Una de las principales herramientas que tenemos para comunicarnos, para expresar lo que sentimos y pensamos, lo que nos agrada o desagrada, lo que queremos o no, etcétera, es el lenguaje. Sin embargo, más de una vez escuchamos aquello de “las palabras se las lleva el viento”, restándole importancia al efecto que producen.
Probablemente nos haya pasado que alguna vez al estar en medio de una conversación con un amigo, familiar o compañero de trabajo, una palabra mal expresada desembocó en una discusión o, incluso, en el fin de la misma. Y es que no caemos en la cuenta del poder que tienen las palabras, estas pueden construir o destruir, si decimos las palabras adecuadas en el momento oportuno podemos levantar el ánimo si estamos decaídos, solucionar un conflicto y mostrar apoyo a los demás.
¿Cómo funciona el lenguaje?
El lenguaje es mucho más que un medio para transmitir información (valga la redundancia) A través del lenguaje construimos nuestros modelos mentales sobre cómo funciona el mundo, cómo lo entendemos, cómo lo interpretamos y cómo respondemos ante las cosas.
Por ejemplo, estoy haciendo un esfuerzo mayor que antes en mejorar mi salud pero alguien viene y me dice: »no estás haciendo nada, estás gorda y fea». Inmediatamente, mi mente volará a 1.000 revoluciones por segundo de sacar cada complejo e inseguridad… solo con una frase llena de expresiones que desmotivan.
¿Como se puede utilizar el lenguaje a nuestro favor?
Si conocemos el poder que tienen las palabras en la comunicación con los demás tanto como en la forma en que nos hablamos a nosotros mismos, en nuestro diálogo interno, vamos a ver qué podemos hacer para utilizarlo a nuestro favor.
Evitá sobre generalizar: mucha veces utilizamos »todo», »nada» o »siempre», y estas palabras en contextos como »todo me sale mal», »no logro nada en la vida» o »siempre soy desplazado por todos» son expresiones que nos llevan a un declive emocional inminente.
Cuidado con los «debería»: cada vez que utilizamos esa palabra estamos exigiéndonos no fallar, “yo no debo…”, nos cerramos opciones y nos generamos una carga emocional. Sin embargo, si cambiamos el “no debo” por “me gustaría”, el efecto en nuestras emociones cambia porque pasamos de la exigencia a la preferencia.
No etiquetes: utilizar palabras como »soy un desastre» o »soy inútil» es reducir todo lo que somos nosotros o los demás a una conducta concreta. Que hayas tenido un error no significa que seas un desastre o inútil.
Expresá gratitud: es una toma de conciencia por las cosas buenas que nos pasan en la vida. Está demostrado que decir palabras de agradecimiento genera emociones positivas y aumentan nuestro bienestar.
Ya sabemos cómo influyen las palabras en nosotros y en los demás, y que no se las lleva ningún viento, así que… de nosotros depende cómo las usemos: si lo hacemos para crear o destruir.
Artículo elaborado especialmente para puntocero por María Auxiliadora Marín.