La dosis hace al veneno

En la actualidad, existe una creciente preocupación mundial en torno a la presencia de pesticidas artificiales en la dieta y su posible relación con el riesgo de cáncer.

Sin embargo, resulta sorprendente descubrir que algunos de estos compuestos se encuentran en alimentos comunes para la alimentación diaria, desde manzanas hasta zanahorias, pasando por la canela y la pimienta, y en niveles aproximadamente 10.000 veces más altos que los pesticidas sintéticos, como plantea Bjorn Lomborg en uno de sus libros, «El Ecologista Escéptico».

Más allá de que estas sustancias demostraron ser carcinogénicas en estudios con roedores, se debe considerar el simple hecho de que los humanos raramente -si es que nunca- encontrarán en la vida real las altísimas dosis de sospechados cancerígenos que les son administradas a los animales de laboratorio, aspecto también avalado por la Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades.

Por lo tanto, es importante abordar esta cuestión con cautela y comprensión científica.

Natural, sintético, ¿cuánto?

Antes de continuar, la Real Academia Española (RAE) define como natural a una cosa que está tal como se halla en la naturaleza, o que no tiene mezcla o elaboración, es decir, intervención humana. Por su parte, sintética o artificial es toda aquella sustancia que se obtuvo por procedimientos industriales, generalmente una síntesis química, lo que implica acción humana.

Las plantas están dotadas de la capacidad de producir toxinas para aumentar su resistencia a plagas. De hecho, algunos alimentos son retirados del mercado por su aguda toxicidad para los seres humanos. En consonancia, Bruce Ames y Lois Swirsky Gold en su trabajo «La prevención del cáncer y la confusión química ambiental» plantean que compuestos neurotóxicos y solubles en grasa presentes en papas demostraron causar malformaciones en roedores, pero aún no se confirmó su potencial carcinogénico en humanos.

Además, Lomborg agrega que la mayoría, sino todos, los productos vegetales que se compran en el supermercado contienen cancerígenos o teratógenos naturales (agentes que causan defectos de nacimiento), comúnmente hasta un 5 a 10% del peso seco de la planta, y en muchísima mayor concentración que los residuos de pesticidas sintéticos que se hallan en los alimentos.

Así, si las políticas ambientales se cumpliesen sobre el mercado de alimentos como se hace en los lugares de trabajo, los testeos sobre productos frescos darían como resultado la prohibición de las zanahorias, repollos, repollitos de Bruselas, jugo de naranja, pimienta, coliflor, grosellas y ananás. Los consumidores morirían de hambre antes que de cáncer.

Por otra parte, existe el caso del diclorodifeniltricloroetano (DDT), que es un pesticida sintético utilizado para controlar insectos en agricultura tanto como otros que portan enfermedades (paludismo, fiebre amarilla, dengue y tantas otras que son transmitidas por mosquitos y otros insectos). Este compuesto se acumula en el tejido graso y demostró ser carcinogénico en roedores pero, a pesar de eso, no existen pruebas contundentes que indiquen que los niveles ambientales o los que se encuentran en los tejidos humanos contribuyan significativamente al cáncer.

Simultáneamente, desde la Revista del Instituto Nacional del Cáncer explican que no se observó asociación entre el glifosato (un herbicida ampliamente difundido) y ningún tumor sólido o neoplasia maligna linfoide en general, incluido el Linfoma de Hodgkin y sus subtipos. De este modo, la complejidad de los efectos carcinogénicos implica una evaluación minuciosa y una comprensión profunda de cómo los compuestos químicos realmente desencadenan la formación de tumores.

Por lo tanto, la presencia de pesticidas en los alimentos, ya sean “naturales o sintéticos” (revé las anteriores definiciones), puede generar confusión en la percepción de riesgos. Entonces, es crucial recordar que la toxicidad depende en gran medida de la cantidad, y muchas enfermedades atribuidas a la exposición química, a menudo están relacionadas con dosis altas o prolongadas, mientras que las dosis bajas pueden ser seguras o incluso, en algunos casos, beneficiosas.

Prevenir el cáncer, de verdad

Paralelamente, estudios epidemiológicos demostraron consistentemente que un mayor consumo de frutas y verduras está relacionado con una reducción del riesgo de enfermedades degenerativas, incluido el cáncer. Aunque pueden surgir preocupaciones sobre residuos de pesticidas, es crucial no perder de vista la importancia de una dieta rica en estos alimentos.

En este sentido, y ampliando la discusión, cobran relevancia los orgánicos, considerados popularmente “más sanos” que los producidos en el marco de la agricultura tradicional. Según el Centro Johns Hopkins, generalmente se cultivan sin hormonas, antibióticos, pesticidas y fertilizantes sintéticos y no contienen ingredientes genéticamente modificados, pero no son necesariamente más nutritivos o seguros que otros alimentos.

De manera sincrónica, la controversia toxicológica y ambiental continúa deshaciéndose cuando al probar nuevos insecticidas sintéticos los resultados muestran que tienen un mejor desempeño que los orgánicos. Estos datos fueron publicados en Plos One y Scientific American, dejando a la vista que el impacto ambiental, la selectividad del objetivo y la eficacia de ciertas prácticas de manejo orgánico no son más sustentables ambientalmente que las convencionales.

Además, muchos de los pesticidas utilizados para proteger a las plantas de las plagas incluyen fungicidas. Estos hacen su contribución para la prevención del cáncer al destruir mohos que producen cancerígenos en los alimentos, por ejemplo, las aflatoxinas asociadas con la incidencia de cáncer de hígado, y que son producidas por ciertos hongos en cultivos agrícolas como el maíz, el maní, la semilla de algodón y los frutos secos (de cáscara dura como las nueces). Pero las comidas y alimentos orgánicos no estarían protegidos contra el moho que contiene aflatoxina.

Más aún, en Sri Lanka se optó por una “dieta libre de tóxicos”, prohibiendo fertilizantes inorgánicos y agroquímicos en 2021. Las consecuencias fueron la amenaza de hambruna para sus habitantes, debido a la caída de la producción de arroz, por lo que en 2022 retrocedieron en la prohibición.

A manera de síntesis, más allá de lo “sintético o natural”, lo “orgánico o tradicional”, y de que la evaluación de riesgos y la regulación varían según la ubicación geográfica, las agencias involucradas e incluso modas, es fundamental la comprensión de la toxicidad, el uso seguro, la evaluación adecuada de riesgos (que implicaría investigaciones millonarias) y la consideración de factores como la dosis y la exposición a la hora de tomar decisiones informadas sobre agroquímicos y su impacto en la salud.