Usos ancestrales del cannabis en Latinoamérica

Grifa, soñadora, marihuana o marijuana en México, Antillas y Estados Unidos; cangonha, aliamba, da-boa, canhama, ópio do pobre, mulatinha, pito, rafe, liamba o maconha en Brasil; mariquita, zacate hierba santa o hierba verde en Costa Rica.

Cada país nombra al cannabis según su conocimiento o experiencia con la planta. El común denominador, la resistencia de su uso en las comunidades con valor no solo medicinal sino, también, ritual y espiritual. La palabra mariguana se relacionaría con el hecho de que las curanderas y yerberas se llamaban siempre Marías o Juanas y utilizaban la planta del cannabis con fines medicinales.

Cannabis como símbolo de adaptabilidad y resistencia

No es una sorpresa, entonces, que al llegar a América la semilla de cannabis haya encontrado suelo fértil y cuidados en las manos de los nativos de la región. La familia uto-azteca (cuya lengua náhuatl es hablada por los pobladores de los actuales estados de Nevada, Colorado y Utah en Estados Unidos y que se expandieron por las regiones montañosas y escarpadas del oeste y norte de Jalisco, México) fue anfitriona de la semilla. Ahí nace otra versión que ubica el origen de la palabra del náhuatl, “malli”, que quiere decir hierba para tejer y “huana” que se asocia a “thauhani” y significa “alterado en cuerpo y mente”. En su esplendor, el náhuatl fue la lengua de comunicación por excelencia entre los pueblos de Tenochtitlán, México.

El conocimiento de las culturas prehispánicas en botánica y agricultura permitieron que la adaptación del cannabis tuviera éxito y llamara la atención en la industria de la época de Hernán Cortez. El conquistador de los aztecas pidió que traigan cáñamo a la Nueva España. En 1530, Pedro Cuadrado de Alcalá arribó con las primeras semillas de cáñamo a la ciudad de México y la Segunda Real Audiencia autorizó la siembra del cáñamo para fines en la industria textil. Luego de un largo camino de ilegalidad y prohibición, llegó una ley en el 2018 cuando la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SJCN) resolvió en favor del uso de cannabis en el rubro medicinal y en México se comenzó una escalada que llevaría a la creación de la primera Asociación Indígena de Productores de Cannabis en enero del 2020.

Cannabis plantado por manos indígenas en América Latina

La Asociación Indígena de Productores de Cannabis (AIDPC) tiene un enfoque de producción de cannabis de grado medicinal, en el marco establecido por las leyes mexicanas. Las labores de la AIDPC son posibles gracias al grupo multidisciplinario “Oaxaca-Highland”, con 15 años de trabajo y experiencia en el tema de cannabis medicinal, abarcando desde los aspectos legales, técnicos, fiscales y de trabajo con comunidades indígenas de Oaxaca, dando preferencia al sector femenino.

En la actualidad y gracias a la Ley General de Salud en Materia de Control Sanitario para la Producción, Investigación y Uso Medicinal de la Cannabis y sus Derivados Farmacológicos, 80 productores de 10 comunidades indígenas de Oaxaca, México, cuentan con licencias para la siembra y cosecha legal de cannabis para fines medicinales. Generar empleo y detener la migración hacia Estados Unidos son algunos de los motivos por los que la comunidad adoptó el cultivo de cannabis. Su rentabilidad supera a la del maíz y las semillas son aprovechadas para agregar a los alimentos en busca de sus beneficios. El «oro verde», como le llaman ahora al cannabis, está en auge y su producción genera empleo y rentabilidad en mercados de todo el mundo.

Actualmente, la Asociación Indígena de Productores de Cannabis tiene sociedades de producción en los municipios San Pablo Güila, San Dionisio Ocotepec y San Nicolás Yaxe, entre otros. San Pablo Güila es la primera comunidad indígena de México que se organizó para iniciar con la tramitación de permisos, actividades, organización y creación de empresas rurales en todo México en la industria del cannabis.