Disfrutar la sexualidad, un derecho irrenunciable

Las personas, en tanto seres complejos, están atravesadas por un sinfín de situaciones que condicionan su forma de percibir la vida y las decisiones que adoptan para hacer de este pasaje, pequeños momentos dignos de disfrutar.

Aquellos individuos que poseen alguna discapacidad son personas que, por su condición, tienen ciertas dificultades que afrontar, entre las cuales puede encontrarse el desempeño de su sexualidad. Si bien cada persona con discapacidad es única con sus propias inquietudes, sueños y desafíos a enfrentar, el reto de disfrutar de una sexualidad satisfactoria suele ser una dificultad habitual.

La etapa del ciclo vital en la que haya tenido lugar la discapacidad, conjuntamente con las circunstancias que la provocaron y las redes de contención que posea el individuo, son algunos de los factores necesarios para brindarle a la persona herramientas que mejoren su calidad de vida.

El mundo está diseñado para la gente convencional, lo que implica que aquellos que se encuentran por fuera de la norma deben procurarse los apoyos necesarios que le posibiliten participar de las actividades habituales que forman parte de vivir en sociedad.

Conforme a los últimos datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), más de 500 millones de personas en el mundo tienen algún tipo de discapacidad. En tanto seres sexuados todos somos iguales. Pero nos diferencia el modo en que expresamos la sexualidad, ya que la misma depende de las posibilidades físicas y psíquicas de cada individuo. En su manifestación intervienen pensamientos, creencias, deseos, fantasías, valores, prácticas, actitudes etcétera.

Su expresión está envuelta en condicionamientos culturales, sociales, religiosos que contribuyen a que la sexualidad sea transitada con culpa, miedo, prejuicios negativos. Los individuos con esta condición viven su sexualidad con escasa información, poco desarrollo social, menos momentos de intimidad, rodeada de mitos y sobreprotección lo que ocasiona dificultades para disfrutar de una sexualidad sana y satisfactoria.

El desafío se produce cuando una persona con discapacidad quiere vivir lo que atañe al despliegue de su sexualidad. Por ejemplo, tener un encuentro en el cual sea besado, acariciado, abrazado, tenido en cuenta.

En esos momentos, el sujeto comienza a buscar formas de hacer posible la satisfacción de esa necesidad, entonces concurre a sitios donde puede conocer gente, se descarga aplicaciones para tener una cita o bien recurre a trabajadores sexuales. Pero, ¿qué sucede cuando todos esos caminos están llenos de obstáculos? Existe la figura del asistente sexual, y son aquellas personas que acompañan a quienes tienen alguna discapacidad, ya sea estén solos o en pareja, en encuentros íntimos para ayudarlos en el desenvolvimiento de su sexualidad.

Para concluir, tener discapacidad de debería dar lugar a que se vulnere la dignidad de un individuo ni el ejercicio del derecho a vivir su sexualidad; expresa su sexualidad conforme a sus recursos y posibilidades; siente deseos y quiere y necesita satisfacerlos; si vas a tener un encuentro sexual con un individuo con discapacidad, planteá cuáles son tus intenciones y dejá que la persona decida qué hacer al respecto; y recordá que la sexualidad es una cuestión de salud.

Artículo elaborado especialmente para puntocero por María Alejandra González.

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