanto como en su aporte en generación de divisas a través de sus exportaciones.

La actividad se divide en una etapa extractiva de captura y una de procesamiento de los recursos extraídos. Esta última puede ser realizada en plantas de procesamiento en tierra o bordo de los buques congeladores.

Hasta 2017, en el Mar Argentino operaban con permisos nacionales y provinciales aproximadamente 1.020 buques pesqueros. La flota se clasificaba por su escala en dos grandes categorías: flota costera y flota industrial.

Particularmente, la flota costera estaba constituida por embarcaciones de limitada autonomía. Entre ellas buques de rada o ría (artesanales) y los costeros. Explotaban una gran diversidad de especies en zonas costeras restringidas, utilizaban múltiples aparejos y artes de pesca, con sistemas manuales o parcialmente mecanizados. Las capturas eran vendidas en fresco en el puerto para el mercado local o a plantas de procesamiento en su mayoría de armadores independientes. En 2016, la flota costera capturó cerca de 146,3 mil toneladas (21% del total).

En relación estrecha con el trabajo de las flotas costeras se encuentra la pesca y la recolección artesanal. Ambas se realizan principalmente en las costas de Santa Cruz, en las ciudades de Caleta Olivia, Puerto Deseado, Puerto San Julián, Puerto Santa Cruz y Río Gallegos. A pesar que la costa de la provincia tiene más de 1.000 kilómetros de extensión, la actividad pesquera está circunscrita a esas localidades.

En el resto de la costa provincial santacruceña se encuentra una gran riqueza ictícola escasamente aprovechada, que consiste en bancos de moluscos o poblaciones de peces costeros que podrían sostener una actividad artesanal más difundida. En la zona del estuario del río Santa Cruz predomina la pesca pasiva con redes de enmalle o agalleras y la pesca activa con red de cerco o arrastre playero.

Otra actividad destacada de pesca artesanal en la zona de los golfos norpatagónicos es la pesca de mariscos bivalvos por buceo. También se debe mencionar la recolección manual de “pulpitos” en verano en el Golfo San José. La recolección de las algas marítimas tiene un desarrollo incipiente en la provincia de Santa Cruz, con dos empresas dedicadas a su explotación.

Las macroalgas de la costa patagónica proporcionan lípidos, proteínas, hidratos de carbono, fibras dietarias, agar y también alginatos, pigmentos y fenoles de uso en procesos industriales de pintura, papel y madera, también plantea el Informe de Cadena de Valor 2017.

Artículo elaborado especialmente para puntocero por Evangelina Minuzzi Fahn.