¿Somos lo que pensamos que somos?

«Pienso, luego existo» dijo en una célebre frase Descartes pero, ¿somos lo que pensamos que somos? Resumen de la filosofía racionalista. Siguiendo este principio filosófico que marcó el pensamiento de Occidente, consideramos que somos lo que pensamos. Y «dudar de todo», señalaba Descartes, también es un modo de pensar, y pensar es una prueba de la propia existencia.

Ahora bien, ¿cómo es que pensamos?

El concepto de pensamiento hace referencia a procesos mentales, voluntarios o involuntarios, mediante los cuales el individuo desarrolla sus ideas acerca del entorno, de los demás o de sí mismo. Es decir, los pensamientos son ideas, recuerdos y creencias en movimiento, relacionándose entre sí. Sería como la siguiente fórmula: Siento-Pienso-Actúo.

Al respecto, Buda afirmó: «Somos lo que pensamos. Todo lo que somos surge de nuestros pensamientos. Con nuestros pensamientos construimos el mundo». No somos lo que pensamos. Pero sí lo que pensamos que somos. Quiero compartir un enfoque diferente al que traje hasta acá: el arte del mindfulness.

Nuestra cabeza es el núcleo de nuestras emociones y, después, de nuestros sentimientos. No sentimos nada que la cabeza no nos permita sentir. La clave de la salud emocional está en lo que pensamos.

A lo largo de nuestro día se nos pasan mil ideas por la cabeza. Pensamientos que no podemos controlar. Un pensamiento nos lleva a otro, y este a un tercero y, así, hasta que algo consigue captar nuestra atención… y acabamos en las más impuras incongruencias, poco reales, pero que nos creemos «a pie juntillas». Y es que podemos estar horas sin que nada capte nuestra atención de verdad. Podemos pasar mucho tiempo divagando sin darnos cuenta.

Pero no somos nuestros pensamientos. Estos son solo fenómenos mentales. Sin embargo, nos los creemos. Lo hacemos de tal manera que acabamos sintiendo como ellos nos marcan. Tienen la cualidad de ir desbocados, saltando de un lugar a otro. No nos da tiempo de atraparlos, porque se mueven sin control, de una manera rápida y cambiante.

Nuestros pensamientos son creadores de historias. En contraposición, estamos nosotros, con nuestra historia real. Cuando la cabeza interpreta, lo pasa por un tamiz personal. Una configuración (como un software individual) que cada uno tenemos. Interpretamos acorde a experiencias pasadas, a nuestra visión del mundo, en definitiva, en base a nuestras creencias. Esto muchas veces nos hace sentir mal. Pues las historias que creamos no son producto de la reflexión sino de miedos ocultos, de malas experiencias y de creencias erróneas.

Mindfulness nos permite conectar con nuestras emociones, con nuestros sentimientos. Al desarrollar la autoconciencia, podemos reconocerlos. Es decir, sirve para aceptar y reconocer nuestras emociones sin enjuiciar encontrándonos con nuestra verdadera realidad.

Esto es mindfulness, contactar amablemente con nosotros mismos. La conquista de la conciencia plena, nos ayuda a ir… hacia una vida plena. Porque lo creemos firmemente, es lo que nos pasa. Y lo que pensamos que somos es lo que crea nuestra realidad. Por eso, cualquier cosa que te propongas, si crees que puedes, podrás. Y cualquier imagen que tengas afianzada de vos mismo, sobre vos, prevalecerá sobre las historias de tus pensamientos.

Te traigo un recorte desde la neurociencia. La psiconeuroinmunoendocrinología (PNIE) se encarga con sus amplias investigaciones y resultados de darnos a conocer cuán protagonistas somos de nuestra biología, y de cómo nuestros pensamientos y sentimientos son metabolizados por nuestro cuerpo. Esta mirada experiencial nos daría lugar a otro artículo aparte.

Por eso, «si querés saber cómo estará tu cuerpo mañana, observa tus pensamientos y sentimientos de hoy».