El mutismo selectivo es un trastorno de ansiedad infantil que se caracteriza por la incapacidad de hablar o comunicarse en determinados contextos o con ciertas personas. Sin embargo, el niño que lo padece puede hablar con normalidad en entornos donde se siente más seguro y cómodo como, por ejemplo, en casa o con sus familiares más cercanos.
Hay que comprender que el alto nivel de ansiedad que está sintiendo le incapacita para comunicarse o a hablar. No es un rechazo voluntario del niño.
El mutismo selectivo comienza, generalmente, entre los 2 y 4 años, pero suele ser más evidente cuando el niño inicia la etapa escolar. La prevalencia del trastorno se sitúa en torno al 0,03% y el 1% de la población y puede prolongarse durante meses o años. En caso de no ser tratado, el mutismo selectivo puede tener serias consecuencias como baja autoestima y autoconfianza, aislamiento social, así como dificultades escolares.
Actualmente, se desconocen las causas específicas del mutismo selectivo, pero las investigaciones revelan diferentes hallazgos, señalando que puede tratarse de un trastorno multicausal. Entre las posibles causas, destacan las siguientes.
Patrón de conducta severamente inhibida lo que favorece la ansiedad. Los niños con temperamento inhibido tienen un umbral de excitabilidad bajo en el área del cerebro llamada amígdala. Esta estructura recibe señales de peligro ante un momento de miedo real o potencial (en el caso de las personas con mutismo selectivo son los episodios de interacción social). Y así desencadena reacciones con el objetivo de proteger a la persona.
Factor hereditario. Un porcentaje importante de padres de niños con mutismo selectivo padecieron el trastorno u otros trastornos de ansiedad.
Baja autoestima. Comorbilidad con otros trastornos de ansiedad, especialmente, fobia social.
Las dificultades del habla o lenguaje pueden facilitar la aparición de mutismo selectivo.
La sobreprotección de los padres que hablan por el niño o la presión ejercida por estos para que hable pueden intensificar la magnitud de los síntomas.
Situaciones de cambio en la vida del niño y los factores estresantes pueden desencadenar la aparición del mutismo selectivo.
Es importante, a su vez, entender el mecanismo que mantiene el mutismo selectivo. Cuando un niño no habla ante una situación social, la ansiedad se elimina o reduce notablemente. Por eso, para mantener su bienestar, el niño evitará a toda costa esa sensación de ansiedad, estableciéndose con el tiempo un ciclo de evitación. Este se convierte en un hábito tanto para el niño, como para los adultos cercanos en su vida y el ciclo se vuelve cada vez más difícil de romper.
¿Cómo se evalúa el mutismo selectivo?
De acuerdo al manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5), los criterios que ha de cumplir el niño para que reciba el diagnóstico de mutismo selectivo son los siguientes.
Fracaso continuado para hablar en situaciones sociales específicas en las que existe la expectativa de hablar, aunque puede hacerlo en otras situaciones.
El fracaso para hablar no es atribuible a la ausencia de conocimiento o comodidad con el lenguaje hablado necesario en la situación social.
Esta dificultad interfiere en el aspecto educativo o en la comunicación social.
La alteración tiene una duración de, al menos, un mes sin contar el primer mes de adaptación escolar.
La dificultad no se explica por trastorno de la comunicación y/o durante un trastorno psicótico, esquizofrenia o trastorno del espectro del autismo.
Comorbilidades: suele observarse alto porcentaje de comorbilidad con otros trastornos de ansiedad, mayoritariamente, trastorno de ansiedad social, trastorno de ansiedad por separación y fobia específica.
El mutismo selectivo requiere de una evaluación multidisciplinar. El pediatra con el historial médico y tras una entrevista a los padres puede derivar a diferentes especialistas con el objetivo de descartar otras patologías. En este sentido, el fonoaudiólogo puede realizar una valoración del lenguaje y de la comunicación del niño, el psicólogo psiquiatra infantil puede determinar el nivel de ansiedad y detectar otros trastornos de salud mental que pueden estar presentes. En casos de habla muy limitada, puede ser necesaria una exploración física de la boca o recurrir a pruebas de audición.
El diagnóstico temprano es fundamental. Sin tratamiento, el niño seguirá viviendo con gran ansiedad las interacciones sociales y cabe la posibilidad de que el problema se agrave en un trastorno de ansiedad social en la edad adulta.
Tratamientos
Psicología: terapia conductual o cognitivo conductual en sesiones individuales y, a veces, terapia de grupo.
Orientación a padres.
Psiquiatría infantil: en ocasiones es necesaria la terapia farmacológica para ayudar a disminuir la ansiedad a un nivel en el que el niño pueda participar de su tratamiento. Usualmente se utilizan inhibidores de la recaptación selectiva de serotonina (IRSS) o, si no vemos resultados, se pueden usar tricíclicos, benzodiacepinas u otros a considerar por el profesional.
Artículo elaborado especialmente para puntocero por la doctora Julieta Kacir.