Los padrinos mágicos

Muchas veces estamos sumergidos en nuestra rutina diaria y no podemos mirar hacia el costado, pero cuando nos tomamos un tiempo para hacerlo, somos capaces de ver las diversas realidades que existen.

A Graciela Perrone la conocí gracias a una charla en el ascensor de mi casa, con Claudia, mi vecina. Ella me comentó de ACAS y de Graciela, y así fue como nos contactamos. Hablamos durante algún tiempo y un día me contó que tenía un sueño: escribir un libro para chicos. En ese entonces le pasé un par de contactos, algo sin importancia, y luego pasó el tiempo.

Un día llegó la noticia de que Graciela por fin lo había logrado. El sueño estaba cumplido, su primer libo: “Nahuel” veía la luz. Pero detrás de esta historia se encierra la vida de muchos chicos y chicas que asisten a las distintas escuelas de frontera.

La Asociación de Clubes Argentinos (ACAS) es una asociación sin fines de lucro que desde 1982 tiene la misión de afianzar la soberanía argentina a través de la educación y, para ello, construyen escuelas de frontera y desarrollan proyectos educativos y acciones de apoyo social que sirvan de base para mejorar la calidad de vida de los niños y niñas en las comunidades más alejadas del territorio argentino.

Los Clubes Argentinos de Servicio (CAS) son entidades constituidas por personas de todas las edades que, con autonomía y sin distinción de raza, credos o ideas políticas, trabajan en amistad y en equipo, desarrollando variadas acciones solidarias con el objetivo de construir una Argentina mejor.

La asociación se encuentra en distintas localidades de las provincias de Buenos Aires, Córdoba, La Pampa, Santa Fe y Catamarca.

La historia de Nahuel nos habla sobre un nene que vive en la frontera de nuestro país, que se despierta muy temprano para ir a la escuela y que, para llegar, tiene que hacer varias peripecias. Una vez en el lugar, la «seño» lo espera con un vaso de leche y una rebanada de pan. La escuela es un ranchito muy viejo y roto. Las ventanas casi no tienen vidrios y por todos lados entra el polvo, el frío y muchas veces el agua de la lluvia.

Pueden pensar que esto forma parte de la imaginación de Graciela pero, lamentablemente, esto no es ficción. Ella sabe bien que es la realidad a la que se enfrentan los niños y niñas de nuestro país, y que si no fuera por la ayuda de estos «padrinos mágicos», la gente de ACAS a la que Perrone pertenece desde hace años, posiblemente estos chicos no tendrían un futuro por delante. El final feliz es la construcción de una escuela de material, con todo lo elemental y necesario, pero que para estos niños y niñas se transforma en un parque de diversiones.

Muchos de nosotros vivimos en la ciudad, alejados de una realidad cruel para que no nos duela, pero no por eso deja de existir. Tuve la suerte de conversar en La Sommelier de Libros con Santiago Benítez, director de una de las escuelas de frontera que queda en Paraje Picada Maderil, Departamento de San Vicente, provincia de Misiones. La escuela se inauguró el 24 de febrero de 2014 y es la N°15. Santiago es un hombre simple en apariencia, pero es uno de esos superhéroes que no salen en las películas de Marvel sino que existe en la vida real. Él cuida de sus chicos, los protege, lucha por sus derechos, se emociona hasta las lágrimas cuando hay que emocionarse y deja de lado sus sentimientos para hablar con firmeza de lo que el Estado promete y no cumple. Todavía están a la espera de las partidas que deberían haber llegado pero que desde abril no tienen noticias. Habla de hambre y de que la tarea educativa se desvirtúa, porque sin desayunar es imposible que se puedan concentrar en el aprendizaje. Esos chicos esperan un plato de comida. Pero Santiago no se queda quieto y busca los recursos para que sus alumnos sigan estudiando y puedan pensar en un futuro.

Hay muchos «Santiagos» en las escuelas de frontera. Hay muchos «Nahueles» dando vueltas por ahí y, por suerte, hay muchos «padrinos mágicos» que hacen de esta Argentina un lugar mejor.