Vínculos saludables: el otro y el amor

En el discurso, es común encontrarse con la fantasía de la fusión: la idea de que el amor verdadero implica convertirse en «uno solo». Frases como «mi otra mitad» o «sin ti no soy nada» expresan esta ilusión de unidad absoluta que, a menudo, es sostenida por ideales románticos e, incluso, por una angustia de separación.

Sin embargo, desde el psicoanálisis entendemos que en una pareja hay dos sujetos con deseos, historias y conflictos propios. Uno más uno es dos, y no debe ser uno.

El amor y la tensión entre unión y separación

El amor implica una tensión entre la unión y la diferenciación. Amar es, en cierto modo, aceptar la alteridad del otro sin anularse a sí mismo. Cuando una pareja cree que el amor significa volverse «uno», corre el riesgo de caer en la fusión simbiótica, donde el deseo individual queda anulado por una demanda inconsciente de completitud. En estos casos, el otro deja de ser un sujeto con su propia falta y se convierte en un objeto para llenar un vacío.

De esta manera, Jacques Lacan nos recuerda que «el amor es dar lo que no se tiene a alguien que no es». En este sentido, en la pareja siempre hay un espacio entre los dos, una falta estructural que nunca se colma del todo. Cuando se intenta borrar ese espacio (cuando se aspira a la fusión total) surgen síntomas en la relación: celos extremos, control, dependencia o incluso violencia.

Asimismo, el amor maduro es la posibilidad de ser dos. Una pareja sana no es aquella en la que ambos se funden en un solo ser sino aquella en la que dos sujetos pueden amar sin perderse a sí mismos. Esto implica reconocer que el otro es un sujeto con sus propias faltas, aceptar la distancia y entender que el amor no es posesión sino un lazo que respeta la diferencia.

Ayudar a una pareja implica trabajar sobre los fantasmas de fusión, las heridas narcisistas que generan dependencia y los modos en que cada uno construye su deseo en la relación. No se trata de volver a los sujetos autosuficientes ni de negar la importancia del otro en la vida de cada uno sino de posibilitar un lazo en el que el amor no implique la renuncia a la propia singularidad.

Desde la clínica psicoanalítica, este enfoque se sostiene no solo en el vínculo de pareja sino, también, en los demás vínculos (familiar, amistad, laboral), ya que el reconocimiento de que el otro no soy yo sino alguien que puede tener sus propios deseos, valores y convicciones, nos permite tolerar mejor la diferencia y vincularnos de un modo más saludable. Uno más uno es dos. Y así debe ser.

Artículo elaborado por la licenciada Cecilia Miteff.