Adiós Jean-Luc Godard

“Adiós al lenguaje” (2014) fue una de las últimas películas de Jean-Luc Godard, y en el día de su pérdida física su figura se enaltece como refundador del cine durante casi 7 décadas.

Desde “Sin aliento” (1960) hasta sus últimos esfuerzos dentro de la dimensión experimental, ilustran su pasión por construir y destruir casi en sincronía. La destrucción entendida, aquí, dentro de una instancia necesaria para pensar el futuro, incluso, su primera relación directa con la producción cinematográfica fue la escritura, es decir, desde la reflexión. Al igual que sus colegas, el proceso de la redacción los indujo a entrar con una cabeza menos mecanizada al mundo del hacer películas. Se puede pensar la obra de Godard como una obra crítica: primero desde la pluma y luego desde la cámara.

Entre sus obras magnánimas está el video ensayo dividido en cuatro partes: “Historie(s) du cinémaes”, que comenzó a gestar a finales de los 80′ y terminó en 1998, aunque una versión preliminar se exhibió en la sección “Un certain regard” del Festival de Cannes en 1997. El mal entendido sintagma “cine moderno” tiene a Godard como padre de esa etiqueta (más no responsable de tal confusión), quien es ya considerado como un ser perdurable en la manera de hacer tanto como de escribir y de pensar el cine.

Si bien su etapa más celebrada es la del primer lustro de los 60′, hay un mundo más allá de “Sin aliento” (película fundacional e iniciática). De “Alphaville” (1965) pasando por “Masculino, femenino” (1966) hasta “Week-end” (1967), su obra parecía ubicarse en la columna más accesible, pero luego surgirían las etapas de cambio de piel. El periodo maoísta (en el que no firmaba sus películas), el del autor puro, el del estrictamente fílmico, un tibio regreso al maoísmo, la experimentación con el vídeo, los documentales, la exploración del sonido y un último encabalgamiento tecnológico con el 3D. También su conexión con las mujeres permite hacer escisiones en su carrera: de Anna Karina, Anne Wiazemsky y, su última, Anne-Marie Melville hasta el final de sus días.

Su lucha por los derechos estudiantiles y de los trabajadores dejó su marca indeleble en el “Mayo francés” junto a François Truffaut durante la suspensión del Festival de Cannes, mientras el periodismo le preguntaba por movimientos de cámara y cosas que pertenecían al mundo de lo banal, al menos en ese instante.

Gran parte de la historia del cine se fue en la figura de Godard, no obstante, su influencia y carácter de mito se elevan aún más con su presencia eterna en el éter.