Maltrato en infancias y adolescencias

Cuando hablamos de maltrato en las infancias y adolescencias (MIA), en general, nos referimos a injuria física, mental y/o abuso sexual y/o al trato negligente y económico sobre niños y adolescentes, ocasionado por personas encargadas de su cuidado y custodia, que implique peligro o amenaza para la salud y bienestar físico y mental.

Con la mirada puesta desde la salud pública, en las consultas diarias podemos observar que se encuentra últimamente asociado el maltrato y/o violencia al estrés económico y ambiental. Esta comprometerá la resiliencia de los chicos para sus relaciones interpersonales a medida que crezcan, poniendo en riesgo así la salud integral.

Cuando sospechamos MIA, vemos habitualmente que muestra repentinos cambios en el comportamiento o en su rendimiento cotidiano, presenta problemas físicos o médicos que no reciben atención de sus padres o cuidadores. También pueden darse problemas en el aprendizaje que no pueden atribuirse a causas físicas o neurológicas. Siempre está «expectante», como preparado para que algo malo ocurra.

Asimismo, se puede evidenciar que falta supervisión de los adultos, es sumamente hiperactivo o, por el contrario, excesivamente responsable, llega temprano al colegio y se va tarde o no quiere irse a su casa, falta en forma reiterada a la escuela.

En las familias podemos observar que dan muestras de no preocuparse por los chicos. Raramente responden a los llamados del establecimiento educativo o al cuaderno de comunicaciones, niegan que tenga problemas en el colegio tanto como en el hogar. Por el contrario, retan al niño por su conducta, cuestionan todo lo que hace su hijo, se burlan o hablan mal de él ante los maestros, demandan de los chicos un nivel de perfección académica o un rendimiento físico que es inalcanzable.

Existen indicadores físicos tanto como psicológicos, la idea es comprometernos en ofrecer a nuestros chicos lugares en escuelas y familiares seguros, estables y enriquecedoras. Cuando los chicos se sienten seguros y bien conectados con sus cuidadores, aprenden a confiar en los demás, a hacer amigos y a manejar sus sentimientos. Esto es esencial para la salud mental.

Además, podemos observar indicadores como daños físicos reiterados (morados, magulladuras, quemaduras), chicos sucios o con ropa inadecuada, cansancio, apatía permanente (dormita constantemente, tiene fatiga crónica, está desanimado). También presentan cambios sin motivos aparentes en la conducta escolar: de la hostilidad a la amistad y viceversa, agresividad y/o rabietas persistentes (antisocial, destructivo), relaciones distantes y hostiles (servil, mordaz, perturbador), hipervigilantes (en constante estado de alerta, celosos).

¿Cuáles son las lesiones y signos o síntomas más frecuentes?

Estas pueden ser lesiones oculares, cutáneo-mucosas, quemaduras, lesiones osteo-articulares, mordeduras, lesiones viscerales, alopecias traumáticas, lesiones en las mucosas. Otras posibles son abuso sexual, maltrato emocional como hostilidad verbal crónica en forma de insulto, burla, desprecio, crítica y amenaza de abandono, abandono emocional manifestada como la falta persistente de respuestas a las señales, expresiones y falta de interacción y contacto con una figura adulta estable.

¿Cómo nos manejamos en el consultorio que es un lugar privado y muchas veces estamos sin equipo para asesorar. Debemos ser cuidadosos con las entrevistas, no inducir con las respuestas y siempre preguntar al paciente si quiere estar solo en la consulta.

Además, hay que documentar toda la información de manera detallada sin confrontar con las familias. Una entrevista bien conducida, aumenta la posibilidad de arribar a un diagnóstico adecuado. Es conveniente avisar que la información obtenida puede ser compartida con otros profesionales, como equipos interdisciplinarios para arribar a diagnósticos y tratamientos adecuados.

Siempre es doloroso, pero lo más importante es saber que si trabajamos con mucho cuidado y amor, podremos colaborar y llegar a generar un buen vínculo de confianza. Trabajar con las escuelas y/o instituciones donde concurran los chicos y adolescentes es el mejor camino para una buena recuperación.

Artículo elaborado por la doctora Débora Sandra Reichbach.