Por qué soñamos

Desde tiempos remotos, los sueños fascinan a la humanidad. Se los interpretó como mensajes divinos, ventanas al futuro o ecos del alma. Sin embargo, es en la psicología donde el mundo onírico encuentra un espacio privilegiado de investigación y reflexión.

¿Por qué soñamos? ¿Qué sentido tiene ese desfile de imágenes, emociones y escenas a menudo absurdas que nos visita cada noche?

Sigmund Freud fue uno de los primeros en otorgarle al sueño un lugar central en la vida psíquica. Sostuvo que soñar es una forma disfrazada de desear. Los sueños serían realizaciones encubiertas de deseos inconscientes, especialmente aquellos que no pueden expresarse libremente en la vigilia porque traerían angustia o culpa.

Así, el sueño no solo tiene sentido: también habla de nosotros, de nuestros conflictos emocionales, de aquello que no sabemos que sabemos.

La formación de los sueños en Freud: una perspectiva técnica

En «La interpretación de los sueños» (1900), Sigmund Freud plantea que el sueño es la «vía regia» al inconsciente. Lejos de ser un fenómeno caótico o sin sentido, el sueño es una formación psíquica con estructura, lógica y función. Su propósito es realizar, de manera disfrazada, un deseo inconsciente. Para entender cómo se forma un sueño, Freud describe un complejo trabajo psíquico donde intervienen mecanismos precisos.

Durante el sueño, el aparato psíquico se «desorganiza» parcialmente y permite que los contenidos inconscientes emerjan, pero lo hacen bajo una forma disfrazada. Así, lo que aparece como escena onírica visible (el contenido manifiesto del sueño) es una versión deformada del contenido latente, que son los pensamientos inconscientes que le dieron origen. Un solo personaje en un sueño puede representar a varias personas significativas al mismo tiempo.

Otro aspecto central es la separación entre afecto y representación. En el sueño, la representación de una escena puede conservarse, pero el afecto que la acompaña puede ser modificado, disminuido o, incluso, desplazado a otra imagen. Esto permite que el deseo inconsciente se exprese sin generar angustia excesiva. Sí, porque encontrarnos con nuestros deseos genera culpa y angustia, por eso se reprime.

En resumen, el sueño es el resultado de una negociación interna entre el deseo inconsciente que busca realizarse y la censura psíquica que lo reprime. Por eso a veces creemos que no soñamos, cuando en realidad la represión no nos permite recordar para protegernos de nuestras propias emociones, tan ambiguas y contradictorias.

En el sueño aparecen símbolos, escenas fragmentadas y repeticiones que, al ser escuchadas en un análisis, pueden ser leídas como una vía de acceso al sujeto, posibilitando un cambio de posición subjetiva.

El sueño, para el psicoanálisis, no es un escape de la realidad sino una producción del inconsciente que tiene valor clínico. Entonces, cuando hablamos de «la interpretación de los sueños» no hablamos de lo que interpreta el analista como si fuese un brujo o adivino sino de lo que el paciente logra interpretar y descifrar de su deseo. En mostrarle al soñante algo que ni siquiera había podido pensar.

Explicaré lo que acabo de desarrollar con un ejemplo, donde una paciente relata el siguiente sueño: «Estoy en un aula. La maestra me llama la atención porque no hice la tarea. Siento vergüenza. De pronto, la maestra se convierte en mi jefa y luego en mi madre. Me voy corriendo del aula, pero llego a un supermercado vacío. Me siento aliviada».

Contenido latente (trabajado en análisis): la paciente había tenido una discusión con su jefa el día anterior y sentía que no estaba cumpliendo con ciertas responsabilidades. También había recordado cómo su madre solía criticarla por «no esforzarse lo suficiente». Además, la paciente había empezado una relación amorosa y sentía culpa por «abandonar» su rol de hija modelo. La figura de autoridad en el sueño (maestra-jefa-madre) reúne en una sola imagen a tres personas con funciones similares: todas son figuras que ella percibe como exigentes o críticas. Esa fusión simboliza múltiples escenas reales condensadas en un solo personaje.

El conflicto emocional con su jefa y el deseo inconsciente de liberarse de exigencias se desplaza hacia una escena infantil (la escuela), que es menos amenazante y más aceptable. Aunque el contenido latente incluye angustia y culpa por los deseos de independencia, en el sueño el afecto aparece como vergüenza ante la maestra, y luego se transforma en alivio en una escena desconectada (el supermercado vacío), que representa inconscientemente un espacio sin demandas.

Este sueño ilustra cómo el aparato psíquico disfraza un deseo (separarse de figuras exigentes), a través de mecanismos que lo deforman, permitiendo que emerja sin causar un despertar abrupto o angustia consciente.

En el análisis, el sueño se convierte en una vía de acceso a los conflictos inconscientes de la paciente.

Soñar, entonces, es una experiencia profundamente humana. Cada noche, nuestra mente se aventura en paisajes extraños que, aunque parezcan ilógicos, tienen un sentido que espera ser descifrado. El mundo onírico no es ajeno: es una expresión íntima de quiénes somos.

Artículo elaborado por la licenciada Cecilia Miteff.